Macarena Sánchez es futbolista, santafesina y feminista. Como la mayoría de las mujeres que juegan al fútbol, empezó desde chiquita a practicar con varones. Delantera y goleadora. Combina los entrenamientos con la militancia -entre otras cosas- por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Es estudiante de Trabajo Social de la Universidad de Buenos Aires y hasta hace unos días, jugadora de la UAI Urquiza, uno de los equipos que siempre se ubica entre los primeros puestos de la tabla en los torneos de la Primera A de AFA.
El lunes por la noche publicó en sus redes sociales un comunicado de prensa en el que apunta contra la dirigencia del club tras la decisión de desvincularla de sus funciones, dejándola sin trabajo, como mínimo, por los próximos seis meses.
El despido, del que Sánchez fue notificada el 5 de enero por medio del director técnico del plantel previa reunión con la dirigencia, se produce a mitad del torneo, razón por la que la delantera no podrá ser inscripta por otra entidad hasta la apertura del próximo libro de pases perteneciente al torneo 2019/20.
Ante esta situación decidió, junto al equipo jurídico que la representa, integrado por abogadas feministas integrantes de Abofem Argentina y el estudio jurídico MyG Asociadas, iniciar una intimación extrajudicial a la UAI, equipo con el que logró cuatro campeonatos de AFA y una medalla de bronce en la Copa Libertadores de América.
“Como es de público conocimiento, las jugadoras de fútbol en la Argentina son sistemáticamente vulneradas en sus derechos como trabajadoras del deporte, por la simple razón de ser mujeres”, indica el comunicado publicado por la santafesina y acompañado por la firma de las abogadas. Es que la mayoría de las futbolistas no tienen un contrato laboral real con los clubes. El sueldo que cobran es insignificante y muchas veces tienen que bancarse los gastos en indumentaria, calzado y traslado.
Hace un tiempo, Virginia Gómez, mediocampista de Central y jugadora de la Selección Argentina, contó en la Revista Cítrica que por día de entrenamiento la AFA les paga 300 pesos a las jugadoras. No hace falta hacer cuentas para redundar que es totalmente insignificante.
De eso habla también Macarena Sánchez cuando describe cómo es el mecanismo, al que define como fraudulento, de la UAI. “Operan como pantalla para encubrir el vínculo laboral real que se establece con la jugadora reclamante, modalidad que se extiende hacia el resto del plantel profesional en general”.
Dichos mecanismos, afirma Sánchez, son una réplica exacta de aquellos utilizados para negar el reconocimiento de la relación laboral profesional de los hombres, durante los años 30 en la Argentina y que derivaron, con incontables luchas de por medio, en el reconocimiento de la profesionalización de fútbol masculino.
«Más de 80 años después, las mujeres futbolistas son víctimas de las mismas prácticas ilegales que buscan ocultar la profesionalización existente de la práctica deportiva, disfrazada de amateurismo», denunció Sánchez.
El fútbol femenino en la Argentina tiene historia. Desconocida para la mayor parte de los futboleros, y las futboleras. Tapada, tal vez. Que este año se hizo conocer gracias a la iniciativa de un grupo de mujeres, encabezado por Lucila Sandoval -ex jugadora-, para que se declare el 21 de agosto como el día de la futbolista en homenaje a «Las Pioneras», equipo que el 21 de agosto de 1971 participó del Mundial de México, sin botines ni entrenador y con una sola camiseta a la que cada una le cosió el número, al que llegaron vendiendo rifas y en el que lograron una victoria de 4-1 ante Inglaterra. Ellas fueron las primeras. Pero son muchas. Y no piden nada de otro mundo. Piden por la profesionalización -como sucede en otros países- del fútbol femenino. Y Macarena dio el pase exacto para que sea gol. Para que sea «feminista, disidente y profesional».
«Deseo ser el presidente de la igualdad de género en el fútbol argentino», manifestó Claudio Chiqui Tapia en agosto de 2017, durante la presentación del torneo oficial de fútbol femenino AFA de la temporada 2017/18. Ahora es el momento.