Las altas temperaturas, la humedad y la sospecha de toxinas en la comida como un factor de predisposición causaron la muerte de un millar de bovinos en al menos cuatro feedlots de Santa Fe a comienzos de este 2019. Los casos, que comenzaron «por goteo» y se aceleraron con el correr de las horas, se detectaron en las localidades de Chañar Ladeado y Cafferata.
El fenómeno, formalmente atribuído a estrés por calor de los animales, pone también sobre el tapete el sistema de «engorde a corral» que se extendió en el país como contraparte ganadera del avance de los cultivos genéticamente modificados y uso de agroquímicos en la agricultura.
Profesionales que trabajan para los productores atribuyeron la muerte repentina de unos mil novillitos de entre 250 y 300 kilos al calor como causa principal. Análisis biológicos y químicos agregaron como factor la presencia de un hongo en semillas de festuca, uno de los pastos que se usan en la alimentación de los animales.
Ramiro Aramburu, veterinario de la zona y director de la consultora que ofrece servicios a uno de los feedlots afectados, explicó que el problema empezó el 1o de enero.
Un empleado del establecimiento que asesora encontró 50 animales muertos al iniciar su jornada laboral. Comprobaron que todos los animales sufrían estrés por calor. “Llamamos a los bomberos para que nos ayuden a bañar la hacienda. Ahí vimos que otros establecimientos también tenían problemas, y empezamos a hacer análisis», narró el especialista al portal Agrofy News.
El profesional evaluó que el “factor determinante” fue la jornada de temperatura extrema del primer día del año. No es el única, aclaró al sitio Somos Campo: sospechan que se suma como factor “predisponente” un alimento derivado de los descartes de molinos o cervecerías llamado “barrida”, que consumieron los animales de al menos tres corrales afectados.
La hipótesis que ahora investigan en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNR, con sede en Casilda, es que contenía una toxina producida por un hongo –claviceps purpurea, conocido como cornezuelo– que suele atacar a la semilla de festuca.
Personal de la Facultad tomó muestras de los alimentos y restos de los animales para hacer los estudios de toxicidad en la materia prima, el hígado, pulmón y corazón de los bovinos muertos. Los resultados tardarán unos días, por lo que hasta el momento no hay conclusiones certeras.
Lo que buscan determinar es si hubo un mecanismo de potenciación entre los efectos adversos de las altas temperaturas y la toxina en el forraje.
“Hay que tener mucho respeto al calor y adaptarse a las altas temperaturas, modificando la rutina de la alimentación. Cuando se superan los 30 grados, el animal no puede defenderse del calor y suceden este tipo de problemas”, explicó el veterinario Aramburu.
Por goteo primero, rápido después
La secuencia comenzó el 1° de enero, aunque entonces no parecía lo que fue.
“Esta semana habíamos arrancado con altas temperaturas y empezamos a ver muertes en goteo. Eran una o dos por día, sobre todo en horas pico de calor, a las tres de la tarde. Hasta ahí, se hacía la necropsia y encontramos que eran muertes por estrés por calor. No se encontraba nada más. Consultamos con otros feedlots y tenían los mismos números, dos o tres muertes, que es un porcentaje muy bajo”, repasó el veterinario.
Pero se multiplicaron los casos y se prendió la señal de alarma. Convocaron a la Facultad para completar los análisis patológicos de los animales y del alimento. Y a los Bomberos Voluntarios de las dos localidades más cercanas a los corrales para que rociaran con agua a los animales que habían quedado vivos pero en extremo debilitados. Con ellos colaboraron vecinos y hasta aplicadores de agroquímicos, ahora cargados con agua para refrescar a los novillos.
Después fue la tarea de incinerar los cadáveres, que se apilaron de a cientos.
«Las causantes fueron dos factores: el determinante que es el calor sumado a la humedad y temperatura, y el predisponente que es un hongo que puede tener la semilla de festuca en la barrida, dando una posible festucosis en el corral. Creemos que el diagnóstico es ese, pero la causa es la muerte por estrés por calor”, estimó el profesional.
La zona de los corrales de engorde afectados, las localidades de Cafferata y Chañar Ladeado, está a menos de 10 kilómetros de la frontera con Córdoba. El cambio de año la encontró con una temperatura máxima de 36 grados y una térmica de 42, junto a una humedad por encima del 90 por ciento.
Bajo la lupa
Los feedlots son establecimientos donde se concentran grandes cantidades de animales en espacios muy limitados para engordarlos con destino a la faena.
La proliferación de los feedlots es consecuencia, en gran medida, del avance de la frontera agrícola al compás de la mayor rentabilidad de los cultivos transgénicos.
Ese paquete contempla modificaciones genéticas para que las plantas sean más resistentes a condiciones de suelo y clima rigurosas, y va de la mano del uso intensivo de agroquímicos para matar malezas y plagas a los cuales las plantas son, en principio, inmunes. Por se avanza en la siembra sobre regiones antes desfavorables que ocupaba el ganado. El caso emblemático en la Argentina es el de la soja.
La ganadería se desplazó así a zonas menos fértiles o marginales. En la zona de Rosario, un ejemplo es el humedal de las islas del Paraná.
Y ahí crecieron los feedlots, versión extrema de los viejos corrales de engorde. El ganado no come los pastos naturales como ocurre en la llamada ganadería extensiva, o se desplaza en busca de plantas forrajeras como la alfalfa. Reside en espacios mínimos y le dan alimentos balanceados a base de maíz, soja y otros suplementos. También, les suministran antibióticos hasta en forma preventiva, ya que el hacinamiento amenaza con estragos ante la aparición de una enfermedad.
Fuentes de la Facultad de Veterinarias de la UNR recordaron, ante la consulta de El Ciudadano, que allí se elaboraron informes sobre el grave riesgo sanitario de estas prácticas: la resistencia de las bacterias.
Estados Unidos y varios países de Europa tomaron conciencia de los riesgos de este sistema de «terminación» del animal y lo someten a regulaciones estrictas. El peligro de contaminación ambiental y los problemas sanitarios que puede generar la concentración de una gran cantidad de ganado en pequeñas superficies es el eje.
«La carne bovina producida en sistemas pastoriles presenta importantes ventajas respecto de los intensivos. Estas ventajas se presentan en aquellos aspectos de mayor interés por parte del consumidor como lo son la seguridad alimentaria, la salud y los factores relacionados con el buen trato al animal y la contaminación y conservación del ambiente», es parte de la conclusión de un informe del Inta de 2007.
Varios estudios del organismo estatal coinciden en que la producción a pasto y a campo abierto que caracterizaba a la Argentina hasta la irrupción de los cultivos transgénicos y el desplazamiento territorial de la ganadería tenía ventajas sustanciales en materia de bienestar animal. Le permitía al vacuno una vida más acorde con su naturaleza y un comportamiento normal.
Uno de los informes alerta: «Nuestro país se aleja cada vez más de la producción a pasto y cae a un ritmo vertiginoso en el modelo del feedlot mientras los campos se cubren de soja. Sólo queda, para un sector selecto de la exportación, la posibilidad de trabajar con carne a pasto, mientras que el grueso del consumo interno (sobre todo en las grandes ciudades) es abastecido por las carnes de feedlot«.
Otros estudios, provenientes de los mismos productores, dan cuenta de la cara oculta del esquema: «La transición entre el ambiente de origen del ternero y su arribo a un engorde a corral es el momento de mayor estrés en su vida. La separación de su rodeo, y de su madre en particular, privación de alimento y agua durante el transporte y/o tiempo en remate feria, fatiga y deshidratación, trabajos de manga, nuevo orden social, exposición a patógenos, etc. son todos elementos de estrés experimentados por los terneros recién llegados a un feedlot», avisa uno de esos textos.
Un segundo informe, Evaluación de las prácticas ganaderas, del IPCVA (Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna Argentina), concluye que entre el 40 y el 66 por ciento de los animales faenados en frigoríficos presentaban magullones y golpes y que esta pérdida equivalía a 14 millones de kilos de carne por año.
Un tercer análisis agrega: «El problema es que este estrés de origen debilita su sistema inmunológico (baja las defensas), lo que sumado a un nuevo ambiente y a alimentación, aumenta el riesgo de que el animal contraiga enfermedades. Si a eso le sumamos polvo o barro, o inclemencias del tiempo (lluvia, llovizna, frío o calor) aumenta más la posibilidad de contraer enfermedades, sobre todo respiratorias».
«Cuando hay hacinamiento aumenta el estrés, es un clásico en la salud animal, tanto en vacunos como en cerdos, gallinas y pollos. El límite entre el hacinamiento y el bienestar animal es muy fino. Cuando lo rompiste, los animales son susceptibles a cualquier tipo de afecciones», reforzó el profesional de Veterinarias consultado por este medio.
El especialista enfocó otro problema: la calidad de la carne de animales criados a corral. El hacinamiento y la inmovilidad produce una grasa menos saludable para el humano, los residuos de antibióticos y hasta hormonas de crecimiento, que están prohibidas, pero se aplican. Estos aspectos, también, están documentados en numerosos trabajos del Inta.