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“Creo en las redes que no están en el mercado”

El músico presentará "Anacrusa en Francia", su último disco, que viene a conmemorar las canciones que la legendaria formación grabó en Europa en la continuidad del exitoso ciclo “Música con todos” que organiza el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe

En la continuidad del exitoso ciclo “Música con todos” que organiza el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, José Luis Castiñeira de Dios llega a Rosario para presentar Anacrusa en Francia, su último disco, que viene a conmemorar las canciones que la legendaria formación, que también integró Susana Lago, grabó en Europa y que para el músico, a la distancia, “representan el punto más alto de todo el proyecto Anacrusa”, según recordó en un diálogo con El Ciudadano.

En Anacrusa en Francia se expresan dos discos de este grupo fundamental dentro de la historia del folclore de proyección: El Sacrificio (1978) y Fuerza (1982). Partiendo de la música de raíz folclórica, Anacrusa exploró otras sonoridades afines al jazz y el rock incorporando instrumentos infrecuentes en el género con un mensaje propio, buscando la identificación entre el repertorio latinoamericano de autor anónimo o de origen popular y la música original inspirada en la producción tradicional argentina.

En el comienzo de una gira que se despedirá del país en Buenos Aires, Castiñeira de Dios estará hoy acompañado por músicos que integraron sus formaciones más recientes como Alejandro Santos (flauta, saxo tenor, quena y sikus) y Marcelo Torres (bajo), y nuevos intérpretes: Cristian Zárate, Mariano Rey, Luis Cerávolo, Guillermo Arrom, Abel Rogantini.

—¿Cómo diagramó el concierto que dará para presentar “Anacrusa en Francia”?
—Estoy conmemorando, a través de la revisión, los dos discos que se grabaron en Francia y que para mí representan el punto más alto de todo el proyecto Anacrusa. En Anacrusa en Francia están muchas de las ideas y fuerzas que tuvo este proyecto siempre. Entonces, el concierto tiene como eje principal mucha de estas músicas que yo escribí en esas épocas y que seguí después modificando y arreglando a lo largo del tiempo. Este “Anacrusa del siglo XXI” es una versión instrumental porque Susana (Lago) dejó hace mucho tiempo el proyecto. En algún momento, pensé en no hacer nada más con todo este material pero luego reuní a muchos de los músicos con los que trabajé en el último tiempo para ver cómo retomar el ritmo de todo este repertorio. En Rosario inicio una serie de presentaciones por distintos lugares del país para terminar en Buenos Aires y luego salir de gira al exterior.

—¿Cómo eran los años en los que se grabaron originalmente estas canciones?
—Esa música fue inicialmente gestada en la Argentina antes de que nos fuéramos a Francia. Allá pude encontrar una recepción que no era exactamente el camino que iba recorriendo Anacrusa en Argentina. Porque, por la personalidad misma de Susana y el repertorio latinoamericano, en el gusto popular, se iba asentando mucho de la canción y la poesía latinoamericanas, que lo que era música original que yo escribía. Al estar en Francia, mucho de eso cambió porque lo que le interesó al sello discográfico y a los festivales era la “nueva música argentina”. Cuando se grabaron esos dos discos eran años muy duros, de ausencias de la Argentina. A tal punto que algunos de los temas tienen un mensaje muy cifrado y evidente de que seguíamos pensando en Argentina y lo que deseábamos era entregar ese mensaje al público de acá. Eso tardó años en suceder.

—¿Cómo se resinifican estas canciones en la actualidad con la nueva formación?
—En el campo de la proyección folclórica o la nueva música argentina, cada uno de nosotros, Eduardo Lagos, el Cuchi Leguizamón, Manolo Juárez o Lito Vitale, hemos ido haciendo nuestro aporte. En este caso, con los años que tengo, es una de las experiencias más innovadoras en lo que a lenguaje de la música argentina de raíz folclórica se refiere. En Anacrusa había un lenguaje por un lado de raíz folclórica y por otro muy contemporáneo, vinculado a las sonoridades de ese tiempo que son las de hoy.

—En el plano no musical también se plantearon un trasfondo por no esquivar cierto debate de ideas y cierto plano cultural que se vivía en una década como la del 70…
—Desde el 65 hasta el golpe del 76, son años de muchísima creatividad y debate de ideas. Un debate conceptual muy rico que iba, en el campo de la música y de la canción, desde lo panfletario y horrible hasta cosas de una sutileza como la del Cuchi Leguizamón que no era particularmente vinculado a la realidad político-social en lo inmediato pero, sin embargo, representaban la innovación y la modernidad de un lenguaje que iba evolucionando, que no se quedaba. Porque esa música surge y convivió con otra festivalera donde había cientos de artistas folclóricos horrorosos y todo se había comenzado a convertir en una maqueta gigantesca. Es cierto que había un Atahualpa (Yupanqui) o una Mercedes (Sosa), pero también había muchísimos falsos gauchos que congelaban la música folclórica y que era natural ya para la generación de ese tiempo que la mirara con sospechas. Era un poco lo que le había pasado al tango.

—Y la propuesta de ustedes trascendía lo artístico…
—Sin duda. En ese momento estaba sustentada en una firmeza ideológica en la que creíamos y seguimos creyendo: la unidad latinoamericana, la libertad de los pueblos, y la expresión propia. Si hoy viene un psicólogo alemán a la Argentina y escucha las radios FM pensaría: “Qué le gusta a esta gente, ¿el hip hop berreta norteamericano?”. Si me dijeras que se escucha Michael Jackson…, pero no, todo de quinta categoría, imitativo, repetitivo y plástico. Mientras tanto, hay muchísimos artistas buenísimos de las nuevas generaciones que no tienen ningún espacio para llegar a conseguir lo que consiguieron sus pares en los años 60 en épocas festivaleras.

—En relación con ese compromiso extramusical que asumís, ocupaste puestos clave en la Secretaría de Cultura de la Nación en los últimos gobiernos ¿Cuál es hoy la función que debe asumir como artista y como gestor cultural?
—Como artista, hay que defender el espacio de lo propio sin chauvinismos. La posibilidad de escuchar nuestra propia voz nunca me va a parecer malo. Se la deseo a todos los pueblos del mundo. La creatividad está allí; lo otro es la repetición adocenada. Como gestor, tuve muchas experiencias en los últimos años, algunas de mucha responsabilidad, y en todos los casos traté que se juntaran los intereses de sectores que están distanciados. Busqué darle espacio a la música que recuperara escenarios existentes pero no vinculados entre sí. Armé un programa de Universidades Nacionales con cuarenta instituciones de todo el país; otro con sindicatos (Mesa Sindical de la Cultura). Creo en las redes que no están en el mercado, son las únicas que pueden trascender. Porque el mercado no ofrece nada para esto. También reuní a los municipios del Gran Buenos Aires, algo que es más difícil que la paz entre Israel y el Pueblo Árabe porque cada territorio tiene un aislamiento profundo. Cuando viví en Francia no trabajé tanto en París. Lo hacía en el Gran París donde todas las Casas de Cultura estaban en manos del PC (Partido Comunista) o de los socialistas. Ahí tenía espacio verdadero. París era el lugar del mercado, donde un día iba Michael Jackson y al siguiente John Travolta. Ellos utilizan un verbo que me sorprendió: no dicen “actuar”; en París dicen “pasar”. Entras por una puerta y salís por la otra, todo a gran velocidad. El otro espacio que fue muy bueno para mí en el último tiempo fue la vida cultural en las provincias porque tienen más autonomía y fidelidad que la cambiante ciudad de Buenos Aires.

Para agendar

Anacrusa se presentará este sábado, desde las 21, en el Teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España de Sarmiento y el río. La presentación se realiza en el marco del ciclo “Música con Todos”, y tiene entradas a precios populares

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