Osvaldo Pellin (*)
En plena Guerra Fría y con la vigencia de la doctrina de la seguridad nacional, se extendió la frase “idiotas útiles”, dirigida a aquellos progresistas y democráticos que no militaban ni en las filas comunistas ni a favor de las del imperio norteamericano, pero trataban de pensar objetivamente.
Dicho de otro modo, eran idiotas útiles aquellos que marcaban los atropellos del imperio norteamericano en Latinoamérica y solían defender los logros que la Unión Soviética (URSS) había alcanzado en su Revolución.
Además, habría que atribuir al espíritu y la práctica de la neutralidad en las dos guerras mundiales por parte de la Argentina, esa propensión a mostrar una personalidad independiente en política internacional. Paradigma que el gobierno de Mauricio Macri y antes el de Carlos Menem, se encargaron de menoscabar.
Pero los que sostenían esa ecuanimidad de juicio eran sospechados de estar de acuerdo con un régimen que acotaba los límites de la libertad política, derogaba el derecho de propiedad privada y permitía la existencia de un régimen político en el que era legal un solo partido: el Partido Comunista.
Fue una época donde el debate filosófico se centraba entre la importancia de los derechos del individuo vigentes en Estados Unidos y los derechos sociales predominantes en la URSS, como si hubiese competencia entre un tipo u otro del goce de la libertad y no debieran estar, por el contrario, complementados.
Aquellos que optaban por una posición a favor del lado oriental de la “Cortina de Hierro”, eran los idiotas útiles porque con su actitud favorecían el crecimiento en sus propios países de las ideas de izquierda, que estaban del lado de la URSS. Posición, obviamente, demonizada por los medios, la embajada norteamericana y los dirigentes políticos de la derecha.
Hoy los idiotas útiles responden a un epíteto que podría expropiarse con total legitimidad a aquella derecha, para aplicárselo a quienes simpatizan con la actual derecha. A los que aun siendo perjudicados largamente por las políticas del macrismo, siguen manifestándole su adhesión.
En aquellas primeras épocas, cuando fuera acuñado el término, si se quería evitar ser tildado de idiota útil había que omitir una posición equidistante, y tolerar sin discutir o bien discutir e ir preso, ante la pérdida de derechos políticos, como eran las proscripciones electorales, la censura y la irrupción de golpes militares que impedían la continuidad democrática. Había que opinar igual a como ordenaban los autoritarios.
La consecuencia fue que los movimientos nacionales y populares como el peronismo estuviera proscrito por 18 años, y los beneficios de sus políticas fuesen reemplazadas por otras que significaban la entrega del patrimonio nacional y el desempoderamiento de derechos. Tal cual vuelve a instalarse actualmente en la República, de la mano del neoliberalismo macrista.
Sin embargo, el elemento decisivo de este devenir histórico no ha sido un golpe militar sino la llegada al poder de la ultraderecha por medio de los votos de la ciudadanía.
En este 2019 recién comenzado, el país volverá a elegir presidente. Cabe preguntarse si las mayorías habrán reflexionado acerca de lo padecido como para rechazar la opción neoliberal, generadora de los males mencionados.
La Argentina, luego de tres años de gestión de Macri, está casi destruida.
Todo el aparato estatal, que somos todos nosotros, ha sido asaltado mediante un saqueo y una deuda externa impagable, que compromete a varias generaciones.
¿La sociedad argentina volverá a inclinarse por sus verdugos, haciéndose merecedora, ahora por vocación, del sobrenombre de “idiota útil”?
No lo mereció cuando buscaba darle racionalidad a un dilema cuyos términos eran proscripción o democracia. ¿Lo merecerá ahora, cuando los términos antitéticos son: sometimiento o soberanía nacional?
En definitiva, lo que parece estar en juego es la búsqueda de la autonomía nacional, o dicho de otra forma, el modo de tomar las mejores decisiones en base al consenso popular para beneficio del país, pese a que nunca como ahora se la vio -a la autonomía nacional- más cercenada, más dependiente y menos posible.
Queda en manos de la sociedad nacional resolver qué camino querrá tomar.
(*) Médico. Ex diputado nacional por el Movimiento Popular Neuquino, afiliado después al Partido Socialista y colaborador de Guillermo Estévez Boero. De vaconfirma.com.ar.