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El arte más humanista de Berni

Nueva muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, que reúne 30 grandes obras del artista rosarino, de 1934 hasta su muerte en 1981. "Berni, narrativas argentinas" se expone hasta el 12 de septiembre.
La última obra que pintó Berni en 1981, "Sin título" óleo y acrílico sobre tela
La última obra que pintó Berni en 1981, "Sin título" óleo y acrílico sobre tela

Por: Ana Martínez Quijano / ámbito.com

 La última y significativa obra que pintó Antonio Berni en 1981, poco antes de su muerte, integra «Berni: narrativas argentinas», donde no faltan otras que ya forman parte de nuestro imaginario, como «Desocupados» o «Manifestación». 

 Con la ambición de indagar un capítulo de la historia argentina a través de las pinturas de Antonio Berni, el Museo Nacional de Bellas Artes logró reunir 30 grandes obras, entre ellas, algunas que ya forman parte de nuestro imaginario, como «Desocupados», «Manifestación», «Chacareros», o las del personaje Juanito Laguna. La exposición, «Berni: narrativas argentinas», aspira, al igual que las dedicadas anteriormente en el Bellas Artes al convocante artista rosarino -por Marta Nanni en la década del 80 y Jorge Glusberg en la del 90-, atraer al público masivo y batir un nuevo récord de visitantes. La muestra curada por Roberto Amigo con la colaboración de Marta Nanni, se inicia en el año 1934, cuando Berni, que ha regresado de París y presentado la primera exposición surrealista de la Argentina, abandona este movimiento conmovido por la cruda realidad de la crisis del 30. El artista reconoce que le resulta imposible mantenerse ajeno a la situación social y política del país. En París podía darse el lujo de vivir en un mundo puramente intelectual, pero aquí, según los testimonios que dejó sobre la encrucijada que enfrentó a su regreso, «vos veías en las calles la crueldad palpable de la miseria».

 Sus últimas obras surrealistas datan de 1932, pero su mente ya estaba en otra cosa. Así lo dice Berni, y sus textos resultan reveladores: «Corría el año 31. Estaba haciendo estragos la crisis económica. La fila de desocupados estaba frente a la olla popular. El medio ofrecía un ambiente distinto del que yo terminaba de dejar en París. [.] Entonces empecé a hacer las composiciones de contenido social: En la Manifestación y Desocupados. Yo mismo era un desocupado». 

Juanito Laguna remontando un barrilete. 1973. Oleo y collage sobre madera.
Juanito Laguna remontando un barrilete. 1973. Oleo y collage sobre madera.

 Es entonces, cuando con la intención de «movilizar las conciencias», apeló a la cualidad transformadora del arte, a su capacidad de conmover, y pintó sus obras más plenas, más llenas de significación y elocuencia. Aunque las primeras pinturas con contenido social y político están fechadas en 1934, es obvio que en los años que van desde el 32 al 34 Berni no estuvo inactivo: gestaba un cambio abrupto, de los breves cuadros surrealistas pasaría al arte con contenido de una dimensión heroica. Paradójicamente, el concepto del arte político del rosarino resulta de alguna manera coincidente con el de Oliverio Girondo, partidario del arte por el arte. En 1933, respondiendo a la polémica desatada por el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, entre el arte puro, supuestamente vacío de contenido, y el arte social o comprometido, Girondo sostiene: «El arte no debe servir a nadie, pero puede servirse de todo. hasta de la política».

 Ese mismo año Berni pinta con Siqueiros el mural «Ejercicio plástico» en calidad de ayudante, y denuncia la insoslayable contradicción entre el discurso de un comunista recalcitrante y el célebre mural, cuya estética es del todo ajena a la ortodoxia política. Siqueiros tenía sobrados motivos para tomarse un recreo, pero en el contexto de la crisis del 30, el rosarino no tenía un minuto que perder. Encuentra en el arte político el modo más genuino de expresión, sin subordinarse a ningún credo ni doctrina, como bien lo aclararía al fundar el Nuevo Realismo.

 Berni regresa a la tradición realista sin desaprovechar sus experiencias europeas, pero no estaba solo con sus inquietudes. En la Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas Plásticos de Rosario lo acompañaban, entre otros, los médicos Lelio y Artemio Zeno, el psicoanalista Emilio Pizarro Crespo, el filósofo Sigfrido Maza, los escritores Arturo Frutteri y Roger Plá, y los artistas Leónidas Gambartes, Ricardo Sívori, Juan Grela y Anselmo Piccoli. En ese ámbito nació el Nuevo Realismo, como denominó Berni al movimiento, aunque, el primero en utilizarlo fue el poeta Rivas Rooney. En Rosario surgiría la primera expresión del muralismo argentino, y no en las Galerías Pacífico como la gente cree.

Comprometido en lo estético con el realismo y en lo ideológico-político con una visión crítica y declaradamente anticapitalista, el Nuevo Realismo reconocía como antecedente el muralismo mexicano y hundía sus raíces en el arte de Latinoamérica. La postura latinoamericanista implicaba un claro rechazo del Realismo Socialista propagado como catecismo por la cultura soviética. Sobre este particular Berni opinó, tajante: «El Realismo Socialista no era más que un verismo vulgar, [.] un retroceso forzado cuyo fracaso era más que previsible; no fue una formulación artística o doctrinaria, sino una ilustración». En 1952, escribía: «El Nuevo Realismo es un determinado concepto estético y un profundo y determinado tipo de humanismo. Esta escuela afirma lo humano pero, simultáneamente, para contenerlo afirma lo representativo realista como única y posible envoltura».

 La pintura neorrealista de Berni se comprende como arte que denuncia la injusticia y las relaciones de poder, que defiende a los humildes y marginados sin caer el populismo. Su arte jamás acata los mandatos políticos, como lo estipula el estatuto teórico del Realismo Socialista y, en alguna medida, el peronismo. Aunque militó en las filas de PC, Berni respondió de modo categórico a la acusación de «realismo socialista» que le endilgó Romero Brest: «Lo mío no tiene un contenido político, sino un contenido filosófico», aseguró. Y fue muy explícito acerca de ese concepto filosófico: «Es una actitud humanista [.], basada en mis vivencias del mundo. Es también un sentido de justicia, de equidad, un estado de amor y sentimiento de fraternidad». La convicción humanista de que el hombre es la justa medida de todas las cosas -también de las cosas estéticas-, es la última justificación del realismo berniano y la base de un rechazo de los partidos que consideran al hombre sólo como integrante de la masa, negando y desdeñando la individualidad creadora.

 Berni muestra su vigorosa necesidad de delimitarse, de deshacerse de todo tipo de influencias perjudiciales. Esto, desde luego, no significa el rechazo de la tradición europea, ni de la vanguardia. Es entonces cuando surgen esas pinturas con formato mural.

 «Desocupados» se enlaza con el surrealismo. Con su enigmático aislamiento y su imponente dramatismo, los personajes dormidos encierran toda una metáfora: la ausencia de trabajo implica que están fuera de la vida, suspendidos en el tiempo, sustraídos de la realidad. En ese paisaje portuario, el sueño de todos esos hombres en pleno día se vislumbra como una alucinación. El mundo quieto de Berni y sus figuras fantasmagóricas remiten a la dimensión onírica del surrealismo, que propiciaba el sueño como la puerta de acceso a una superrealidad. El sueño permitía -según los surrealistas- percibir la realidad de un modo más intenso, agudizaba la capacidad psíquica de penetración del conocimiento. Desde luego, ni el surrealismo ni el rosarino concebían el sueño y la realidad como estados que se contraponen.

 La arpillera empleada en las obras neorrealistas no es un material inocente: proviene de los ingenios azucareros, habla de las migraciones de la zafra. Luego, el formato «autoportante» del cuadro, responde al rechazo de tener que confraternizar con dueños de las paredes para pintar murales. Años más adelante, los collages de latas, pueden ser vistos como la gran oportunidad de tener una industria pesada que el país había perdido junto al desarrollismo.

 El gran tema de Berni -el hombre sufriente de Latinoamérica-, surge en «Manifestación», está en «Chacareros», en «Medianoche en el mundo», en el aquelarre y la belleza de «La gran ilusión», en los cuadros que pinta en el Norte, y allí permanecerá, a lo largo de toda su trayectoria, con sus diversas encarnaciones, que van desde los personajes estatuarios hasta aquellos demoníacos, que parecen surgidos de los infiernos.

 En la muestra hay un salón de retratos con la conmovedora «Primeros pasos» y, también figura la última y significativa obra que pintó Berni en 1981, antes de morir: el cuerpo de una joven lívido y desnudo tendido en una playa, bajo la luna y bajo un avión que surca el cielo de un paisaje surreal.

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