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La lucha contra el recurso a la violación como arma de guerra debe comenzar en tiempos de paz con un cambio en la manera de concebir las relaciones entre hombres y mujeres, considera el médico congolés Denis Mukwege, laureado con el Premio Nobel de la Paz.
El ginecólogo de 63 años recibirá hoy en Oslo, junto a la yazidí también galardonada Nadia Murad, ex esclava de los yihadistas, un nobel que recompensa “sus esfuerzos para acabar con el recurso a las violencias sexuales como arma de guerra”.
El hombre que repara a las mujeres –título de un documental sobre el médico congoleño– muestra cómo fundó en 1999 el hospital de Panzi en Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), un país víctima de la violencia crónica.
“Hay que trabajar en tiempos de paz ya que es en tiempos de paz cuando los hombres forjan una mirada negativa, dominadora, no respetuosa, sobre las mujeres”, lo que conduce a las peores atrocidades cuando llega la guerra, señala Denis Mukwege en una entrevista antes de la ceremonia de entrega del premio.
“La violencia que se ve en los conflictos armados es la prolongación de la violencia que se ve en las sociedades apaciguadas”, resalta.
Romper el tabú
Queda un largo camino por recorrer, según él, incluso en los países más desarrollados en materia de paridad. En Francia, recuerda, una mujer es asesinada por su pareja cada tres días.
En su opinión, la solución requiere un “trabajo de fondo” en las mentalidades en los centros escolares y universitarios, en el seno de la familia, y a nivel judicial, luchando contra la impunidad.
“Debemos cambiar la masculinidad, pasar de la masculinidad tóxica, dominadora a una masculinidad positiva que promueva la igualdad entre hombres y mujeres”, afirma.
El médico congoleño celebra los movimientos como #MeToo que han permitido arrojar luz sobre las agresiones sexuales: “Estoy muy contento de ver cómo se rompe el silencio. Esto, es una etapa final. Hay que romper el tabú de la violación”.
Mujeres, niños e incluso bebés de solo unos meses. En dos décadas, su hospital de Panzi ha tratado a más de 50 mil víctimas de violencias sexuales.
“La punta del iceberg –dice Denis Mukwege– son las mujeres que han podido desplazarse hasta el hospital pero, a menudo, las hay que no pueden o que no se han podido encontrar”.
“Cuando no luchamos contra un mal, es como un cáncer, se dispersa en la sociedad y la destruye por completo”, lamenta.
Bebé violado
Las violaciones, aunque disminuyeron en 2015, aumentaron según Mukwege en 2016, después de que el presidente Joseph Kabila aplazara las elecciones que se celebrarán finalmente el próximo 23 de diciembre.
Según el médico, este repunte de violencia tiene como particularidad víctimas cada vez más jóvenes, niños en el “6% o 7%” de los casos.
Los ojos de este hombre imponente se humedecen cuando recuerda al primer bebé que tuvo que tratar.
“Cuando ves a un bebé inocente sangrando con los órganos genitales desgarrados, te haces preguntas sobre la humanidad”, confiesa. “En mi vida, jamás he estado tan perturbado, tan impactado, no tengo palabras”.
Denis Mukwege se encontraba en plena operación el 5 de octubre cuando se enteró de que había ganado el Nobel, compuesto de una medalla de oro, un diploma y un cheque de 9 millones de coronas suecas (872.000 euros, 993.000 dólares).
Un premio compartido con Nadia Murad, portavoz de la lucha contra la violencia sexual después de haber sido, como otras miles de mujeres yazidíes, reducida a esclava sexual por el grupo yihadista Estado Islámico tras una ofensiva en Irak en 2014.
“El Premio Nobel me encontró en la sala de operaciones”, dice Mukwege. “Voy a intentar quedarme ahí (en la sala de operaciones) el mayor tiempo posible”, concluye.