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El extraño de pelo largo

Con “El Ángel”, Luis Ortega se corre de la biopic clásica para hablar de otros temas, más allá de la historia del asesino serial Carlos Robledo Puch. El film es, además, una gran vidriera para el notable trabajo del debutante Lorenzo Ferro, al frente de un gran elenco

 

Los destellos de una cierta idiosincrasia argentina que creció al calor de secretos oscuros, algunos inconfesables, sobre todo en el contexto de la llamada clase media acomodada de los años 60 que, como un eco trágico, derivaron en la última dictadura cívico-militar, son los que brillan en El Ángel, la nueva película de Luis Ortega, a todas luces un realizador con destino de clásico que, como pocos en la historia del cine nacional (quizás como Leonardo Favio, entre otros), sabe ir al hueso, sabe contar, sabe mostrar lo que quiere, sabe interesar e interpelar, sabe ir por los atajos y correr riesgos, y sobre todo, sabe conmover, incluso con la historia de un asesino serial, aunque por momentos, la vida de Carlos Robledo Puch sea apenas una excusa, de las que suele valerse el buen cine, para hablar de otras cosas.

Alejada de la biopic clásica (o de moda en estos tiempos) y metaforizando una serie de acontecimientos que logran instalar el halo lisérgico que necesita el relato en relación con las atrocidades que cometió Robledo Puch, siendo poco más que un adolescente entre 1971 y 1972, el Carlitos de Ortega juega a mitad de camino entre el inefable héroe tragicómico con aire pop y un personaje de Tarantino, en su raid de muerte y violencia, con “El extraño de pelo largo”, de La Joven Guardia, como banda de sonido en dos o tres de los mejores momentos de la película. Es, precisamente, ese clásico de la época (como muchos otros que se escuchan a lo largo del film de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll o Palito Ortega) el que evoca los días de este muchacho con “fuego en su mirada” que “sin preocupaciones va”, sobre todo, en una de las primeras escenas del film que, claramente, planta una bandera y marca un tono que se sostiene ingeniosamente hasta el final.

Con guión del propio Ortega, escrito junto a Rodolfo Palacios (autor de El Ángel Negro. La feroz vida de Carlos Robledo Puch) y Sergio Olguín (La fragilidad de los cuerpos), y una adaptación de época y dirección de arte superlativas, la historia de El Ángel está basada libremente en el caso policial que conmocionó al país a comienzos de los años 70 (en algunos de esos hechos), con un final por todos conocido. Muchas variantes de la trama están teñidas de una mirada personalísima, y otras definitivamente cambiadas. Es así como la película se convierte en una especie de ensayo sobre el mal, ése mal que en su momento cuestionó la propia teoría de Lombroso, quien aseguraba que la fealdad y el delito iban de la mano. Por el contrario, la belleza que encierra el personaje, sus rulos rubios, su cuerpo aniñado a lo Tadzio, protagonista de Muerte en Venecia y sus gustos sexuales variados, lo corren del lugar común. Y es ahí, en esa perversidad por momentos lasciva, donde Ortega encuentra un campo fértil para hablar, entre muchas otras cosas, acerca de que el mal y lo dañino están siempre a la vista pero también en lugares inimaginables.

Ortega filma una película de personajes, en muchos casos a puertas cerradas, con momentos memorables, planteada a partir de grandes actuaciones, que va del drama al policial negro y de allí a la road movie, en el incesante recorrido desprejuiciado y sangriento de Carlitos, que encuentra en su compañero de colegio, Ramón (Chino Darín), y en sus padres (los estupendos Mercedes Morán y Daniel Fanego), quienes tienen naturalizado el delito, esa aprobación que le retacean en su casa sus negadores y circunspectos padres biológicos (Cecilia Roth y el chileno Luis Gnecco). Pero también, en esa casa llena de permisos, encuentra un disparador para el deseo, contraponiendo, al mismo tiempo, modelos de familia tradicionales que comienzan allí a transitar su decadencia sin fin.

Más allá de atracos y asesinatos sin sentido (se le atribuyen 11 muertes), no hay en el film un regodeo en la sangre. Lo que se cuenta y muestra es más que suficiente como para pintar un mundo de complejidades socio-políticas en esos años tan singulares del gobierno de facto de Lanusse, incluso, con la aparición un poco tardía de otro de los laderos de Carlitos, Miguel (Peter Lanzani), que con su oscuridad sirve para poner en contraste, aún más, la sinuosa inocencia del joven Robledo Puch de entones.

Del lado del protagonista, el debutante Lorenzo Ferro es todo un hallazgo: no sólo puede sostener la candidez y la monstruosidad al mismo tiempo (Ortega trabaja a partir de cuidados primerísimos primeros planos), sino que logra naturalizar la violencia con la que convive el personaje, y que es una marca en la historia real. Habla, se mueve y se vincula con una contundencia y una verdad que parecieran ser la consecuencia de su inocencia pueril, pero sin inhibiciones como para bajarle un cargador a quien sea porque lo incomoda su mirada o lo distrae.

De hecho, los que quieran conocer la verdadera historia de Robledo Puch no deberían ver El Ángel. Porque sin remilgos, Ortega, que no juzga la moral del personaje y en un pasaje hasta se permite un homenaje a su padre, el legendario Palito, hace un cine de autor sin ataduras que mete el dedo donde molesta, y que del mismo modo que por momentos “perdona” y trata de entender la cabeza de Carlitos, en otros, lo pone a bailar o juega una escena con tono de declaración amorosa y de culebrón en medio de un atraco, donde Carlitos y Ramón juegan a ser Perón y Evita.

El gran logro de Ortega, en ésta, su sexta película, material que quizás logre poner en valor algunos de sus trabajos anteriores como la recordada Caja negra (su debut en 2002) o la más reciente Lulu (2016), sin dejar de lado la exitosa serie de tevé Historia de un Clan, que dialoga con El Ángel en varios aspectos, está en su capacidad para salirse de la realidad, para tomar el riesgo que transforma una película más o menos clásica en una obra de arte, y donde el espectador, por momentos subyugado hasta con lo imposible, pueda salir del cine con más preguntas que respuestas, pero para nada indiferente.

«El ángel» encabeza los estrenos de este jueves

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