Cerca de 400 barcos extranjeros se escudan en el límite de la milla 200, a unos 321 kilómetros de Comodoro Rivadavia para pescar sin ningún tipo de controles, donde la Argentina nada puede hacer porque ya no es Mar Argentino.
El 16 de enero, el conservacionista Milko Schvartzman contó por lo menos 300 barcos pesqueros entre el paralelo 42 y el 46, frente a las costas de Chubut pero más allá de la milla 200, donde las aguas son internacionales. No tuvo que sobrevolar la zona. Simplemente entró a una plataforma donde la mayoría de los barcos son ubicados en tiempo real de manera satelital.
Son barcos piratas porque nadie controla qué pescan y cómo pescan. Se esconden detrás de la milla 200, donde la legislación internacional no regula la explotación de los recursos pesqueros”, dice Milko, que lidera el proyecto Oceanosanos, con sede en Montevideo y financiado por la fundación de Leonardo Di Caprio.
No hace falta simplemente creerle. Es mejor mirar esta captura satelital y ver cómo los barcos se amontonan frente a Chubut, pero detrás de la línea roja que marca el fin del Mar Argentino, hasta donde la Prefectura tiene la facultad de vigilar que nadie pesque sin permiso.
Arrasan con el calamar
La mayoría de los barcos son chinos, alrededor de un 40%. El resto son de Corea del Sur, Taiwán y España. Cerca de la mitad busca calamar.
“Por año, pescan entre 200 mil y un millón de toneladas. Preferentemente capturan calamar, pero también merluza, merluza negra y abadejo”, enumera Eduardo Pucci, director de la Organización para la Protección de los Recursos Naturales del Atlántico Sudoccidental (Opras), una ONG local que tiene el respaldo del sector pesquero nacional.
Para Oceanosanos, esa pesca “pirata” factura por lo menos 800 millones de dólares al año. Para Opras, no baja de los 3.000 millones de dólares, 1.000 millones más que lo que representa toda la exportación pesquera Argentina.
El daño ambiental y a la biodiversidad marina es difícil de medir porque no hay registros de lo que se pesca. “Lo que sí podemos decir es que el daño existe, absolutamente. Es un daño sobre la abundancia de especies y sobre la diversidad”, afirman desde Opras.
Milko, de Oceanosanos, agrega que el calamar está en el centro de la cadena alimenticia marina: “Si se ataca a la especie de la cual depende gran parte de los demás peces, se ataca a todo el ecosistema”.
Para Javier García Espil, director Nacional de Gestión Ambiental del Agua y los Ecosistemas Acuáticos, cualquier actividad no regulada tiene impacto. “Dentro del Mar Argentino trabajamos en prácticas de pesca responsables, para evitar por ejemplo la pesca incidental (accidental). También estudiamos la biomasa y cómo fluctúa la población de peces para evitar agotar el stock de peces. Por eso se otorgan cuotas de capturas”, precisa Espil.
Todo eso es lo que no ocurre a partir de la milla 201. Muchos barcos pescan con redes de arrastre y matan accidentalmente albatros o capturan peces que después descartan porque no tienen valor comercial.
“Todo lo que ocurre en esas aguas internacionales impacta en el Mar Argentino porque las especies son migratorias, van de un lado a otro, como las ballenas, orcas, elefantes marinos, tiburones, rayas y calamares”, resalta García Espil.