El grito de Ni Una Menos contra la violencia machista llega este lunes por quinto año consecutivo a todo el país. En Rosario mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias concentrarán desde las 17 en la Plaza San Martín para marchar hasta el Monumento Nacional a la Bandera, donde se leerá la proclama. Ni Una Menos marcó un antes y un después en el movimiento feminista argentino. Se abrieron organizaciones bajo ese nombre en localidades de todo el país, desde las más pequeñas hasta las grandes ciudades. La consigna se replicó en toda Latinoamérica y llegó a ser traducida a otros idiomas como el “non una di meno” en Italia o el “pas une de moins” en Francia. Pero, sobre todo, significó un salto cuantitativo en la masividad que desde entonces caracteriza a las movilizaciones de mujeres y disidencias. Es que en esa primera concentración movida por la tristeza y la bronca por la escalada de femicidios estuvo la entrada a los feminismos de una generación de adolescentes y jóvenes que llegó para cuestionarlo todo, con una identidad marcada por la alegría y el glitter. Este año el grito se renueva con el pedido de aborto legal y en contra de las políticas económicas del gobierno de Cambiemos.
Desde el primer Ni Una Menos del 3 de junio de 2015 el movimiento feminista de la Argentina es mirado por todo el mundo. Su construcción empezó mucho antes. Está anclada en la tradición de la lucha por los derechos humanos, con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo como las primeras maestras. Con la vuelta de democracia empezaron las ediciones del Encuentro Nacional de Mujeres, una experiencia inédita en el mundo que año a año llega a una ciudad distinta del país. Los encuentros construyen estrategias de cara al futuro y siembran organización en cada lugar que es sede. El cupo femenino y la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo son apenas dos ejemplos de proyectos que salieron de las estrategias tejidas en los encuentros.
En marzo de 2015 un grupo de periodistas y escritoras armó un flyer con la foto de un descampado en la que pusieron por primera vez la frase Ni Una Menos. Venía de un poema de 1995 de la activista mexicana Susana Chávez, asesinada en 2011, que decía: “Ni una mujer menos, ni una muerta más”. Con el flyer invitaban a una maratón de lectura y reflexión sobre la escalada de femicidios en la Argentina. Daiana García había sido asesinada días antes en un descampado de Lomas de Zamora. Dos meses después, el femicidio de Chiara Paez fue el detonante de la convocatoria a la primera concentración de Ni Una Menos del 3 de junio de 2015.
El primer Ni Una Menos estuvo marcado por la bronca, el duelo y la tristeza. Tenía como principal consigna el reclamo contra la violencia machista y a los femicidios como su forma más extrema. Ese año no hubo movilización, sólo concentración. En Buenos Aires fue frente al Congreso Nacional y en Rosario en el Monumento Nacional a la Bandera. Un año después las concentraciones empezaron a moverse. Del dolor se pasó al deseo de ser libres y a la consigna Ni Una Menos se agregó “vivas nos queremos”. El año pasado estuvo marcada por el reclamo de “sin aborto legal no hay Ni Una Menos” y “vivas, libres y desendeudadas nos queremos”, en contra del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
“El Ni Una Menos fue una manifestación de hartazgo y significó un cambio cuantitativo. Ya dejamos de ser el feminismo el que se manifestaba en contra de la violencia y paso a ser un reclamo de la sociedad. Me acuerdo que el primer Ni Una Menos vi por primera vez a los sindicatos con los hombres con los bombos acompañándonos”, explica Viviana Della Siega, integrante de Insgenar y de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. Y agrega: “Lo que no hemos podido detener es la ola de violencia. A medida que las mujeres avanzamos en nuestra lucha por la autonomía y querernos realmente libres, se genera una reacción del patriarcado y se ven mayor cantidad de femicidios y más violentos. Pero además que estamos en un contexto nacional de un gobierno que hablita la violencia y la mano dura, que se traslada hacia las mujeres. Y se suma un contexto internacional de avance de los fundamentalismos, que siempre van en contra de los derechos de las mujeres y pretenden coartar nuestra autonomía e ir en contra de nuestros derechos sexuales y reproductivos”.
En cuatro años, la movilización sumó consignas y se diversificó como pasó con el movimiento feminista Argentina. Hoy ya no se puede de feminismo en singular sino de feminismos en plural. El debate por la legalización y despenalización del aborto generó nuevas organizaciones en todo el país. Surgieron colectivos (o colectivas) que responden a la diversidad del movimiento: desde actrices, músicas, cineastas, ilustradoras, afroamericanas, las que piensan la diversidad funcional de los cuerpos, hasta profesionales de la salud, estudiantes universitarias, secundarias. En las movilizaciones y en los debates confluyen mujeres, lesbianas, travestis, trans, putas, personas no binarias. Organizadas, independientes, sindicalistas, trabajadoras de la economía popular. Hijas y nietas. Pañuelos blancos y verdes.
“Hoy las jóvenes han tomado la lucha por una vida libre de violencia y por el derecho al aborto y la han hecho carne. Es muy importante porque significa una continuidad en la lucha. Si bien no vamos hacer caer el patriarcado mañana, haber incorporado a gente tan joven implica que va a haber una continuidad. Y hay una alegría muy grande, esa es una de las características del movimiento”, agrega Della Siega.
Este año el Ni Una Menos llega en el contexto de una crisis social y económica que afecta particularmente a las mujeres y disidencias. Según Majo Gerez, integrante de Mala Junta y Ni Una Menos Rosario, el Ni Una Menos es una muestra de cómo estos años el movimiento de mujeres, las disidencias y el feminismo ha sido una actriz protagónica en las resistencias a las políticas de ajuste.
“Redoblamos la apuesta y la denuncia contra las políticas misóginas que feminizan la pobreza con cada movilización en defensa de nuestros derechos”, dice y agrega que ese reclamo se escuchará en la proclama de este año: “Queremos que haya aborto legal, seguro y gratuito, queremos compromiso con presupuestos a la altura de las demandas, repudiamos la quita a la moratoria que va a frenar las jubilaciones para amas de casa. Hoy las trabajadoras de la economía popular están más expuestas a la violencia económica. Las mujeres en general pierden autonomía y están más expuestas a las violencias machistas”.
Para Della Siega se ha logrado un movimiento transversal donde están las distintas expresiones políticas. “Que el feminismo sea horizontal, federal y con distintas franjas etarias le da un condimento particular. En Rosario hemos logrado una articulación de todo el movimiento de mujeres, con distintas pertenecías partidarias, historias y edades, con una convocatoria amplia, masiva que nos contenga a todas”, explica.
La revolución de las pibas
Malena Martínez e Irene Ponzio conducen el Centro de Estudiantes de la secundaria Nigelia Soria. Son la generación que llegó a los feminismos con el Ni Una Menos de 2015 y que el año pasado puso el cuerpo en las calles en la pelea por el aborto legal. “El Ni Una Menos fue una fecha bisagra. Fue prender una chispa y que todas las pibas y las mujeres de todas las edades pudiéramos sacar de debajo de la alfombra la violencia patriarcal que sufrimos cotidianamente. Además, fue fundamental para que el feminismo saliera de un lugar estereotipado y demonizado en el que estaba y que se plasmaba en los que decían que las mujeres estamos locas. Y para las estudiantes secundarias el Ni Una Menos Fue el puntapié para abrir otras luchas, como el aborto legal o la Educación Sexual Integral (ESI)”, explica Martínez.
Ella estuvo en la movilización de 2015. Era su primer año de la secundaria y recuerda que el dolor le revolvió el estómago. “Ese primer Ni Una Menos y la entrada al feminismo me hicieron abrir los ojos y repensar mis ideales, a mi familia, a mi escuela. Me obligaron a repensar un rompecabezas de mi misma y de la gente con la que quería y no quería relacionarme. Qué clase de persona quería ser, como quería expresarme. Fue una chispa que desencadenó un montón de preguntas sobre cómo ser y cómo pensar la sociedad en la que vivo”, cuenta.
Para Ponzio el Ni Una Menos fue fundamental para que las estudiantes secundarias vieran huecos que había en la educación. “Ayudó a ver un montón de errores, sobre todo la falta de ESI y cómo no tener esa herramienta nos afecta. Militar el feminismo nos ayuda construir la educación que queremos que apoya la visibilizacion y los derechos de la mujer y las disidencias”, agrega.
“Las estudiantes tenemos un rol crítico, de cuestionarlo todo. Pero también por ser mujeres y ser jóvenes nos dicen que no podemos opinar. Estamos saliendo de ese rol, lo estamos cuestionando en nuestro pensamiento y en el de los demás. Se vio en la presentación del proyecto del aborto. Cómo las pibas de secundarias pero también de primarias conquistamos las calles”, explican y agregan: “Somos las increíbles Hulk que dice Luciana peker, las que politizamos hasta el glitter. Ya que nos estén entrevistando para un medio da cuenta del lugar que tenemos, Somos la revolución de las hijas. Somos las hijas de las madres que fueron oprimidas y relegadas de muchos espacios, logramos construir estructuras familiares y una descendencia más avanzada socialmente. Queremos construir un futuro que nos abarque a todos y no solo a las mujeres sino también a las disidencias”.