Como efecto de la crisis económica, el municipio recibe cada vez más solicitudes para llevar adelante talleres de construcción de cocinas rocket de adobe. Se trata de jornadas participativas que tienen por objeto enseñar cómo utilizar eficientemente la combustión a leña, una alternativa cada vez más frecuente entre vecinos de barrios populares y asentamientos, quienes se encuentran en serias dificultades para costear las garrafas a gas.
Entre marzo y abril ya se realizaron más de veinte talleres de construcción de cocinas rocket y para las próximas semanas hay una cantidad similar. En el 2018 se llevaron adelante un total de 27 encuentros.
Se realizan en Centros de Convivencia Barrial, Centros de Integración Comunitaria y otros espacios municipales, aunque también pueden organizarse en cualquier tipo de establecimiento.
«Todo sube. Así se hace muy difícil la cosa», contó Gisela una vecina de la zona de Sorrento y las vías del ferrocaril Mitre.
Andrea también participó del taller brindado en una huerta orgánica del barrio Nuevo Sorrento. «La verdad que es re fácil y ayuda mucho. Además no hace humo, nada», dijo.
La cocina requiere de materiales que están al alcance de cualquier vecino y no demanda más de una hora. Primero se apilan los ladrillos de forma tal de dejar una boca para que ingresen las ramas o maderas a utilizar y se genere; y luego se realiza una mezcla de agua con tierra y bosta que sirve para «revocar» la estructura de la cocina.
A diferencia de los fogones tradicionales, las cocinas rocket direccionan el calor de forma eficiente, lo que se traduce en menor cantidad de biomasa consumida. Además, al utilizar restos de poda local, disminuye la deforestación de bosques y evita la disposición final de las resmas.
Dentro la Secretaría de Ambiente y Espacio Público local, Pablo Torricella viene coordinando un proyecto relacionado al uso de la tecnología «rocket» (o cohete, en español) para la ejecución de estufas, calefactores y cocinas. El objetivo inicial se relacionaba principalmente con una cuestión ambiental, pero en el último tiempo viene observando una demanda creciente del territorio por estas capacitaciones: «La gente no tiene un mango y estas son alternativas que si bien están pensadas desde lo ecológico, hoy tienen un gran peso desde lo económico», sostuvo.
En alza
El precio de la garrafa social sigue el ritmo de la espiral inflacionaria. A principios de año, luego de una serie de idas y vueltas, la secretaría de Energía nacional autorizó un aumento cercano al 37%, llevando el envase hasta los 267,70 pesos al público.
Los incrementos en el servicio domiciliario también tuvieron sus consecuencias: según informó recientemente la Defensoría del Pueblo bonaerense, unas 87 mil familias decidieron dar de baja el servicio por no poder hacer frente a las tarifas.