A quince años del estreno de Toy Story, la película que generó una revolución similar a la de los clásicos de Walt Disney, llega ahora la tercera parte de la saga, siempre ideada por el dibujante estrella de la compañía Pixar, John Lasseter; y un equipo que puede brindar a sus muñecos de esa energía fantástica que hace que nos olvidemos que son simples objetos a pilas que requieren de una perilla para ponerse en funcionamiento.
Pero esta vez, el creador del éxito de las dos anteriores historias cedió su lugar en la dirección a su colaborador directo Lee Unkrich, quien trabajó en las dos primeras entregas.
La idea es bastante simple: ¿Qué pasa con los juguetes cuando los chicos crecen? ¿Cuál será el destino elegido para ellos, de acuerdo a su estado y a su categoría afectiva? Andy, dueño del vaquero Woody y del galáctico Buzz Lightyear, irá a la universidad y la mamá le pide que desocupe su cuarto y que resuelva qué hará con sus viejos juguetes.
Cada vez que la puerta del cuarto se cierra, los inertes objetos cobran vida y se preocupan por el futuro. Ellos fueron creados para jugar con los niños, y con el pasar los años no tienen ninguna función en la vida de Andy. Algunos saben que serán guardados en un armario, otros temen lo peor: ser tirados a la basura. Pero hay una alternativa que puede sonar prometedora, que es ser donados a una guardería para que nuevos niños convivan con ellos. Lamentablemente la opción no resulta tan buena, a causa de la tiranía de un oso que domina a todos en el establecimiento y porque los niños de la sala de los más chiquitos juegan violentamente con los objetos. Ese es el disparador que se presenta en la tercera Toy Story, incorporando algunos ganchos sensibles culturalmente. Aparece la blonda Barbie para confirmar que es bastaste tonta, pero de buenas intenciones, y también se cruza en esta película su eterno caballero Ken, al que presentan con los rasgos indefinidos que siempre se le atribuyeron. Los dos personajes le dan un buen rédito a la producción, son conocidos por todos y suman los perfiles que los caracterizan al servicio del guión. En la versión latina de la película la voz de Ken es el argentino Mike Amigorena.
En la proyección del Showcasse organizada por Cablevisión, cada chico esperaba atento el desenlace de la trama, conocían a los personajes y hasta les dirigían mensajes para resolver situaciones. Las risas se intercambiaron con la ansiedad por conocer el destino de los juguetes. Más de uno soltó algún lagrimón ante los momentos más tristes, pero el aplauso del final se impuso y adultos, adolescentes y niños de todas las edades se fueron contentos del Shopping.
Toy Story 3 no presenta gran despliegue de tecnología a simple vista. Es colorida y correcta, pero no tiene grandes desplazamientos de objetos como en otras producciones concebidas en 3D que se vieron anteriormente. Se puede afirmar que la tecnología digital lo es lo más relevante de este filme, porque lo que se cuenta en la producción de Pixar, es consistente en lo argumental, y hace que el espectador esté pendiente del transcurrir de la trama, más allá de los efectos visuales.
Sin lugar a dudas, será la salida elegida para este fin de semana largo en Rosario, donde llega en coincidencia con el estreno de Estados Unidos y Europa.
Existe una certeza después de asistir a la avant, que el adulto no tiene que ir con un niño para disfrutar de la película. ¿Nosotros cuando éramos chicos no creíamos que nuestro muñeco preferido cobraba vida por las noches y sentía y lloraba y reía? ¿Acaso no fue angustiante decidir el destino de autitos, soldaditos y muñecas? ¿Podemos recordar las situaciones que inventábamos en esas horas eternas de los juegos?
Toy Story permite que todos volvamos a reencontrarnos con ese mundo mágico del juego, para rescatarlo cada vez que veamos esta película.
Recomendación: al igual que en otras películas infantiles, como Monster Inc y Madagascar, Toy Story 3 viene precedida de la proyección de un corto de animación, que es el ingenioso “Noche y Día”, de John Lasseter. Un dato para no llegar tarde al cine.
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