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Un calvario de 10 años con un hombre que ahora está preso

Brenda Mansilla vive en un refugio de víctimas de violencia y contó el padecimiento que soportó y cómo su ex la intentó matar. El viernes imputaron al agresor por amenazas y lesiones calificadas por situación de género.

Cuando Débora Mansilla murió, su tía, Brenda, pensó que no quería terminar como ella. La chica había pasado sus últimas horas con la mitad del cuerpo quemado después de una pelea con su pareja, en diciembre. “Vas a quedar en una camilla al lado de ella”, jura que le dijo Marcos R., el novio de Brenda en enero. Hacía 10 años que estaban en pareja y criaban dos hijos juntos. Él la insultaba, golpeaba y amenazada. En febrero Brenda se hartó. Se llevó a los hijos y se fue con lo puesto. No volvió a ver Marcos R., hasta el viernes 6 de julio cuando él la fue a buscar a la parada del colectivo y le disparó. Brenda escapó y desde ese día vive en un refugio provincial con sus dos hijos. Está alejada de su rutina y su familia. “Quiero volver a sonreír”, contó a El Ciudadano. Este viernes la jueza María Melani Carrara le dio 60 días de prisión preventiva a Marcos R. . Lo imputaron por amenazas calificadas y lesiones calificadas por situación de género y por abuso de arma de fuego y portación ilegítima de arma de fuego.

Coacción

El martes Mansilla cumplió 26 años y no pudo festejarlo en la familia. Desde principios de mes vive en un refugio con sus dos hijos de 8 y 4 años. Llegó para protegerse de las amenazas de su ex pareja que el viernes 6 la buscó, apuntó y disparó con un arma cuando ella salía del salón de fiestas donde trabaja desde hace cuatro años. “No me separaba porque pensaba en mis hijos. A lo último pensé en mí. Si yo no estoy bien, ellos tampoco. Quiero empezar una nueva vida y que puedan ser felices. Quiero volver a mi vida y a mi trabajo. Es duro porque estoy alejada de todos”, contó.

La violencia formó parte de los 10 años de pareja que compartió con Marcos R. Según contó, la insultaba, amenazaba y golpeaba. La aisló de sus amigos, de la familia y no la dejaba ir a ningún lugar sola. “Siempre quise salir, pero fue muy difícil porque tenía miedo. Me sentía débil. Cuando iba a visitar a mi sobrina él me decía que iba a terminar igual. Cuando murió no me dejó llorar ni ir al cementerio”, recordó.

La alarma

Siempre según contó Brenda a El Ciudadano, una noche llegó más tarde del trabajo porque tuvo que hacer horas extras. Marcos R. no le creyó y la amenazó. “Los padres del cumpleañero pidieron extender la fiesta una hora más. Le avisé y me dijo que si me quedaba no podía volver a mi casa. Cuando llegué fue un calvario. Me pegó y me insultó: «Puta de mierda ¿dónde estabas? Seguro estuviste con otro»”, recordó Mansilla. Entonces él programó la alarma del teléfono celular para que sonará en los siguientes 5 minutos y le dijo: “Si no te vas de la casa te empiezo a pegar”. Brenda se quedó. “No iba a dejar a mis hijos”, explicó. Él la golpeó y después volvió a programar la alarma. Cuando sonó de nuevo le volvió a pegar, pero ella no se iba. Cada vez que sonaba, él la golpeaba. Mansilla mandó a sus hijos, que estaban viendo la situación, a la casa de la abuela que vivía en la planta baja. Cuando salieron, ella forcejeó con Marcos R. y escapó. Bajó y envío un mensaje a sus hermanas pidiéndoles que la vayan a buscar. “No me traje nada de mi casa. Tuve que empezar de cero y seguir trabajando”, contó. Se mudó con los hijos a la casa de su madre en Villa Gobernador Gálvez, pero él la siguió hostigando. Le pedía que volvieran juntos y la amenazaba por las redes sociales. “Empezó la cacería”, “Te fui a buscar y no te encontré”, “Estos giles se confundieron conmigo. Los voy a matar a todos si no me dejan ver mis hijos”, eran algunas frases él publicaba en sus redes sociales junto a una foto de dos frascos de alcohol etílico.

La amenaza

La última vez que lo vio, él la apuntaba con una pistola. Eran las 23.30 del viernes 6 de julio y ella esperaba el colectivo en la esquina de Avellaneda y Córdoba. Había terminado de animar una fiesta infantil. Mientras buscada los auriculares para escuchar música con el celular vio a su ex pareja. Caminaba hacia ella y se llevó la mano al cinturón. Ella corrió, miró para atrás y vio que él la apuntaba. “Nunca me imaginé que tenía un arma. Quise entrar a la farmacia de la esquina, pero estaba cerrada. Corrí para calle Rioja. Escuché el disparo. Fue el peor susto de mi vida”, describió. Mansilla entró en una heladería que está a mitad de cuadra y las empleadas la escondieron detrás del mostrador. Después llamaron al 911 y un móvil policial la llevó hasta la comisaría 6° donde hizo la denuncia. Pidió ayuda a la Subsecretaría de Políticas de Género de Santa Fe y regresó a la casa en un reñís con un amigo que la acompañó. Al día siguiente, la llevaron con sus hijos a un refugio provincial. Según relataron los amigos y vecinos, Marcos R., siguió merodeando la casa y el lugar donde ella trabaja.

Ante la ley

Este viernes el fiscal Matías Edery imputó al hombre de amenazas calificadas y lesiones calificadas por situación de género y por abuso de arma de fuego y portación ilegítima de arma de fuego. La jueza María Melania Carrara le dio 60 días de prisión preventiva. “Sufrir violencia es difícil, duro y cruel pero no estamos solas. Hay que hablar. Cuando te callan, te matan. Mi sobrina ya no está pero yo pude salir. Se puede empezar una nueva vida”, concluyó.

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