“Por las condiciones climáticas y porque el Servicio Meteorológico anuncia tormentas las próximas tres horas, se suspende el partido Estudiantes vs Newell’s”. El anuncio oficial de Superliga apenas pasadas las 14 puede interpretarse como una muestra de prevención digna del primer mundo. Por primera vez en el fútbol argentino un partido se suspende cuatro horas antes del inicio por un anuncio de mal clima de los especialistas.
Pero al observar el sol radiante que a esa hora brillaba sobre Buenos Aires, y viendo que el pronóstico del tiempo no vaticinaba esos riesgos de tormenta anunciados por Superliga, es imposible no pensar mal. La intensa lluvia caída en la madrugada fue la excusa perfecta para que Estudiantes no jugara ante Newell’s. Y la suspensión prematura del partido que se iba a disputar en cancha de Quilmes estuvo directamente ligada a la otra que se anunció al mediodía entre San Lorenzo y Atlético Tucumán.
En tres días el Ciclón y el Pincha juegan por Copa Argentina y Estudiantes no quiso ir en desventaja. Se movió rápido con un par de llamadas y Superliga avaló su pedido, aunque oficialmente se adujera que el pronóstico era desalentador, aunque cualquier sitio de clima no anunciaba esas tormentas que la organización puso como argumento.
Estudiantes-Newell’s se podía jugar. No esperar que el árbitro Pablo Echevarría tomara la decisión suena ilógico.
Pero tiene lógica, ya que el juez del partido nunca hubiera suspendido el cotejo. La cancha de Quilmes, que a la mañana se mostraba con charcos, a la tarde estaba impecable, totalmente drenada. Y a las 17.45 el sol estaba a pleno. Echevarría ni siquiera hubiese tenido que pisar el césped para entender que se podía jugar.
La suspensión enojó mucho a De Felippe y a la dirigencia leprosa. Nadie entendía cómo se podía suspender un partido con tanta anticipación. Mucho menos con el cielo despejado que mostraba Buenos Aires. Obviamente todos entendieron que había pasado. Pero las cartas estaban jugadas y nada se podía hacer. Incluso los directivos aguantaron la bronca y evitaron declarar para no entrar en conflicto con AFA y Superliga. “Ahora nos deben una”, se escuchó en los pasillos del hotel donde Newell’s concentró.
La rutina cambió. Hubo almuerzo y luego un rato de gimnasio. Y a las 17.45, hora pactada para el inicio, la cancha de Quilmes lucía con un sol radiante y la Lepra se subió al micro y emprendió el regreso a Rosario para empezar a pensar en el próximo partido que le toque jugar.
Habrá un asterisco en la tabla. Un partido pendiente que deberá esperar por un hueco en el calendario. Porque una vez más la Asociación del Fútbol Argentino demostró que los viejos vicios están intactos. Y no todo se define en la cancha, los escritorios a veces también juegan.