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El mapa era el tesoro: una historia de película pero real

Un periodista uruguayo publicó un libro sobre la banda de guantes blancos juzgada en la Argentina. Robaban documentos históricos de distintas bibliotecas del mundo y los vendían en el mercado negro internacional. De España sustrajeron ejemplares del incunable del mapamundi de Ptolomeo de 1482

“El ladrón de mapas” es una historia extraordinaria que de llegar al cine podría ser un éxito de taquilla. Habla sobre un grupo de ladrones de guante blanco que opera en cuatro continentes. El protagonista es un uruguayo que entre varios robos se hace de documentos históricos que luego los dos cabecillas de su banda –un librero argentino y un anticuario italiano– se encargan de vender por millones a coleccionistas de distintas partes del mundo. Entre esas piezas obtenidas con destreza hay una serie de mapas incunables impresos entre 1453 y 1500, robados de la Biblioteca Nacional de España en 2006, latrocinio más tarde relacionado al saqueo de la biblioteca Girolamini de Nápoles valuado en 20 millones de euros. Pero la historia nunca llega a convertirse en novela porque no tiene ni un solo elemento de ficción. Cada acontecimiento es verídico. Incluso la voz del narrador, un periodista uruguayo que un día recibe la visita de un misterioso hombre que le brinda documentos clasificados con el único interés de que ventile la existencia de la organización y la identidad de sus miembros. El informante es un argentino que nunca da su verdadero nombre.

Cuando el informante se presentó por primera vez en la redacción del diario uruguayo El País, en la primavera de 2007, Andrés López Reilly ya era un periodista experimentado, además de músico y escritor. Pero pudo convertir la historia en libro recién muchos años después, cuando terminó de descifrar un mapa donde los ladrones parecían estrellas de Hollywood y los robos, guiones de películas. Quizás por eso el resultado se parezca más a una novela –que atrapa al lector desde la primera línea– que a una investigación periodística. Y explique también el éxito editorial que, a dos meses de su lanzamiento, ya va por la segunda edición.

Andrés dialogó con El Ciudadano sobre “El ladrón de mapas”, el saqueo a bibliotecas de Uruguay, Argentina, España e Italia, y dijo que espera presentarlo pronto en la Argentina, donde todavía reside César Ovilio Gómez Rivero, hoy septuagenario. Se trata del personaje central del libro, un uruguayo nacionalizado español, de profesión desconocida, que a fines de 2006 se apoderó de dos ejemplares del incunable del mapamundi de Ptolomeo, confeccionados en 1482 por geógrafos sobre el Atlas del pensador griego del siglo II. Ese robo, perpetrado en uno los acervos históricos más importantes de Europa, provocó un escándalo y le costó el cargo a la directora de la Biblioteca Nacional de España, la escritora Rosa Regàs. Mientras que la aparición de los mapas, meses después en la ciudad australiana de Sydney –adquiridos en una subasta pública celebrada en Londres– develó el tráfico de obras de arte en el mercado negro internacional y dejó a más de un condenado.

Nada es lo que parece

Pese a que no duda en tratarlos como criminales, López Reilly reconoce que los ladrones de guantes blancos tienen cierto poder de seducción. “Evidentemente nos seducen a todos. A los periodistas, a la gente que nos lee e incluso diría que tienen un tratamiento especial o preferencial por parte de la Justicia. Porque aunque no dejan de ser delincuentes, cuando son procesados tienen beneficios o dádivas. Creo que hasta la Justicia los ve con un halo de romanticismo”, describió.

Y agregó que parte de esa seducción es la que utilizaban los integrantes de la banda, además de pelucas e identidades falsas, para ganarse la confianza de cada persona a la que tuvieron que burlar para hacer que la seguridad de los museos más vigilados del mundo fuera vulnerada.

Según el escritor, Gómez Rivero es pelado pero solía usar una “peluca tipo afro”. Escondía una pequeña navaja dentro del estuche de lentes y utilizaba acreditaciones apócrifas del Vaticano para ingresar a lugares sin acceso al público junto a sus socios: el uruguayo Washington Luis Pereira y el argentino Daniel Guido Pastore, dueño de la librería anticuaria “Imago Mundi”, ubicada en el coqueto barrio porteño de la Recoleta. La banda la completaba Marino Massimo De Caro, quien tenía un comercio con el mismo nombre y rubro en la ciudad italiana de Verona. Aprovechando su lengua materna, De Caro se hacía pasar por enviado del Vaticano, y Pastore por su intérprete. El carné de investigadores de la biblioteca vaticana era apócrifo y lo conseguían con la ayuda de “un amigo cura argentino” que trabajaba en la Santa Sede y les facilitaba información.

“Son tipos de un cierto nivel cultural que saben lo que están robando y conocen el mercado. Tienen conexiones en todo el mundo”, marcó López Reilly, y mencionó que los dos uruguayos y el argentino fueron procesados en Buenos Aires tras el escándalo que estalló a mediados de 2007, cuando quisieron vender los valiosísimos mapas sustraídos en España a fines de 2006.

Así se supo que el robo lo perpetró el uruguayo Gómez Rivero, por entonces de 60 años y radicado en Argentina, con ayuda de dos certificados falsos que le permitieron entrar a la sala Cervantes de la biblioteca española. Una vez allí, con dos hojitas de afeitar, cercenó 10 libros antiquísimos y se llevó 12 páginas con 19 grabados, entre ellos el del mapamundi de Ptolomeo, considerado el primer cartógrafo de la historia, tasado en 110.000 euros. Gómez Rivero volvió a la Argentina con el botín que sus dos socios intentaron vender en el mercado negro. Los tres fueron procesados. El único que se salvó fue el italiano De Caro, que más tarde terminó con una condena de siete años de cárcel por el escandaloso saqueo de la biblioteca Girolamini de Nápoles, una de las más antiguas de ese país, fundada en 1586. El director de la biblioteca era él mismo: ganó el cargo gracias a la amistad de un senador, luego procesado por sus vínculos con la Mafia y amigo íntimo del ex presidente Silvio Berlusconi.

Ese robo fue valuado en unos 20 millones de euros, contó el investigador, quien aseguró que la causa terminó con varias condenas.

El informante

Además de ser una historia de robos millonarios, falsos investigadores y coleccionistas exóticos, “El ladrón de mapas” profundiza la relación íntima del periodista con sus fuentes de información.

Es que en la historia, la figura del misterioso informante argentino es una pieza clave. Primero se presentó en la redacción de El País con un documento de identidad falso para denunciar a la banda con datos e informes muy precisos. Tarea que continuó más tarde con otro nombre apócrifo por medio de correos electrónicos que le enviaba al mismo periodista, con la misma insistencia para que revele la identidad de los ladrones. Sin embargo, el misterioso informante nunca brindó su verdadera identidad y cuando lo consideró oportuno, desapareció.

“El informante era un hombre argentino que se presenta conmigo con identidad falsa, con el nombre de Héctor Campos. Desde el primer momento estaba muy empecinado en denunciar a todos los integrantes de esta banda de ladrones de guante blanco y tenía los nombres de todos”, cuenta López Reilly a El Ciudadano. El periodista uruguayo, confiesa que al principio desconfió del argentino: “Pero cuando empecé a analizar los documentos noté que se empezaban a comprobar”. Los encuentros con aquel hombre cesaron por un tiempo hasta que más tarde cambió su personalidad y apareció por mail con el nombre de Helmut Kraig, como supuesto asesor de la Biblioteca Nacional de España, lo que resultó falso.

“Me daba cuenta que era culto, que conocía, era viajado, de mundo. Y era un hombre con cultura, aunque cuando escribía mails se lo notaba como impulsivo, desprolijo; escribía todo con mayúsculas, sin pensar demasiado lo que escribía”,  analizó López Reilly.

El escritor asumió que en los 28 años que lleva de periodista esta es “una de las historias más interesantes” con las que le tocó enfrentarse. “Marcamos la agenda de otros medios, porque, por ejemplo, publicamos datos que nadie tenía. Y a su vez tuvieron mucha repercusión en España, apenas se hizo el robo a la Biblioteca Nacional. Estaban muy atentos a los que hacíamos en Uruguay. Es que el informante me traía información privilegiada”.

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