Enrique Augusto Zarate es miembro honorario del Instituto de Derecho Ambiental del Colegio de Abogados de Rosario y hace unos años encontró agrotóxicos en las frutas y verduras que consumía. Había hecho análisis que luego revalidó en el laboratorio de la Bolsa de Comercio de Rosario. Había sustancias prohibidas y residuos que superaban los niveles permitidos por la normativa para evitar problemas en la salud. Zarate llevó las pruebas a la Justicia y planteó un amparo ambiental para que el Estado controle e informe sobre el uso de agrotóxicos. La jueza Sylvia Aramberri del Juzgado Federal Nº 2 de Rosario evaluó los estudios y ordenó que los lleve al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria, más conocido como Senasa. Zarate envió 25 muestras y desde el servicio nacional dijeron que en 8 los niveles de químicos superaban los permitidos. La jueza Aramberri ordenó al Senasa que haga al menos seis inspecciones al año y dos monitoreos mensuales en las frutas, verduras y hortalizas de otras provincias que se comercializan en el Mercado de Concentración de Fisherton y el Mercado de Productores de Rosario. “Hay un daño potencial para la salud porque tienen un efecto acumulativo. Nos hicimos adictos a los agrotóxicos y son perjudiciales porque causan mutaciones genéticas. Los monitoreos son los más importantes porque se hacen con cromatografía líquida y gaseosa y permiten detectan los productos tóxicos”, declaró Zarate.
De fondo
Para el médico Damián Verzeñassi, el Estado no sólo debe garantizar más controles sino que las producciones no tengan veneno. “Lamentablemente la Justicia le dio la razón a Zárate. Hubiera sido más saludable que estuviera equivocado. La jueza estableció que el Senasa no cumplió el deber de cuidar la salud de la población. No hubo garantía de los organismos de control para que lo que sale de la verdulería sea alimento y no simplemente comida”, opinó.
Verzeñassi fue testigo en el juicio y ayudó a identificar los procesos por los cuales las sustancias químicas impactan y dañan la salud. Explicó que encontraron mezclas de insecticidas, herbicidas y antifungicidas que actúan sinérgicamente y genera aún mayores daños que si fueran independientes. “Alteran la división celular y son potenciales cancerígenos. Actúan sobre la hoja, pero también los absorben las raíces y permanecen en la planta por más que los usuarios la laven”, dijo el médico que desde hace años hace relevamientos de salud en pueblos para ver efectos de la fumigación.
“Necesitamos un modelo de producción saludable porque nuestra salud está ligada a la del territorio. La solución no es veneno sí o no, sino qué modelo de producción de alimento necesita el país para ser soberano. Tenemos que hacer una transición urgente y acelerada hacia la producción agroecológica que es más rentable, pero como no cuenta con todos los subsidios aparenta ser más cara”, concluyó Vezeñassi.