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Shakespeare, criatura de su tiempo

“Upstart Crow” es una rareza entre el panorama de series y muestra, con filosa ironía y comicidad, al poeta y dramaturgo inglés no como el lúcido cronista de su época sino como un advenedizo poco inspirado que sueña con la posteridad

Upstart Crow es hoy, cuanto menos, una rareza dentro del panorama de las series televisivas que dominan el espectro de las más publicitadas y las más vistas. Producida en el Reino Unido por la cadena BBC, la serie fue lanzada en 2016 como parte de las conmemoraciones por los 400 años de la muerte de William Shakespeare. Continuó luego con una segunda temporada en 2017, y en agosto de este año comenzó la tercera, contando hasta el momento con 4 episodios (cada temporada se compone de 6 episodios de 30 minutos de duración, la segunda cuenta además con un capítulo extra realizado como especial de navidad).

Ahora bien, a pesar de haber sido concebida como parte de las conmemoraciones de aquel aniversario, Upstart Crow homenajea al dramaturgo británico de un modo singular, apelando ya no a los trazos repetidos de un culto incondicional al intocable genio creativo, sino, por el contrario, desplegando sin reparos ni condescendencias las aristas filosas de una sátira en la que casi nada queda en pie. Así, si poco es lo que se salva de los embates de una ironía descabellada, mucho menos lo hace el mismo homenajeado, William Shakespeare, que ya no es ni de cerca aquel lúcido cronista de su época que renovó la dramaturgia, sino un advenedizo poco inspirado que sueña con la posteridad, y un fiel representante y promotor de todas las miserias de su tiempo. De ahí que el título de la serie aluda a la expresión utilizada por Robert Green, poeta  enemistado con Shakespeare, para calificar al poeta: Upstart Crow (cuervo advenedizo).

Valentía corrosiva

Obviamente se trata de una comedia, y fiel a cierto estilo tan propio y reconocible de la tradición del humor inglés, revestido con una elegancia tan inteligente como cáustica, y atravesado en algunos momentos por el absurdo desbocado que logró instalar hace años el glorioso e irrepetible grupo Monty Python. La puesta no oculta las apropiaciones televisivas del modelo teatral, con sus escenografías artificiales y con un manejo austero de las acciones en pocos espacios recurrentes, dejando el peso fundamental de las intrigas humorísticas en el despliegue sin tregua de diálogos sofisticados y filosos, desbordados por la velocidad de una ironía siempre certera que desarma de modo irreverente todo lo que señala. Lejos de la parafernalia de las series contemporáneas, Upstart Crow es fiel a un estilo que no necesita ser reelaborado por las exigencias espurias de la novedad y de la obsolescencia, y en esa suerte de feliz anacronismo puede redescubrirse una tradición del humor que persiste y que aún sorprende por su valentía corrosiva expuesta sin atenuantes.

Ironía contemporánea

El eje de Upstart Crow es, evidentemente, William Shakespeare. A su alrededor giran permanentemente varios personajes notables, como su colega Chistopher Marlowe, su esposa Anna Hataway, sus padres, el también dramaturgo y poeta Robert Green, Bottom, sirviente de Shakespeare, los actores de su compañía, y Kate, hija de su patrón en Londres. A partir de esa delirante comparsa, la serie se apropia de todas las posibilidades abiertas por el desconocimiento de muchos detalles de la vida del dramaturgo y de las fabulaciones al respecto, y desde allí reinventa al personaje para desenfundar una visión crítica salvaje, no tanto de ese corte histórico ni exclusivamente del personaje central, sino, en cambio, del mundo contemporáneo, que visto desde la perspectiva de finales de ese siglo XVI, no deja de iluminarse en toda su irracionalidad para desnudar las falacias de un supuesto progreso.

Shakespeare, en esta versión irreverente de su vida, es una suerte de iletrado en busca de prestigio y de éxito. Los grandes hallazgos del poeta son aquí presentados como el producto de estratagemas pueriles, juegos ridículos del lenguaje que pretenden ocultar la banalidad bajo los oropeles de la pretenciosidad poética, robos llanos de ideas ajenas, y apropiaciones de comentarios hechos al pasar por los integrantes de su séquito. En cada capítulo se suceden absurdos que señalan  lo que serán sus obras conocidas, y en general, a modo de cierre, su esposa le hará algún comentario reflexivo sobre lo sucedido, comentario siempre desestimado por Shakespeare pero en  el cual se adivinan las claves de lo que serán sus grandes obras. En este Shakespeare no hay un dejo de iluminación. No hay un atisbo de genialidad. No hay ni siquiera una intención crítica en sus planteos dramatúrgicos. Este Shakespeare es una “criatura de su tiempo”, como le dice Kate en algún capítulo, y como tal cosa sus obras no son sino la manifestación en bruto de ese marco de pensamiento, y el machismo y la misoginia se convierten en uno de los ejes fundamentales de la ironía puesta en juego. Pero de una ironía que, con suspicacia, es siempre dirigida hacia nuestra contemporaneidad. Ese es una de las estrategias fundamentales de Upstair Crow, uno de los mecanismos que hacen brillante la propuesta. Ante cada hecho absurdo que desnuda las bases escandalosas de una sociedad ostensiblemente injusta, alguna réplica precisa desarma la situación histórica y nos lanza al rostro la afirmación fatal de que, en realidad, de lo que se habla, siempre, es de aquí y ahora; y allí la risa se torna incómoda. En ese sentido, esta serie interpela nuestro presente, desde el humor, más profundamente que otras pretendidamente serias.

Buscar y descubrir

Upstart Crow no está en Netflix y no se ha visto en canales de TV de cable en Argentina, sin embargo se puede rastrear y encontrar sin mucha dificultad, como muchas propuestas que, aunque destacables, no acceden a las vitrinas hipervisibles de los canales de distribución hegemónicos. Vale la pena buscarla. Y vale la pena, claro, buscar no sólo ésta sino buscar un poco más, tomarse el tiempo y ver qué es lo que hay más allá de lo que recibimos cómodamente en las sugerencias del “algoritmo”. La experiencia del descubrimiento es una experiencia cada vez más velada bajo las tramas de una realimentación que hace peligrar toda singularidad.

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