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Nada de inocencia, un acto político y una apuesta al futuro

Un sacudón a las estructuras con nuevas miradas a través del debate y la circulación de preguntas, con momentos reflexivos y otros acalorados, fue un saldo posible de los encuentros organizados por revista Anfibia y el gobierno provincial

El pasado sábado fue el tercer día del Festival de Pensamiento Contemporáneo organizado por la revista Anfibia en conjunto con el gobierno de la provincia de Santa Fe. Esta vez la lluvia demoró el comienzo de la charla, que venía siendo de suma puntualidad en las dos ocasiones anteriores. Aun así la gente sorteó las escaleras del Parque España con paraguas y pilotines, para asistir a la tercera jornada que se centró en los dos temas quizás más escabrosos de todo el festival: el tiempo y el trabajo.

Cuestión de tiempo

Reynaldo Sietecase se encargó de provocar en el auditorio y en los invitados la idea de la tiranía del tiempo. Dividió la charla en bloques. Uno de ellos fue “La previa”: a partir de una serie de imágenes, quienes participaban de la mesa debían responder a ciertas preguntas mientras en pantalla comenzaba a correr un cronómetro que contabilizaba sesenta segundos. Un minuto para pensar y responder. Un minuto que fue un desafío. (Beatriz) Vignoli arremetió pidiendo la palabra, quería definir el presente. Dijo que es el último instante del tiempo. No necesitó muchas palabras, no necesitó muchos segundos para decirlo. Lo dijo con la claridad de quien es capaz de ver al tiempo como una materia en la que nada se pierde: “Lo que terminamos recordando son los tiempos muertos, en la novela y en la vida, esos momentos en los que parece que no pasa nada. La poesía también es eso”, dijo. Los bloques del “Primer tiempo” y “Segundo tiempo” estuvieron plagados de reflexiones inquietantes, movilizadoras. Como si fuera un partido en el que todos juegan para el mismo equipo, los participantes acataron las reglas que variaban de un momento a otro: desde la propuesta de participar de la asociación libre a partir de palabras disparadoras hasta la evocación de fechas concretas que pasaron a la Historia de nuestro país o el gesto de Sietecase de regalar un minuto, “de entregar un presente”, para que los invitados hagan lo que quieran con él. Litto Nebbia, Lucas Soares, Carlos Stia y Beatriz Vignoli hicieron del tiempo una flecha que fue y vino, una especie de espiral de ideas y sensaciones, lo midieron en canciones, en segundos, en palabras, en ideas. Hubo, además, un segundo regalo de Sietecase pero esta vez  para todos los presentes: una intervención a cargo de Sandra Corizzo, que marcó el pulso de los días de la semana con canciones cantadas a capela.

Mundo laboral

Los tiempos fueron tiranos para la segunda charla también; la gente se demoraba en llegar porque otra vez el clima hacía de las suyas y a medida que las luces bajaban muchos seguían entrando por las puertas del auditorio. Noelia Barral Grigera comenzó la charla diciendo: “Es sábado a la noche, llueve y estamos hablando de trabajo”. El tema central de esta última mesa fue aquello que hacemos las personas ¿para vivir?, ¿para sobrevivir?, ¿sólo por dinero?, ¿o por placer pero nos pagan? El debate fue intenso, acalorado, con visiones muy opuestas entre los invitados. Y es que no es lo mismo haber tenido que salir “a patear la calle” para traer algo de comer a casa que hacer aquello que nos ha gustado siempre y que nos paguen por eso. La española Cristina Fallarás con su experiencia, histrionismo y claridad verbal se llevó todos los aplausos de un público que se estremecía frente a lo superficial de algunos comentarios que relacionaban al trabajo sólo con el goce quitándole su dimensión productiva, capitalista y de explotación. Boris Muñoz y Francisco Garamona se centraron en la forma que encontraron de unir su actividad laboral con aquello que les reporta subjetivamente, de la dimensión social del trabajo, del impacto que esto tiene en nuestras vidas y en las de otros. Gabriel Baggio reflexionó acerca de los oficios femeninos no remunerados y explicó que esa fue la idea base sobre la que centró su intervención artística en relación a la valorización del oficio doméstico como trabajo. Flor Balestra rememoró qué significó para ella ser dibujante en los 80, abriendo el debate en torno a cómo es ser mujer en el mundo del trabajo.

Cuestión de actitud

Las palabras de agradecimiento del coordinador general Cristián Alarcón hacia el final de la mesa y del festival estuvieron dirigidas a todos aquellos que habían colaborado para hacer de este proyecto una posibilidad real. Pero sobre todo, y especialmente, estuvieron dirigidas al público que durante tres días suspendió la agenda, postergó el estudio o el trabajo, y se acercó al Centro Cultural del Parque España para hablar durante tres horas de temas que se nos plantean como interrogantes a todos los que habitamos este tiempo de una manera poco inocente. Tres días, seis charlas, treinta y seis invitados, tres performances, un público numeroso fueron los ingredientes para hacer de este encuentro una fiesta del pensamiento en la que hubo momentos de risas, de discusiones acaloradas, de bailes, de canto, y sobre todo de entrega generosa. Cada uno de los invitados dejó en el auditorio, flotando en el aire y resonando en los oídos de las personas que estuvieran ávidas de escuchar, la idea más brillante de la que era capaz, la ocurrencia que consideró más acertada acerca del tema que lo convocaba. Las lecturas y el manejo fresco de la charla de Gabby de Cicco, las respuestas ocurrentes de Beatriz Vignoli, las reflexiones poéticas de Arturo Carrera, la claridad y contundencia de Cristina Fallarás, la lucidez de María Moreno son solo algunos de los condimentos que ayudaron a patear el tablero de la reflexión filosófica y nos acercaron de manera cálida y humana a temas como el amor, el tiempo, el paisaje, el trabajo, las pantallas y el cuerpo. Millenials y centenials eran el público esperado por la organización, porque por una cuestión generacional, fueron los invitados a pensar el futuro. Pero las salas no sólo estuvieron colmadas de jóvenes que pintan su cabello de distintos colores sino también de muchos que pintan canas. Y es que la respuesta del público a esta invitación tiene que ver más con una actitud frente al mundo que con una cuestión de edad. En este tiempo tan agitado, en un país que muestra las grietas propias de aquellas ruinas que delatan su esplendor de otra época, necesitamos volver a creer que hay posibilidad de futuro, de un momento del tiempo que vendrá que puede (y debe) ser mejor. Pero para eso es necesario detenerse a pensar. Pensar en cómo queremos que sea ese mañana implica preguntarnos cómo queremos relacionarnos con nosotros mismos, con nuestros pares, con la tecnología. Abrir el debate acerca de qué es lo público, qué es lo privado, cuáles son nuestros derechos, de qué manera vamos a utilizar nuestro tiempo. Poder generar espacios de pensamiento en los que las preguntas circulen, el pensamiento se motorice, las estructuras se sacudan para dar paso a nuevas miradas, nuevas formas de ver el mundo, no sólo es un acto muy poco inocente sino también un acto político, una apuesta al futuro.

 

 

 

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