La evocación de un tiempo de canciones que marcaron desde mediados de los 80 a toda una generación, es lo que propone el espectáculo Sep7imo Día: no descansare, el homenaje a Soda Stereo de la compañía canadiense Cirque du Soleil que desembarcó hace una semana en el predio de la ex Rural (Parque Independencia), y que esta noche retoma su saga de funciones en Rosario. En ese contexto, brilla el trabajo de Toto Castiñeiras, un artista marplatense de vasto recorrido en la estética del clown, cuya participación en el espectáculo se lleva algunos de los mayores aplausos de cada función.
“Más allá de que lo que hago está un poco distante del clown, sí es un momento cómico, es el momento donde tengo la oportunidad de salir y contar una historia en cuatro minutos que es lo que dura el tema o un poco más, y es un trabajo físico que está como apuntado a lo cómico pero, al mismo tiempo, es una evocación a los videoclips de aquellos años, de los principios de Soda, donde había una austeridad técnica y una gran interacción con la cámara”, dijo Toto, actor, clown y director vinculado a la compañía desde 2004, con una fuerte presencia en el recordado Quidam, espectáculo del que fue figura a lo largo de una década, pero también como coordinador de sus talleres de improvisación, clown y actuación.
La descollante presencia de Castiñeiras en el pasaje de “Sobredosis de TV”, recuerda que antes de la era celulares, la alienación corría por cuenta de la llamada “pantalla chica”. Es, precisamente, el trabajo del clown el que aporta frescura, disparate e irreverencia en una rutina en la que lo vivo se reproduce en varios planos y secuencias con los que el actor interactúa apelando a la precisión y a su incuestionable presencia escénica.
“Fue un poco jugar con eso y divertirnos con esa idea más allá de lo irónico y lo bueno del tema que se propone mostrar esa alienación; el tema nos da material para divertirnos sobre la cuestión y al mismo tiempo, poder ser un poco irónicos sobre lo terrible de la adicción con los medios de comunicación, también, en estos momentos, y ahora con las pantallas de los celulares”, expresó Castiñeiras, siempre recordado por su trabajo unipersonal Finimondo!, más allá de ser una de las figuras del circo con el que recorrió, en casi quince años, Norteamérica, Asia, Oceanía, Medio Oriente, Europa y Sudamérica, presentando sus rutinas en más de 170 ciudades de 35 países.
Volver al circo
Luego de su paso por Quidam y de años de gira, Castiñeiras tenía pensado alejarse por un tiempo del Cirque du Soleil para poder producir sus propios espectáculos, pero una nueva propuesta se volvió irresistible. “Sumó mucho que se trataba de la primera producción para Latinoamérica y que era un homenaje a Soda Sterero. Hace más de un año que estamos viajando, después del estreno en el Luna Park en marzo del año pasado y a donde volveremos en septiembre a modo de despedida. Había viajado con el circo casi doce años, con Quidam, y había vuelto a casa porque tenía muchas ganas de seguir concretando proyectos en Buenos Aires, dado que yo también escribo y dirijo mis propios trabajos; de hecho, tenía pendiente el estreno de un par de cosas que escribí mientras viajaba” contó.
Y agregó: “Pero pasaron unos meses y me convocaron para este show. Lo que me interesó es que era Sosa Stereo y entonces no podía dejar de hacerlo por varias razones, entre otras, porque tengo 44 años y mi adolescencia la viví de la mano de Soda; no es que era fanático, pero Soda aparecía siempre. Y por otro lado, está el tema que siempre me seduce del circo que es esta gran producción que pone en mis manos un material con el que yo puedo hacer lo que quiera; pasó como con Quidam, donde me habían propuesto un par de escenas pero siempre apelando a una gran libertad creativa. Es saber que uno va a estar trabajando y que va a contar con los elementos técnicos que sean necesarios, con todos los que se te ocurran. También, volver al circo, lo vi como un desafío de poder entrar de cero a algo nuevo, entrar en esa instancia de creación, sabiendo que iba a contar con esa gran máquina que ofrece esta compañía, donde yo puedo soltar la cabeza y trabajar; fueron tres o cuatro meses de investigación y de trabajo continuo, y la rutina que hoy se ve la encontré quince días antes del estreno. Es un lugar donde se trabaja con mucha libertad, y al mismo tiempo, con mucha confianza de parte de los directores a los que conozco hace años; es una forma de trabajo muy divertida, de mucha adrenalina. El circo tiene eso de saber que uno está atado a un lugar en el que siempre va a estar a salvo; trabajar en esta compañía es, al mismo tiempo, algo difícil de explicar y muy placentero: en el caso de «Sobredosis de tevé», el iluminador trabajaba conmigo y pasaban los meses y el no terminaba de entender para dónde iba yo, y de todos modos, me decía «quedate tranquilo que desde la luz lo vamos a solucionar», y yo estar muy consciente de que iba a ser así, de que eso que yo quería contar, se iba a ver. Contra eso no hay nada; creo que hay muy pocas compañías en el mundo que trabajan a este nivel donde uno, como artista, confía y se entrega y está seguro de que todo estará bien”.
Alienación y circo
El clown, cuya carrera como actor comenzó hace tres décadas, cuando tenía 14 años, en Mar del Plata, habló de las contradicciones de lo tecnológico frente a los fenómenos vivos, algo que busca revisar con su performance en Sép7imo Día, donde la mayoría de los espectadores ve el espectáculo a través de la pantalla de su celular. “Es muy loco lo que pasa durante el espectáculo con los celulares, pero entiendo que al mismo tiempo es algo inevitable, algo de esta época, porque mucha gente ve el espectáculo a través de la pantalla de su teléfono. Hace un tiempo, viajando por Japón, la gente ya estaba de ese modo, como viendo la realidad a través de la pantalla, y ahora está sucediendo en el resto del mundo: para mucha gente, su ojo es la pantalla, y algo de eso se evoca en la canción de Soda que es de los 80”, repasó el actor que en Buenos Aires dirige otros dos espectáculos y prepara el estreno de un tercero. Se trata de Gurisa, una especie de parodia de un romance que transcurre en medio del pampa y donde todos los personajes (masculinos y femeninos) son interpretados por hombres, del mismo modo que una elogiada versión de Las de Barranco, de Gregorio de Laferrère.
Dramaturgo del circo
El artista es el único clown del espectáculo y el único artista que ofrece, más allá de la enorme destreza física de toda la compañía, algo más vinculado con lo teatral. “Los que hacemos comedia y clown tenemos esta bendición de estar dentro de una estructura de destreza y de acrobacia y saber que somos los únicos que salimos a contar una historia en muy poco tiempo; somos como los dramaturgos del circo, porque sea el espectáculo que sea, siempre es el clown o el payaso el que conecta con la gente porque cuenta algo, yo voy con un cuentito armado más allá de la gran evocación de Soda Stereo; el acróbata va a seguir ganando desde la acrobacia, el espectador se lleva la destreza, se lleva el momento del salto mortal, y conmigo, se lleva la historia, se va pensando; ahí ganamos los clowns y es ahí donde el laburo se vuelve mucho más interesante y cercano a la gente, más allá de la emoción y del vértigo y de esa vibración que siempre tiene el circo, que siempre está más asociado a algo que parece imposible de hacer”.