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Imponer a todos la realidad de unos pocos

¿En quién estará pensando el presidente Mauricio Macri al afirmar que "cada día la Argentina está mejor"? ¿A qué Argentina estará haciendo referencia, a la del trabajo y la producción, o a la de la timba financiera y los sectores beneficiados por el imperio de su modelo económico?

Esteban Guida

Fudación Pueblos del Sur

 

En su paso para la provincia de Santa Fe, el presidente Mauricio Macri hizo algunas declaraciones que manifiestan su decisión de imponer la idea sobre la realidad, cosa que no resulta un hecho aislado en su forma de gobernar y que manifestó con mayor vehemencia en su cuarta apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, donde se vio un presidente muy eufórico, pero muy poco estadista.

Con un discurso inteligentemente armado para auto juzgar como exitosa una gestión de gobierno que no deja de cosechar detractores, opositores y ciudadanos frustrados de todo tipo, sector y posición ideológica, el presidente acomodó algunos pocos datos y estadísticas para justificar lo actuado, abusando peligrosamente de la capacidad de comprender y aprehender la realidad que tiene el pueblo argentino, que no deja de buscar la verdad eludiendo la mentira, la mediocridad, el conformismo y el síndrome de la apolítica.

Resulta que, a más de tres años de iniciada su gestión, ya no resulta tan sencillo convencer a las personas de que “estamos mejor”, de que “lo peor ya pasó”, y que “estamos sentando las bases para un cambio definitivo” en favor del todos los argentinos. Ya no quedan dudas respecto a si el presidente no sabe, está equivocado o si desvaría, porque ha quedado demostrado que sobra inteligencia y que usa con discrecionalidad los recursos y el poder del Estado para hacer lo que quiera. Se comprende mejor su comportamiento asumiendo que Macri representa el interés de un reducido número de personas y ha demostrado que poco le interesa el interés de la Patria, que somos todos los argentinos, y es nuestro patrimonio y el de las futuras generaciones.

El juego de intereses al que responden los representantes del pueblo y la manera en que sus acciones responden a ellos, a pesar de sus palabras, discursos y formalidades, es el aspecto más importante a considerar y debe primar en las discusiones políticas de todos los argentinos, más aún en este año en el que se renueva gran parte de los cargos ejecutivos y legislativos del país. Tal vez por eso el presidente omitió hacer una presentación detallada de sus decisiones de gobierno, de sus propuestas de ley y de los resultados de su gestión en términos numéricos; su exposición ante el Congreso de la Nación fue más bien una arenga electoral que el apego por respetar la formalidad del caso.

Resulta que muchas de las realizaciones exhibidas por Macri en su discurso al Congreso esconden un interés diferente al interés de las grandes mayorías y, sobre todo, al interés de la Patria. Por ejemplo, el desarrollo de sectores clave como el energético o extractivo es presentado al conjunto de la ciudadanía como un logro a celebrar, pero en realidad son las empresas concesionarias y beneficiarias las que se llevan las ganancias, mientras que en las calles de todo el país se desarrollan permanentes manifestaciones en contra de la política tarifaria que transforma en prohibitivo el consumo de los servicios básicos.

El aumento en la Asignación Universal por Hijo (AUH) es presentado por el oficialismo como el gesto de sensibilidad de parte del presidente hacia los sectores más vulnerables del país. Sin embargo, como ha ocurrido en tantas otras oportunidades y también ha sido criticado por el macrismo en su anterior rol de oposición, esta medida viene después de tres años de gobierno, apunta a calmar los ánimos de los más perjudicados y perpetúa la situación de pobreza de cada vez más personas que no encuentran un trabajo digno. El aumento de la AUH es la muestra de que el modelo de Cambiemos no genera las posibilidades de crecimiento personal que Macri prometió para el conjunto de los argentinos y que, al tender a la concentración de la riqueza y la exclusión de cada vez más personas, depende de la asistencia social para mantener precaria y transitoriamente la tranquilidad popular.

Mientras los indicadores socioeconómicos siguen cayendo estrepitosamente, el presidente se animó a decir que “hay una nueva normalidad en la situación económica” (del país). La frase, que evidentemente se apoya en la coyuntura del mercado cambiario, omite deliberadamente alguna consideración acerca de las dificultades y desafíos que tienen día a día los agentes económicos en el país, sean trabajadores, desocupados, empresas o cuentapropistas, para subsitir y seguir adelante, luego un 2018 para el olvido, en el que eclosionó por sí mismo un modelo económico que ya venía mostrando sus falencias y desajustes. No es que el presidente desconozca la situación, sino que se enfoca en los sectores de poder económico que siguen acumulando grandes ganancias gracias a las medidas de su gobierno, e intenta despiadadamente que todos celebren por la fiesta de unos pocos.

Por otra parte, esta visión de las cosas puede ayudar a entender también por qué el gobierno anuncia con bombos y platillos un programa de asistencia financiera a pymes con tasas de interés subsidiadas del 29% anual. Obviamente, si se piensa en la especulación financiera, tomar al 29% mediante esta línea promocionada y colocarla al 35% que paga hoy un plazo fijo cualquiera, implica una linda ganancia “sin hacer nada”. Pero desde el punto de vista de la producción y el trabajo, son pocas las actividades económicas que pueden mostrar una rentabilidad que permita afrontar ese costo del dinero, sobre todo por las condiciones de un mercado interno cada vez más deprimido y de la obsesión por seguir ajustando para que los argentinos de clase media no compren más divisas, aun a costa de perder más de 200.000 empleos registrados en tan sólo un año.

Por eso, cuando el presidente dice: “Queremos que las pymes se transformen en grandes empresas”, se acerca con sus palabras a un punto cercano a la provocación de quienes todos los días se enfrentan con la responsabilidad de mantener abierta una empresa, trabajar y enfrentar un horizonte ciertamente negativo. Con sus decisiones el gobierno ha priorizado los recursos del Estado para afrontar los compromisos de deuda que él mismo generó para financiar el mal uso de las divisas (recurso escaso si lo hay) en pro de una libertad que sólo sirvió para satisfacer el deseo de unos pocos, comprometiendo seriamente las posibilidades de desarrollo de las generaciones futuras.

¿En quién estará pesando el presidente al afirmar que “cada día la Argentina está mejor”? ¿A qué Argentina estará haciendo referencia, a la del trabajo y la producción, o a la de la timba financiera y los sectores beneficiados por el imperio de su modelo económico?

La respuesta está en el seno de un pueblo que ya sabe que la política no se puede tercerizar en personas y gobiernos que, cuando detentan el poder del Estado, lo usan para sus propias ideas y apetencias.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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