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Análisis político: diciembre contra diciembre

Cada nuevo diciembre se enfrenta a otros diciembres. Mayormente, a los del pasado reciente. Eso es así al menos desde el primer año del nuevo milenio. Desde aquel diciembre de 2001, de una crisis que colocó al borde de la desintegración al país y a su régimen político

Por Gabriel Rafart (*)

Cada nuevo diciembre se enfrenta a otros diciembres. Mayormente, a los del pasado reciente. Eso es así al menos desde el primer año del nuevo milenio. Desde aquel diciembre de 2001, de una crisis que colocó al borde de la desintegración al país y a su régimen político. Hablamos de un momento en que se expuso un Estado en bancarrota, pero con suficientes instintos para ejercitar una violencia desbordada y asesina. Todo dentro de un tiempo para la impugnación de la política cartelizada en una década de política neoliberal. Esa que había hecho estragos en la sociedad.

Aquel diciembre promovió respuestas extremas, de movilizaciones inorgánicas y voces contradictorias. Con una parte del mundo social incubando la idea de una imposible revolución social y política. Mientras tanto, desde otros sectores, se resguardaba el patrimonio devaluado, y estuvieron quienes se anticiparon retirándose a paraísos fiscales. Hubo lugar para la expresión del individualismo exacerbado, insolidario, de un sálvese quien pueda y como se pueda. También de experiencias fraternales.

Es cierto que en aquel diciembre predominó la desesperanza, aunque no el silencio. El balance de ese diciembre fue de furia.

No cabe duda de que hay elementos que fueron arrastrados a este diciembre de 2018, mayormente el individualismo y la conversión de los ganadores económicos en élite política, igual que la promoción de la desesperanza y de mucha desmemoria. Ello puede explicar la ausencia de respuesta callejera del diciembre último. Lo común, en todo caso, es la continuidad de una democracia del tipo Alzheimer, actuada y vivida mayormente por las nuevas élites políticas. Hablamos de esos nudos de “olvido” muy propios de 2001, que llevaron a los reflejos autoritarios como la utilización de la figura del estado de sitio junto a la violencia policial para responder a la protesta social. Esos olvidos parecen mantenerse vigentes y explican en parte la modesta respuesta del campo gremial y social ante un modelo económico y social que como en el pasado priva a trabajadores y clases medias de recursos y derechos.

Posiblemente estemos más cerca de aquel diciembre de lo que se estima. Aún así, finalizado el año parece que la comparación apunta más al futuro que a ése y a otros pasados. De allí que se intenta establecer alguna perspectiva positiva para pensar el diciembre que aún no llegó y recién alumbrará dentro de once meses.

Sin duda este diciembre resultó “atípico”. Todo parece módico, igual que el bolsillo de las clases populares. Incluso en lo ocurrido en las calles. Sólo mirar lo sucedido hace un año cuando el Congreso aprobaba una reforma para el mundo de los jubilados. Lo “atípico” también puede apreciarse respecto de la productividad gubernamental que, exceptuando la reunión de líderes mundiales en Buenos Aires, el resto ha sido por demás limitado.

Diciembre de 2018 también debe compararse con lo ocurrido en el mismo mes de 1983, con la instalación del primer gobierno elegido popularmente después de la última dictadura. Transcurrieron 35 años de una democracia que puede dimensionarse por el cumplimiento efectivo de cada turno electoral. Tanto tiempo parece haber cerrado el pasado de democracia entrecortada que marcó la mayor parte del siglo XX. Hasta aquí el diciembre de 2018 vale por cristalizar el horizonte de estabilidad de la democracia electoral. La conmemoración de la llegada de Raúl Alfonsín a la presidencia por el actual mandatario frente a alumnos de algunas escuelas primarias porteñas, en un tono coloquial y vacuo, revela otro rasgo de este módico diciembre, además del desgano y falta de compromiso con los desafíos de aquel tiempo. Desde ya que en aquel acto escolarizado nada se dijo acerca del momento autoritario que comenzaba a cerrarse. Tampoco se sumaron nuevos conceptos en la cerrada ceremonia de homenaje al mismo Alfonsín desarrollada en el interior de la Casa Rosada. Asimismo, la falta de grandes actos que dieran la palabra y recordaran la labor de quienes hicieron mucho por la construcción de la democracia también muestra el actual proceso de despolitización que se hace tanto del concepto como de la práctica democrática. Para el actual equipo de gobierno sólo vale la construcción elitista y desmemoriada de la democracia.

Finalmente, nadie duda que en el próximo diciembre tendremos un nuevo momento para un recambio pacífico de los ocupantes de la casa presidencial y del cuerpo legislativo nacional, además de los restantes gobiernos locales. El diciembre político actual pareció vacío, distante de las convulsiones que suponen una sociedad dañada y afectada por la actual recaída al neoliberalismo.

 

(*) Historiador. Profesor de la Universidad Nacional del Comahue. De vaconfirma.com.ar

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