“Sacar la mierda de adentro” es el título del primer posteo que apareció en un blog donde una ex fanática de la banda Cielo Razzo contó situaciones de abuso y maltrato sufridas por los integrantes del reconocido grupo musical. El blog sumó cerca de 20 posteos en sólo tres días, pero a la semana lo cerraron. Sin ninguna denuncia formal en la Justicia, los escraches sirvieron para que la productora del Festival Bandera, donde iba a tocar Cielo Razzo, cancelara su presentación. No es la primera vez que el escrache se usa como herramienta de denuncia. En mayo, trascendieron acusaciones contra docentes de las facultades de Arquitectura, Planeamiento y Diseño, y de Ciencias Médicas (UNR) a través de carteles en los pasillos de las facultades y en las redes sociales. Dos alumnas denunciaron a dos docentes y una no docente a un colega. La facultad de Arquitectura los separó del cargo y les inició un sumario administrativo. En Medicina no hubo denuncias formales. Los escraches sirvieron para acelerar el tratamiento de un protocolo de género que a principios de junio el Consejo Superior de la UNR aprobó para las doce las facultades, los tres institutos y todas las dependencias de la casa de estudios. Para Noelia Figueroa, una de las referentes del protocolo, el escrache de Arquitectura funcionó porque apuntó a un problema de base en la institución.
En primera persona
En junio de 2017 Camila (nombre de ficción para preservar la identidad de la chica) cursaba el teórico de la cátedra Materialidad Edilicia de tercer año de la carrera de Arquitectura. En el salón había cerca de 300 alumnos. El docente al frente de la clase alzó la figura de un cono con un hilo y preguntó qué era. Camila levantó la mano: “Es un rombo, perdón, quise decir un trompo”, dijo. El docente se acercó y le respondió al oído: “Te aseguro que si te meto esto por el culo te duele más que un rombo”. Y siguió con la clase.
Camila quedó desconcertada. Sus compañeros también escucharon al profesor. Algunos le dijeron que lo denunciara, otros que esperara a rendir la materia, y otros simplemente se rieron.
“Un consejero estudiantil me dijo que tenía que irme de la cátedra. Yo había perdido la dimensión de la gravedad. Muchos decían que estábamos sensibles con estos temas. La mayoría lo naturalizó”, contó la estudiante.
Camila se cambió de turno y, acompañada por la presidenta del Centro de Estudiantes, fue hasta el Instituto Municipal de la Mujer y denunció al profesor. Días después, habló con la docente y una de las autoras del protocolo que funciona en Ciencia Política, Noelia Figueroa, y envió una nota al decano de la facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño. También habló con el área de Secretaría Estudiantil y denunció al docente. Camila se reunió con personal del área de Derechos Humanos y con el decano. La denuncia llegó hasta Rectorado. En octubre la citaron a declarar y un mes después llamaron al docente. También a los compañeros de clase como testigos.
En las redes
En febrero de este año, Camila leyó en Facebook que una compañera había pasado por una situación similar con otro docente de la misma cátedra. La contactó y le contó su experiencia. Tres meses después el hashtag #Cuentalo se viralizó en Twitter. Otra alumna posteó un hecho con los docentes de la cátedra. Las chicas le respondieron y otras tres estudiantes de Arquitectura se sumaron a la conversación virtual. Armaron un grupo de Whatspp y se reunieron para hablar sobre lo que les pasó. Organizaron una asamblea pública en la facultad, con agrupaciones sociales y políticas, para debatir cómo visibilizarlas. En la reunión, surgió la idea de pegar carteles en las paredes de los pasillos con las frases y los nombres de los docentes que las habían dicho. Todos pertenecían a la misma cátedra.
“Quisimos visibilizarlo dentro de la facultad para prevenir. No nos imaginamos la repercusión que tuvo. Al día siguiente nos llamaron de un medio y a la semana fue tapa de Clarín. No dimensionamos lo fuerte de la acción”, contó Camila.
Las chicas se reunían cada 15 días para acompañarse y organizar acciones. Filmaron un video para las redes sociales donde leían las frases escuchadas por los docentes. Diseñaron un logo que las identifique e invitaron a otras chicas a denunciar. Cada una lo compartió a través de sus redes sociales personales. En junio hicieron una intervención en los pasillos de la facultad: colgaron siluetas de personas a las que le escribieron frases de acoso junto con un collage con publicidades sexistas. En las caras pegaron espejos “para que las personas se vean reflejadas”. Los escraches fueron anónimos y la facultad preservó la identidad de las chicas que denunciaron.
“Al principio me costó. Hice sacrificios que las personas no saben. Cuando se visibilizó, sentí que valió la pena y me fortaleció”, dijo Camila.
La asesoría jurídica de la facultad separó al docente del cargo hasta que un tribunal académico se expida. Las sanciones van desde una amonestación hasta la expulsión de la Universidad. Camila dijo que existe una restricción para que el docente no pueda circular en zonas comunes, pero ella lo volvió a cruzar por los pasillos al menos unas tres veces más.
“Estoy a favor del escrache para prevenir y dejar de naturalizar situaciones. Hasta que otra persona no te dice que eso está mal, lo ves como algo normal. Si el escrache es con nombre y apellido tiene que haber una denuncia para respaldarlo, si no te puede jugar en contra. Hay que tener precauciones antes de hacerlo. No es postear algo y que quede en la banalidad de una red social”, concluyó.
Más denuncias
La Asesoría Jurídica de Arquitectura recibió otras denuncias por acoso, además de la de Camila. “Hay dos docentes y un no docente apartados de sus cargos por comentarios lascivos hacia las chicas. Uno tiene testigos y otro no, pero el protocolo nos permite creer en la denuncia y continuar avanzando”, señaló Joaquín Gómez Hernández, coordinador del área de Derechos Humanos.
Tres semanas después de las denuncias, el Consejo Superior aprobó el protocolo que el área de Derechos Humanos había presentado en febrero de 2017. Atenderá las denuncias y buscará proteger a las víctimas con una serie de medidas como poder cambiar de cátedra sin perder la regularidad y restringir la circulación de los docentes en lugares comunes. El 1° de noviembre cierra el llamado a concurso para designar a una persona a cargo del área.
“Desde el área de género y derechos sexuales trabajamos para armar un protocolo que nos permita contener a víctimas de abuso o acoso, hacia la paridad y la visibilidad de la producción de las mujeres. Esperamos tener una coordinadora mujer que lo lleve adelante para que cualquier persona pueda denunciar y preservar su intimidad”, explicó.
Cuéntalo en Medicina
Una semana después de los escraches en Arquitectura, un grupo de estudiantes de Medicina creó una cuenta de Instagram llamada Cuentalo.fcm donde escracharon a docentes de la Facultad de Ciencias Médicas, Fonoaudiología y Enfermería por violencia de género y acoso.
Desde la Facultad de Ciencias Médicas aseguraron que no hubo denuncias formales contra los acusados. “Algunos docentes mencionados en los escraches solicitaron, mediante notas a mesa de entrada, que les notifiquen si había denuncia formal en su contra. Preguntamos en todas las áreas y no hubo ninguna”, informaron desde la facultad y dijeron que desde la comisión de género los citarán para hablar sobre las acusaciones. También habilitaron un correo electrónico para consultas o denuncias.
“Seguimos trabajando para consolidar la secretaría de género. El protocolo está en marcha. Ante cualquier situación las personas pueden dirigirse a la facultad y pedir una reunión con la comisión de género o secretaría estudiantil. También tenemos un convenio con la secretaría de Derechos Humanos de la provincia para acompañamiento. La tarea que hacemos es preventiva. Buscamos trabajar con los ciudadanos universitarios para que puedan identificar la violencia de género, hablar de las situaciones de cada área, difundir y prevenir”, agregaron desde la casa de estudios.
Prevención
Noelia Figueroa es docente y una de las autoras del protocolo para atender y visibilizar situaciones de violencia de género que funciona en la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. El texto sirvió como modelo del documento que la UNR aprobó para todas las casas de estudio semanas después de las denuncias en Arquitectura y Medicina.
“El Cuéntalo en Arquitectura habló de situaciones sistemáticas y anónimas que habían escuchado varias personas. En Medicina, en cambio, denunciaron a una persona en particular. Desde la militancia acompañamos a las chicas pero vemos que, muchas veces, el escrache se les vuelve en contra y las denuncian a ellas por calumnias o injurias y tienen que pasar por el proceso judicial que quisieron evitar”, contó Figueroa a El Ciudadano.
Para la docente las acciones deben apuntar a situaciones sistemáticas y colectivas. “Dudamos del escrache porque está más cercano al cartel de buscado. Si señalamos de forma individual ocultamos el carácter estructural de las situaciones que no se resuelven acusando. El abordaje punitivista no cambia la desigualdad. Lo vimos con Nahir Galarza cuando después de pedir castigo lo aplicaron contra una mujer. Proponemos intervenir con acciones que impacten en la sociedad, en los cursos, o en los grupos de amigos para marcar límites y generar una transformación en las relaciones en términos de prevención”, concluyó Figueroa.