Por Pablo Roesler
En el laboratorio del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) hay siete mesas: cinco tienen manteles color celeste y sobre cuatro hay huesos: fémures, vértebras, cráneos incompletos, costillas partidas, falanges y mandíbulas con dientes. Mientras el presidente del Equipo, Luis Fondebrider, espera que el fotógrafo lo retrate para la entrevista con Tiempo, la antropóloga Sofìa Egaña señala el esqueleto que está recostado frente a ella. “Es de una persona de sexo masculino. Fue hallado en una fosa común y recuperado arqueológicamente”, dice. Y completa: “Es de un caso de lesa humanidad”.
La tarea de recuperación e identificación de los restos de los desaparecidos de la dictadura cívico-militar fue la primera que emprendió el Equipo en 1984 y que aún continúa. Pero ese conocimiento se expandió a otros sitios del planeta asolados por tragedias de la humanidad. “Es parte del trabajo hacer que ese carácter trágico se torne en un carácter por la verdad y la justicia”, reflexiona Fondebrider sobre la tarea del Equipo, que este jueves festejará sus 35 años con una conmemoración en el Polo Científico de Palermo que cerrará el Cuarteto Cedrón.
—¿Se pueden sintetizar 35 años en una idea?
—Con la idea de la aplicación de la ciencia para algo que tiene que ver con verdad, justicia, memoria y reparación en Argentina. En un sentido un poco más amplio es poner la ciencia y el conocimiento al servicio de los familiares de personas que han sufrido violencia en diferentes partes del mundo. Es un aporte que en nuestro caso lleva 35 años y que nos permitió trabajar teniendo a los familiares como centro de nuestra actividad, desde la justicia, desde la memoria, de alguna manera reconstruyendo estas historias micro que son las historias de cada familiar para una construcción colectiva, mucho más amplia, para dar una visión de lo que pasaba.
—¿El trabajo científico que hacen es también social?
—Se mezcla. Lo social siempre estuvo muy atado y tiene tanto o más peso que lo científico. Desde el principio decidimos hacer ciencia con los familiares y no para los familiares. Y eso fue un poco diferente en cómo se venía haciendo ciencia forense. Tratamos de hacer una ciencia, sacarla del foco cerrado del expediente judicial para hacerla transparente, más clara para el familiar, que se le explique cómo se hacen las cosas, por qué, atendiendo sus dudas, sus incertidumbres y así avanzamos.
El Equipo Argentino de Antropología Forense nació en 1984, cuando el antropólogo forense Clyde Snow viajó al país y convocó a arqueólogos, antropólogos y médicos para comenzar las exhumaciones y análisis de restos utilizando las técnicas de la arqueología tradicional y la antropología forense. “Él nos formó y nos acompañó en los primeros años”, recuerda Fondebrider en la sede que el EAAF tiene en la ex Esma. Tres décadas y media después, son 65 los científicos del equipo y restituyeron los restos de casi 1000 desaparecidos en la Argentina –todavía tienen más de 600 restos por identificar por lo que lanzaron una campaña para recibir ADN de familiares– y trabajaron en casos resonantes como la identificación de los restos del Che Guevara o los 43 de Ayotzinapa, en Centroamérica, en Vietnam o en Timor Oriental, y también en la Argentina en Malvinas, la AMIA o La Tablada. “Tanto la investigación de casos como la formación son dos puntos muy importantes para nosotros y así hemos trabajado hasta el día de hoy en unos 50 países que nos han pedido este trabajo y seguimos avanzando”, resume Fonderbider.
El último caso de resonancia fue la identificación de los restos de los caídos en Malvinas sepultados como NN en el cementerio de Darwin. “Fue un trabajo intenso porque Malvinas posiblemente sea uno de los pocos temas en los que todos los argentinos estamos, más o menos, de acuerdo. Lo interesante es que se pudo demostrar que era posible trabajar con diferentes instituciones del Estado y no estatales. Se trabajó muy coordinadamente y con resultados concretos: de los 122 cuerpos 112 fueron identificados. Nos quedan sólo diez por identificar”.
Desde sus inicios, el Equipo mantiene un principio: “Preferimos hablar por nuestro trabajo más que por nosotros mismos”, dice. Sin embargo, a fines del año pasado el incumplimiento del gobierno nacional con los depósitos obligó a la entidad a emitir un comunicado alertando que estaba en riesgo la continuidad de su tarea.
“El financiamiento es con aportes de fundaciones privadas europeas y estadounidenses, algunos gobiernos, como el argentino desde el año 2005. Eso nos permite que el trabajo sea gratuito para los familiares y cubrir todos los años unos 20 proyectos fuera del país y el trabajo en Argentina. La institución no genera fondos, por eso necesitamos apoyos de instituciones. Lo del año pasado se solucionó y seguimos avanzando con el gobierno actual el financiamiento de proyectos.”
—¿Cómo transitaron estos últimos cuatro años?
—Todos los gobiernos tuvieron sus pro y sus contra. Nosotros seguimos trabajando y en general las relaciones que tenemos con los gobiernos son estrictamente profesionales. En ese sentido, creo que la sociedad argentina está más allá de los gobiernos de turno y si Argentina llegó a donde llegó en cuanto a verdad, memoria y justicia tiene que ver con la lucha de la sociedad civil. La capacidad de lucha y movilización que tiene la sociedad es impresionante y creo que es la fuerza que ha movido a los gobiernos.
Desaparecidos en democracia, femicidios y migrantes son los principales casos en los que trabaja el EAAF, más allá de los casos de lesa humanidad de Argentina. El eje migrante que constituye México, Centroamérica y Estados Unidos, es el proyecto más grande fuera del país. Pero además, el Equipo está enfocado en el desarrollo de nuevas tecnologías para la búsqueda de personas y para difundir los resultados, en la formación y en la promoción de políticas públicas. Todo eso tiene epicentro en el edificio de la ex Esma.
“La experiencia de Ciudad Juárez marcó una línea que en el último tiempo venimos trabajando fuertemente y que tiene que ver con los feminicidios, lo cual viene acompañado de toda una jurisprudencia y protocolo de actuación. Esos son casos muy dolorosos, aunque todos lo son. Son situaciones humanitarias extremas”, explicó la integrante del EAAF a cargo del laboratorio, Sofía Egaña. Para ella, ese trabajo fue un “parteaguas” en el Equipo.
Egaña habla en el laboratorio, un espacio amplio y blanco –todo el edificio es blanco– donde analizan los esqueletos o sus fragmentos. Pero el encuentro de los familiares con esos restos ocurre en una sala ubicada adelante y especialmente preparada, porque quien busca un desaparecido no cesa hasta encontrarlo.
—La mayoría los quieren ver, aunque sea una mano o un pie. Es raro que no los quieran ver. Pensá que, sobre todo en los casos del proceso argentino, después de una desaparición si te dicen que hay un hueso que es de tu familiar, lo vas a querer ver. Es muy raro que eso no ocurra. Nosotros les damos a elegir. En general quieren verlos. Es como el cierre de lo que estuvieron luchando por décadas.
—Cualquiera lloraría cada vez que un encuentro ocurre.
—Nosotros también (ríe). Pero es algo que tenemos que transitar. A nadie le gusta hacer una autopsia o exhumar pero es la forma de acercarte a la verdad. Podríamos hacer otras cosas en la ciencia sin exponernos de forma tan extrema y visceral a cosas que nadie quiere ver o a testimonios que nadie quiere escuchar. Pero es necesario. Para un familiar es un antes y un después, y uno tiene la herramienta que lo puede ayudar. Así lo vemos creo que la mayoría de nosotros.
Campaña
Una de las últimas campañas del Equipo está dirigida a familiares de personas desaparecidas entre 1974 y 1983. Los invita a contactarse al 0800 3453 ADN (236) del @EAAFoficial porque aún quedan unos 600 restos de cuerpos recuperados por identificar.