Mario Cordo / Especial para El Hincha
Es tan difícil bajar los decibeles a cuatro triunfos consecutivos en un Mundial, como de intentar explicar un resultado que por sí solo destila contundencia, falta de equivalencias y una dureza que excede incluso a la eliminación propiamente dicha.
Argentina se despidió de la ilusión mundialista de Sudáfrica 2010 con una caída que forma parte ya de los capítulos de mayor tristeza en nuestra historia en Copas del Mundo.
La derrota por cuatro goles ante Alemania cala hondo por sí sola pero también por la falta de defensas y recursos que evidenció el equipo desde el inicio mismo por el gol tempranero de Thomas Muller.
Desde ahí la selección estrenó un escenario inédito en su trayecto por Sudáfrica 2010: correr un resultado desde atrás y rápidamente salieron a la luz la falta de tenencia de la pelota, los problemas que sufrió en el flanco derecho, por el olvidable rendimiento de Otamendi, el opaco partido de Maxi Rodríguez y sobretodo, porque tampoco tuvo volumen en un aspecto que este equipo podía prometer: las situaciones de gol en el arco rival.
La poca tenencia de la pelota, conjugada con la escasa claridad en los últimos treinta metros, reclamaba la presencia de un futbolista con buen pie, que pudiera aportarle soluciones a todos los problemas que tenía Messi.
Llamó la atención la falta de reflejos de Maradona para leer un desarrollo que invitaba al ingreso de futbolistas como Bolatti, Verón o Pastore. Debió pasar la mitad del complemento para que se decidiera por el ingreso del volante del Palermo, con la escasa fortuna que coincidió con el segundo gol.
Gran jugada colectiva por el mismo costado de toda la tarde, el derecho de la defensa, Podolski desbordó hasta la línea de fondo y Klose se metió con pelota y todo dentro de arco.
A partir de ahí, la sensación de cada uno de los casi quince mil argentinos que estaban presentes en el Green Point era la misma, que el pitazo final sonase lo más rápido posible. Porque el partido ya quedaba demasiado lejos, porque cada vez que Alemania pasaba la mitad de la cancha transmitía aquello que el equipo de Diego mostró en los primeros cuatro partidos: que el gol estaba cerca, muy cerca.
Mientras tanto Argentina cayó una y otra vez en la telaraña defensiva rival y postergó lo colectivo para depender pura y exclusivamente de arrestos individuales. Y acá habrá que hacer un apéndice, de un punto que con seguridad merecerá un análisis más profundo y con la cabeza más fría.
La impotencia de Messi fue tal, que ni siquiera con su capacidad técnica pudo despegarse de la paupérrima imagen del resto. Incluso hasta parecía enceguecido por ese gol que le fue esquivo durante todo el Mundial.
Los dos goles que cerraron el resultado son un buen registro de la distancia que hubo entre ambos equipos. La sensación que recorrió el aire en el estadio de Ciudad del Cabo es de final de ciclo. Nadie oficializó ningún rumor, pero el mismo Diego Maradona, en caliente, dentro del vestuario le dio a entender a sus allegados que hasta acá habría llegado su gestión.
No importa, no es el tema de tapa, lo que sí centraliza toda la atención es que Argentina nuevamente se va antes del fin de semana de clausura de un Mundial. Las frustraciones se han acumulado a lo largo de los últimos 24 años, por eso es que el dolor no sólo pertenece a esta decepción, es producto de lo acumulado también.