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Territorios escritos en papel que recorren ciertas zonas santafesinas

Un recorrido por ciertos lugares de la provincia, en el que se describen lugares y personajes, se inventa en “19, una cartografía de Santa Fe” a través de relatos, poesía y diario de viaje y a partir de una idea y gestión de tres periodistas rosarinas

19, una cartografía de Santa Fe es un libro que llama la atención desde un primer momento. Es un gran viaje por la provincia de Santa Fe –un territorio en general poco conocido por los rosarinos– y las plumas que componen sus diecinueve escritos, uno por cada departamento, dejan ver a simple vista que tienen lo que hay que tener a la hora de mostrar territorios: ese gancho de curiosidad e intriga con que el narrador mete de lleno al lector en un terreno nuevo, desconocido, y lo va llevando por sus vaivenes y recovecos hasta darle finalmente un sentido y entendimiento final al lugar en sí.

No todo el libro es de relatos, vale aclarar, y en él también se encuentran poemas y relatos casi intimistas, alejados del tradicional diario de viaje. Es una apuesta conciente de parte de las editoras y responsables del proyecto, las periodistas Arlen Buchara, Lucía Demarchi y Lucía Rodríguez, que se plantearon una convocatoria amplia cuando empezaron a darle forma al libro. Pueden leerse en él desde una crónica alocada sobre el legendario cantante de cumbia Mario Pereyra hasta un relato amable, casi tierno, del pueblo de San Jorge y su fábrica de bolitas. Hay convocados periodistas como Laura Hintze y Andrés Abramowski, escritoras como Verónica Laurino y Andrea Ocampo y personas que no pertenecen al estricto oficio de la escritura como el conductor radial Bernardo Maison.

 

Invención de un territorio

El libro se viene gestando hace años. El primer paso que dio Cardumen –nombre con el que Demarchi, Buchara y Rodríguez bautizaron su grupo de trabajo y colectivo editorial–, fue convocar a los escritores a fines de 2015. Luego se sucedieron los viajes y los escritos fueron llegando, uno a uno. El paso final fue un extenso proceso de edición de los textos, que incluyó un ida y vuelta muy fuerte con los escritores. Su presentación fue el último jueves en la Plataforma Lavardén y contó con intervenciones en los distintos espacios del lugar –como forma de recorrer las 19 historias del libro– y el evento concluyó con los shows de El Regreso del Coelacanto, Ayelén Beker y la lectura del poeta oriundo de El Nochero –una pequeña localidad del departamento Nueve de Julio en el norte santafesino– Juan Ramón Rodríguez. Un mapa no es la representación de un territorio sino una invención del mismo. ¿Desde dónde nace esta necesidad de investigar e inventar un mapa narrativo de la provincia de Santa Fe?

“Nos hicimos una primera pregunta: ¿Qué es lo que sucede cuando una viaja, rompe con la rutina, puede pensarse de otra manera y ponerse en contacto con la otredad? Luego nos interrogamos por la construcción de identidad que tenemos nosotras como habitantes de la ciudad. Somos las tres rosarinas de distintas maneras; Arlen Buchara es de Santa Fe capital y Lucía Rodríguez de Corrientes, pero las dos viven en Rosario hace más de diez años. ¿De qué manera el ser rosarino está influenciado por lo que lo contiene y lo rodea que es la provincia? La idea de viajar podía dar una cartografía de palabras a partir de lo que cada uno encontraba y decidía contar. Cada escritor viajó con la idea de buscar una historia en particular pero eso era un punto de partida y no una obligación: el viaje podía dar lugar a otras cosas”, cuenta Demarchi.

 

Apuesta a lo colectivo

De qué manera se expresaba en las tres responsables esa “invención” una vez que tenían los textos en mano, porque primero estaban ellas y luego trabajaron con otras personas. ¿Hubo sorpresas? ¿Hubo asombro? ¿Hubo inquietud?

“Nuestra apuesta fue convocar a periodistas, poetas, escritores, guionistas, gente que hace radio, y el resultado fue el de una diversidad muy rica. A partir de ahí trabajamos con la idea de que los textos podían enriquecerse no sólo desde el estilo, sino también desde la búsqueda de las historias, de saber dónde poner el ojo y verle aristas distintas a un tema planteado originalmente. Los escritores estuvieron muy predispuestos a este juego de intercambio, de ida y vuelta, y estamos muy conformes con los resultados. Se pudo romper con la idea de la escritura en solitario y se pudo trabajar la escritura colectivamente, más allá de que el trabajo inicial fue individual”, apunta Demarchi.

Sobre si podrían definir de alguna manera, o aproximarse a una definición, del territorio que encontraron-crearon, Arlen Buchara expresó: “No creo que el libro sea representativo de la provincia de Santa Fe, pero si lo es de una experiencia en la provincia; una experiencia que nace del extrañamiento, del hecho de ir a un lugar desconocido. El libro refleja la literatura, el periodismo y la poesía de la ciudad de Rosario de un momento. Tiene que ver con cómo escribieron sus viajes un grupo de escritores entre 2015 y 2016. Es en definitiva un territorio posible y de un momento determinado”.

Y acerca de si hay cosas en común en los distintos relatos, más allá del hecho de que hablan de una totalidad que es la provincia, la misma Buchara dijo: “Un elemento en común es que todos los escritores son de Rosario o viven hace tiempo acá. Hay una cuestión que es Rosario yendo a la provincia, un camino que no siempre se hace. No solemos ir a ver qué pasa en otros lugares ni vamos a visitarlos como turistas; a la provincia y sus lugares la conocemos por gente cercana que es de alguna localidad o porque vamos a visitar familiares”.

 

Al servicio de las historias

Sobre cómo fue el proceso de selección de los escritores, puesto que son muchas personas y ese primer paso para encarar el libro ya es un gran paso, Rodríguez lo describió así: “Fue una cosa muy rigurosa, teníamos que elegir sabiendo que muchas personas que nos gustaban iban a quedar afuera. Algunas invitaciones las pensamos al servicio de las historias: hay tal historia y creemos que tal persona es la indicada; también tuvimos en cuenta a gente de la que nos gustaba su recorrido y pensábamos que podían sumarle cosas puntuales al libro, muchas veces nos interesaba más el recorrido conceptual de alguien, su mirada, que nuestro gusto por su escritura”.

Pasaron cuatro años desde la convocatoria inicial a la presentación actual. Rodríguez contó cómo fue la edición, corrección y la lectura final.

“Fue también algo muy riguroso. Y fue como una escuela. Lucía Demarchi y Arlen Buchara tenían ya experiencia en la edición de textos periodísticos, pero la literatura requiere de herramientas de la que nos fuimos armando. Aprendimos a sostener por sobre todas las cosas la voz de quien escribe. Con las herramientas que teníamos en ese momento y con la ayuda de José Sainz, que es un gran editor de la ciudad, hicimos las cosas con toda la seriedad posible. Fueron años muy decisivos para nosotras, éramos muy chicas cuando comenzamos, y si bien ya trabajábamos en medios de comunicación, estábamos aprendiendo mucho. El proceso inicial del libro nos agarró en pleno germen del feminismo, encontramos algo de ese comienzo en algunas historias pero probablemente hoy esta cuestión hubiera estado mucho más presente. Pensamos al libro como un elemento vivo y eso nos lleva a volver a las historias y pensarlas desde el hoy, con nuevas herramientas y nuevos elementos”.

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