Tali Goldman (*)
Contar la historia del Astillero Río Santiago es como contar la historia de la Argentina del siglo XX. Son pocos ejemplos los que sirven para retratar a la perfección el devenir político-social-económico y cultural de un país. El Astillero, que depende de la provincia de Buenos Aires, está en una crisis inusitada. O no. En realidad, es parte del ajuste que lleva adelante Cambiemos y que no deja a nada ni a nadie en pie. Y vaya la metáfora, pero nunca tan real: porque Mauricio Macri y María Eugenia Vidal están haciendo todo lo posible para ahogar el único Astillero de todo el país y de América latina que puede construir barcos de gran porte, como por ejemplo la emblemática Fragata Libertad.
Pero no sólo eso. El Astillero también se encarga, por ejemplo, de construir turbinas para la represa Yaciretá, los techos del Estadio Único de La Plata y del Teatro Argentino. Puentes, compuertas, y una infinidad de cosas que lo convirtieron en un modelo para el mundo.
Los 3.039 trabajadores y trabajadoras están dispuestos a todo con tal de mantener sus puestos de trabajo y lo más importante: que no se privatice o se cierre. Del total del presupuesto que se había aprobado para este año, 90 millones de pesos, al mes de agosto solo se ejecutaron 6 millones.
Hace un mes, el presidente dijo en un encuentro que mantuvo en Mar del Plata con la “Mesa de Pesca” entre empresarios y funcionarios que le habían dicho que “había que dinamitar el Astillero Río Santiago”. Lo dijo así, textual, lo que encendió todas las alarmas de los trabajadores y trabajadoras que ya se encontraban en estado de asamblea permanente luego de la intervención de su lugar de trabajo. Hacía tres meses, por disposición de la gobernadora a través de un decreto, que el Astillero se encontraba ya intervenido y está prácticamente paralizado por falta de ejecución presupuestaria. El nuevo gerente, Daniel Capdevilla, vino a reemplazar a Ernesto Gaspari ex integrante de Socma, la empresa de la familia Macri.
Una semana después del comentario del presidente, el periodista Jorge Lanata realizó un informe en su programa de televisión de Canal 13 en donde sostuvo, entre otras cosas, que hace más de treinta años que el Astillero no construye barcos. Los trabajadores pusieron el grito en el cielo y salieron con una fuerte campaña de visibilización de su trabajo. Lo entendieron como parte de una operación de deslegitimación de su lugar de trabajo.
Porque el motivo de la crisis del Astillero tiene, además, un aditamento fuertemente político. En noviembre de este año se vence el plazo para la entrega del Buque 79 “Eva Perón” encargado por la empresa venezolana Pdvsa. El barco está realizado en un 95% y le faltan 40 millones de pesos para terminarlo. Pero esa plata no llega. Sospechan, en el fondo, que no quieren terminar el negocio con el país al que tienen sindicado como el peor mal sobre la tierra. Pero el incumplimiento del vínculo comercial podría costarle a la provincia millones y millones de pesos en multa, mucho más que lo que falta para que se termine. Ya llevan trece semanas de atraso. Por lo que todos descuentan que la decisión es que no se entregue.
Así lo entiende Maximiliano Cabrera, delegado de la fábrica por la agrupación ADN-ATE Ensenada, que trabaja hace doce años en el taller de estructura. Allí se inicia el corte de chapa para los barcos. En el taller hay 186 trabajadores que no tienen tareas por la falta de presupuesto. “Ahora, por ejemplo, no contamos con algo básico que es el oxígeno para trabajar, el gas que necesitamos para cortar las chapas con soplete, entonces no podemos avanzar con nada y está todo paralizado”, cuenta. “Vidal intervino con la excusa de acomodar la empresa. Pero en realidad el objetivo es el de averiguar legajos para empezar a ajustar la planta de trabajadores”.
El Astillero fue creado en 1953 con un objetivo estratégico para el país. Así lo explica Maximiliano: “Fue este Astillero el que construyó el primer barco de gran porte en ese entonces para YPF. Era una empresa emblemática para la zona La Plata-Berisso-Ensenada, contenía a toda esa región, funcionaba como pilar del mercado interno. Por eso nosotros vamos a defenderla hasta las últimas consecuencias”.
Es cierto: la historia del nacimiento del Astillero se remonta a los últimos años del peronismo en una zona en la que justamente fue la cuna del movimiento político y social. Los barrios obreros de esas zonas se regían por los frigoríficos y los puertos. Por eso la creación de un astillero estatal fue una apuesta en ese sentido.
Hernán García tiene 41 años y trabaja hace nueve como amoldador –realiza trabajos vinculados con las normas de calidad– y milita en la Agrupación Marrón. “El gobierno acaba de comprar cuatro lanchas a Francia por un valor cercano a 400 millones de euros a una empresa vinculada a Odebrecht. Estas mismas lanchas las podemos hacer en el Astillero por menos de la mitad del precio”, explica y agrega: “Nosotros hemos demostrado que al Astillero le falta inversión, tenemos todas las gradas llenas con barcos a punto de terminar y no nos dan el presupuesto. Es una decisión política tenernos frenados para después decir que no servimos y que venga una empresa privada o peor, que quieran cerrarlo”.
Educando y cuidando
Pero el Astillero no es sólo un ordenador de la vida económica y social de Ensenada. Allí también funciona desde la década del sesenta una escuela secundaria técnica y una guardería.
Nora Buich es docente de literatura desde hace diez años y está orgullosa de formar a las futuras generaciones de técnicos –y técnicas, porque hace poco que hay mujeres trabajando en los talleres del Astillero–. “En principio se formó como una escuela de instructores porque los trabajadores llegaban sólo con la primaria, entonces se necesitaban conocimientos más especializados en matemática, por ejemplo. Eran más que nada cursos de formación. Pero después eso derivó en una escuela secundaria que hoy está considerada de alto nivel”, explica. La escuela secundaria se sostiene con el presupuesto del Astillero y hoy, por supuesto, también está en crisis.
“Concretamente no tenemos los insumos básicos como por ejemplo agua para los pibes, muchas veces somos las docentes las que hacemos colectas para sostener la escuela. Además, los alumnos recibían un pequeño subsidio de $400 por mes que en general era para viáticos, porque la mayoría son pibes de familias laburantes. Y este mes no lo cobraron”. Actualmente hay 200 alumnos que egresan con un alto nivel como técnicos electromecánicos y técnicos navales que son altamente requeridos no sólo en el Astillero sino en otras empresas vinculadas a la ingeniería.
Una historia de lucha
Pero la historia de Rio Santiago incluye otra arista trascendental. Es la empresa que contabiliza más desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. Tania Nuez es hija de Ricardo Alberto Nuez, uno de los 44 trabajadores desaparecidos del Astillero. En 2006, por una decisión política del entonces presidente del Astillero que era Julio César Urien, decidió darles la posibilidad de trabajar a los hijos de los desaparecidos. Así fue como entró Tania a reencontrarse también con su propia historia. “Mi papá entró al Astillero cuando tenía 14 años a la escuela técnica y era aprendiz. Toda la vida trabajó acá, después se fue un tiempo a Río Negro, y en el 76 volvió a Ensenada al Astillero. Militaba en el ERP y en julio de ese año se lo llevaron y está desaparecido. Yo tenía tres meses”, cuenta.
Tania entró junto a otros dos hijos de trabajadores desaparecidos y está en la parte de control de calidad. “El Astillero tiene un peso muy fuerte para mí, porque fue conocer a mi papá. Por eso cuando escuché la frase de Macri lo primero que se me vino a la cabeza fue que en dictadura los cuerpos de los compañeros aparecían dinamitados. Hay casos puntuales que en el Astillero aparecieron cuerpos dinamitados. Yo cuando era chica le reprochaba a mi papá haber dado la vida por el Astillero y quién me iba a decir a mí que 42 años después iba a encontrarme en la misma situación. Ahora soy yo la que estoy defendiendo con mi vida este lugar”.
(*) Periodista y politóloga