La ministra de Ciencia y Tecnología de Santa Fe, Erica Hynes, analizó el acceso de las mujeres a la carrera científica. Para la funcionaria, ya en las infancias aparecen los roles y a las niñas las incentivan menos que a los niños. También valoró la historia de los estudios de género en Argentina, que desde la vuelta de la democracia aportan a las políticas públicas y construyen una agenda nacional y latinoamericana. Además, consideró que en tiempos de ajuste hay un fenómeno poco conocido y es que no sólo hay fuga de cerebros al exterior: muchas científicas dejan la carrera por dedicarse a las tareas domésticas y de cuidado.
-¿Por qué hay tantas diferencias en el acceso de mujeres y varones a la investigación en ciencias naturales y exactas?
-Desde las infancias se construyen estereotipos que alejan a las niñas de las ciencias. No se incentivan opciones que tengan que ver con las matemáticas y las tecnologías. Se enseñan y motivan labores que tiene que ver más con el cuidado, con una idea de que las mujeres somos buenas para esas tareas. Desde chicas les ofrecemos siempre juegos que tienen que ver con la casa, lo doméstico y el cuidado, mientras que los varones reciben objetos para construir, telescopios, juegos de química. Ya de grandes las chicas se alejan de carreras vinculadas a la industria del software y de las tecnologías de la información, cuando son áreas que están buscando profesionales y hay una cantidad de talento de mujeres que no puede ser aprovechado.
-¿Cómo valora los aportes de los estudios de género en Argentina?
-Los grupos de investigación de Argentina son muy buenos y de vanguardia. Se han ocupado de tópicos importantes que la academia consideraba secundarios o no necesarios. Estos conocimientos nos ayudan a generar políticas públicas adecuadas. Han servido tanto para diseñar estrategias efectivas contra la violencia de género como para pensar en lo económico y en cómo impactan las tareas de cuidado en el desarrollo económico de un país. Los estudios de género tienen 30 años y un desarrollo riguroso y objetivo. Es un campo floreciente. En la ciencia siempre decimos que damos un pasito para tratar de correr las fronteras de conocimiento, pero lo cierto es que los estudios de género han dado más que pasitos: son rompedores de paradigmas. La cantidad y calidad de información que se generó pone en juego a toda la ciencia. Se interpela desde la arquitectura, la tecnología, la medicina, las ciencias sociales. Son aportes muy significativos que cualquier científico debe reconocer.
-¿Cree que éstos aportes son tenidos en cuenta dentro de la academia científica?
-Es muy difícil permear el núcleo duro de los paradigmas científicos. Se ve en los planes de estudio en las universidades. Por lo general los estudios de género están en las optativas o forman parte a nivel secundario. Pero también se viene dando un fenómeno de demanda de los y las estudiantes que hace que los docentes tengan que incluir estos contenidos. Además, las revistas internacionales están pidiendo que se hagan distinciones de género en los estudios, tanto en las ciencias sociales pensando en la diferencia entre varones, mujeres e identidades disidentes, como en las naturales, haciendo distinción de sexo. Hoy es un requisito de calidad para publicar en estas revistas. Hay señales de cambio. La historia con mayúscula es una historia sesgada, que no tiene en cuenta la historia de las mujeres. Tiene que incorporar la visión de género y ese camino es largo.
-¿Cómo afecta el ajuste en ciencia a las mujeres?
-Negativamente. Si bien las investigadoras son parte de un todo y todo el sistema científico tecnológico está amenazado por decisiones que se vienen tomando desde el gobierno nacional, es cierto que también las mujeres tienen problemas particulares para el ingreso a la carrera de Conicet que coincide con la edad fértil. Quienes están en la zona de mayor dificultad para ingresar son los primeros que caen del sistema. Y las mujeres lo sufren. Se habla de la fuga de cerebros, de los científicos brillantes que se van a otros países. Pero no se habla de una fuga de cerebros que no vemos: muchas mujeres deciden quedarse en su hogar cuidando a sus hijos en vez de mantener la carrera científica. Se les cierran puertas y se hace incompatible con el rol que le asigna la sociedad de cuidado. Ahí también estamos perdiendo a científicas que se van a sus casas a hacer tareas de cuidado y ese fenómeno es menor visible que el del joven que se va del país.