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Con sello femenino y nacional

De la mano de “Sueño Florianópolis” de Ana Katz comenzó el evento internacional que contó con premios a la trayectoria para Narcisa Hirsch, Lucrecia Martel y Mercedes Morán. En los discursos de apertura se hicieron oír varios reclamos, entre ellos, el del recorte de presupuesto en Cultura

Organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), el 33° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, comenzó oficialmente el sábado en dicha ciudad balnearia. Con más austeridad en su puesta, acorde a los tiempos que corren pero con ingenio y creatividad para poner en valor un encuentro, el más importante del continente y único Clase A. La película encargada de dar el puntapié inicial fue Sueño Florianópolis de la directora argentina Ana Katz.

La amenaza climática durante toda la tarde, a diferencia de 2017 donde no perdonó, permitió que la velada se realizara según lo planeado. No obstante el diluvio porteño impidió que algunas figuras como las célebres cineastas Narcisa Hirsch y Lucrecia Martel, entre otros invitados, pudieran llegar a la gala.

El ánimo generalizado durante la noche del sábado dentro de la sala principal del Complejo Auditorium no fue de fiesta. Los discursos tampoco lo hicieron enfático, más allá de resaltar como hecho relevante (y sí, muy celebrado) que el festival pudiera haberse concretado después de algunos recortes. Un amplio sector del colmado auditorio, en desacuerdo con las políticas nacionales de Cultura, mostró su malestar cuando le tocó dar la palabra al Secretario de Cultura Pablo Avelluto: la catarata de abucheos empañaron el acto inaugural con acusaciones cruzadas en una presentación con relevante tono de actualidad que también incluyó expresiones sobre el debate por la paridad de género en el cine, y la necesidad de apostar a un cine “como elemento de batalla”, como dijo Ana Katz en una intervención donde, además, dijo que el Incaa debe promover películas “que se hagan preguntas que ayuden a la libertad porque de esas películas se construye nuestra identidad cinematográfica”.

Con la conducción de la periodista Gabriela Radice, la noche comenzó con agradecimientos a Francia como País Invitado de Honor y siguió con los discursos oficiales.

“Es bueno que chiflen porque quería hablar exactamente de eso”, fueron las primeras palabras de Avelluto apenas salido al escenario. Comenzó celebrando una nueva edición, pero no pudo terminar la frase ante los gritos y silbidos: “Lo hemos mantenido contra viento y marea (el festival) al igual que la política de Estado. Quiero decir que este año hemos tenido récord de rodajes y…”.

“¿Se acuerdan cuándo vivíamos en una sociedad democrática y nos escuchábamos unos a los otros?”, respondió Avelluto lo que, lejos de calmar los ánimos logró el efecto contrario. Ante una catarata de insultos de distinto tenor quiso continuar hablando sobre los cambios en el Incaa “en materia de transparencia”. Visiblemente afectado logró continuar por algunos segundos: “Yo sé que tenemos diferencias, que en muchas cosas pensamos distinto pero el cine nos importa a todos”. Y cerró: “Quiero que sepan que por encima de cualquier grieta o cualquier punto de discrepancia, todos queremos que nuestro cine siga creciendo y visto por muchísimos espectadores. Por eso existe este festival extraordinario”.

En un breve discurso, el histórico y honorario presidente del festival José Martínez Suárez celebró la convocatoria: “Es un orgullo ver una sala de esta naturaleza no sólo por la cantidad de gente que hay sino por la calidad de la gente”, expresó antes de dar la bienvenida “a todos los cinéfilos” y decir que “el festival 33 es el mejor que hicimos”.

La ceremonia continuó con un homenaje a Jean-Pierre Léaud (quien este martes estará brindando una conferencia pública), a través de escenas del clásico Los 400 golpes, una de las siete películas del François Truffau en las que participó y que le valieran un reconocimiento mundial y el título de mito vivo y símbolo del cine de autor.

En las antípodas del frío discurso en inglés, que Peter Scarlet antiguo director artístico del festival pronunciara en la apertura del último festival en 2017, este sábado, la flamante autoridad, la cordobesa Cecilia Barrionuevo, una de las grandes elecciones y aciertos de la presente edición dijo, en lenguaje inclusivo, y al presentar a los programadores, que a todos los une un amor por el cine “y la concepción de que debemos, ante todo, defender la libertad de los cineastas, apoyar y dar lugar a las películas para que puedan encontrarse con el público”. Y subrayó que el cine “no es mero entretenimiento sino un terreno de diversidad y reflexión sobre el mundo que no debe tomarse a la ligera. Es un estado del arte que frente a este mundo en conflicto propone otros mundos posibles. Y celebramos en tiempos de revuelos un cine humanista y plural. Un cine que se compromete en la construcción de contextos más igualitarios”. En sintonía anunció que este año, por primera vez en su historia, el festival organizó un espacio para deliberar en torno de las desigualdades en el cine entre mujeres del sector: “Actrices, directoras y productoras serán parte del primer Foro de Cine y Perspectiva de Género”.

Premio Astor a la trayectoria

Ante un auditorio colmado, el festival homenajeó a tres mujeres sobresalientes en sus carreras, “por su talento, por ser pioneras y conmover con su obra», Narcisa Hirsch, Lucrecia Martel y Mercedes Morán.

De las tres mujeres, la actriz de 63 años, protagonista de Sueño Florianópolis, la única presente agradeció y dijo sentirse emocionada de recibir este premio a la trayectoria: “En un sentido es precioso y en otro habla de que se recorrió un largo camino”, bromeó y afirmó que le puso feliz que el festival se realizara: “estuve muy preocupada todo el año temiendo que los enormes recortes presupuestarios en la cultura cayeran en el festival”, dijo entre ovación y dedicó el reconocimiento a las mujeres: “por todas las que luchan. Que se haga realidad este deseo por la igualdad”.

Función de apertura: «Sueño Florianópolis»

Con Mercedés Morán y Gustavo Garzón en los roles protagónicos, ambos presentes en la ceremonia , el film narra las desventuras que le suceden a una familia disfuncional de clase media argentina que decide volver a vacacionar junta en un destino donde, hace una década, fue feliz. La actualidad es otra, el tiempo y las pulsiones, un enemigo y un aliado que marca permanentes tensiones.

La primera escena muestra a Lucrecia (Mercedes Morán), Pedro (Gustavo Garzón) y sus dos hijos adolescentes Julián (Joaquín Garzón) y Florencia (Manuela Martínez) arriba de un Renault 12 Rural rumbo a Florianópolis que se queda sin combustible en medio de la ruta. El viaje es eterno y accidentado. La casa alquilada desde Argentina, no resulta ser lo que esperaban y sin otro plan salen al auxilio de una pareja (interpretada por Andrea Beltrão como Larisa y Caio Horowicz como César) que les ofrecen morada en un espacio inóspito. Allí encontrarán una puerta abierta que cruzarán para recuperar algo de ese deseo perdido que ahora se manifiesta en tentaciones sexuales.

Lucrecia y Pedro son psicólogos, viven separados pero parecen, intermitentemente, querer reorganizar sus vidas en torno al deseo de antaño mientras que sus hijos adolescentes buscan sus propios experiencias entre el primer amor y las ansias de independencia y emanicipación.

Los personajes de Katz son honestos y por ende contradictorios: Desean, sufren, aman. Sueño Florianópolis, ambientado en los 90, también habla de la familia como espacio en decadencia y se apoya en la comedia con tintes dramáticos y acertados pasajes de humor para contar una historia que en un nivel resulta divertida y pasatista, y que en otro, sirve para hablar, ahondar, indagar y hasta esbozar salidas ante la pregunta implícita de qué hacer, o mejor, cómo accionar ese cambio que permita poner en marcha la vida (y los deseos) ante el irremediable paso del tiempo: “La vida es corta”, parece ser la respuesta que enuncia Lucrecia antes de liberar sus acciones, en una historia donde florece el primer amor, el sexo, los encuentros y las alegrías fugaces pero también las nostalgias de lo que se termina y no volverá.

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