Cuando fue designado Diego Maradona como seleccionador argentino nadie debe haber pensado que llegaría el tiempo del trabajo profundo, de base, con proyectos e ideas. Lo de Diego siempre fue talento e improvisación, y ese carisma tan particular que lo hace tanto amar como odiar (basta leer la felicidad que denotan los portales españoles con el triunfo alemán). Hoy, analizar profundamente la suerte de Argentina no tiene valor. Argentina se topó contra un equipo sólido y perdió porque siempre se apoyó en sus individualidades. Punto y aparte.
Nunca fue un conjunto compacto, con respaldo de base, jamás se armó algo alrededor de Messi. Y Lio está criado en Europa y se fue de manera similar a la de Cristiano Ronaldo, las cosas no salieron y listo. No fue, ni por aproximación, el Diego del 86. Algo que el propio Maradona no supo ver a tiempo.
Hoy no hizo cambios y la presencia de Otamendi se hizo insoportable para la vista de cualquier futbolero argentino, y fue un placer para el técnico alemán que le tiró con Podolski encima. Pero Diego confiaba en él, y lo puso. No es tiempo para críticas. Argentina perdió de la peor manera, por goleada ante un rival impiadoso que no dejó espacios siquiera para el clásico: «si hubiera…..convocado, cobrado, entrado, jugado, etc…..».
Ahora llega el tiempo de la reflexión. Julio Grondona ya se sacó de encima la presión que significó un Maradona pidiendo su chance a gritos. Tiene contrato hasta la Copa América 2011, que justamente se jugará en Argentina. No debemos caer en el engaño, ganar la Copa América no jerarquiza a la Argentina. Que la razón se imponga al corazón, Maradona ya fue. Sin trabajo no hay futuro.