Camerún le borró la sonrisa a Argentina en la última jugada del partido. Después del agónico empate del miércoles ante Escocia en el Parque de los Príncipes, la selección aún tenía posibilidades de clasificar a octavos de final, aunque ya quedaba en manos del destino, el cual finalmente le dijo que no. Dos eran los partidos para tener en la mira: Camerún vs. Nueva Zelanda y Chile vs. Tailandia. Si en alguno de los dos duelos se daba un triunfo, la Albiceleste se despedía de Francia 2019.
Y fue en el primer turno, entre las africanas y las oceánicas, que las chances de clasificar se terminaron. En la última jugada del encuentro las camerunesas se impusieron 2-1.
Un poco de eso se vivió el miércoles en la zona mixta del estadio donde juega el PSG, luego de la histórica remontada criolla ante las británicas. Se respiraba un aire agridulce. Por un lado la alegría de haber podido dar vuelta un resultado que parecía imposible, en un momento en el que las piernas y el físico le empezaban a pasar factura a las argentinas y las chances de gol escaseaban. Y que a fuerza de garra y corazón, de la gran actuación de Florencia Bonsegundo y el gran ingreso (y debut en la mayor) de Dalila Ippolito, se logró revertir.
Pero se necesitaba ganar para clasificar. El depender de uno mismo hizo que tal vez las jugadoras no pudieran percibir una vez finalizado el partido lo que habían logrado alcanzar. Adentro y afuera de la cancha.
Desde que la bolilla indicó que el grupo que integraba Argentina lo iba a compartir con Japón (actual subcampeón mundialista), Inglaterra y Escocia, el panorama no parecía sencillo. Principalmente por las grandes diferencias que existen entre el combinado nacional y los equipo europeos.
En el Viejo Continente la mayoría de las ligas son profesionales. Tal vez no al punto de igualar a sus pares masculinos, pero las jugadoras no tienen que hacer nada más que dedicarse a jugar a la pelota. Mientras que en Argentina (y en la mayoría de los equipos de Sudamérica), las jugadoras reparten su tiempo entre entrenar y trabajar o estudiar. O las tres cosas juntas.
Así no hay piernas que aguanten los embates ante las selecciones europeas o asiáticas, quienes están muchísimo mejor preparadas. Y eso se notó en los partidos. Ante Japón el desgaste fue absoluto. Un esquema defensivo con cuatro en el fondo, cinco en el medio y Sole Jaimes adelante en soledad. La presión y la concentración de las jugadoras fueron las claves para poder conseguir ese punto histórico ante las niponas, que se replicó a lo ancho y a lo largo del país. Y que hizo que a esta selección se la viera con otros ojos.
https://twitter.com/elciudadanoweb/status/1141854274378506241
Después fue la derrota con Inglaterra en Le Havre. Mismo esquema defensivo y el argumento lícito de Carlos Borrello: “No podemos jugar de igual a igual con equipos que no lo son”. Esta vez, la intención de adelantarse en la cancha se pagó caro.
En el primer intento de atacar, el combinado nacional sufrió de contragolpe el tanto de Jodie Taylor y llegó la primera y única derrota en suelo francés. Pero las particularidades del partido hicieron que Vanina Correa sea elegida como la figura del partido.
Es que la arquera rosarina no sólo le contuvo un penal a Nikita Parris, sino que sacó todo. Segura, confiada y plantada debajo de los tres palos, hizo que el país hablara de la selección. Fue tendencia en redes sociales, y el partido marcó un alto rating en la TV Pública.
Vale resaltarlo porque esta es una selección que no sólo no tuvo apoyo de las autoridades del fútbol argentino, sino que tampoco sintió ese calor del hincha criollo, que muchas veces incluso desconoció la existencia del plantel femenino.
La selección tapada llegaba al tercer partido no sólo dando que hablar por su increíble empate ante las niponas y la actuación de la arquera rosarina ante las inglesas, sino con chances de clasificar a octavos de final. Posibilidades reales e impensadas para muchos y muchas.
De vuelta en París, llegó el turno del “a todo o nada”. Cambio de esquema, cambio de nombres, cambio de imagen. Borrello lo había anticipado y así se dio: salir a ganar. Argentina mostró ante las escocesas que no sólo tiene virtudes defensivas sino también ofensivas. Pero muchas veces las apuestas se pagan y el 3-0 en desventaja parecía irremontable. Las piernas no aguantaron, el físico pasó factura y esa diferencia de la que se hablaba en la previa entre el combinado nacional y las otras selecciones profesionales se vio en la cancha.
Sin embargo, a fuerza de ganas se pudo igualar y con puntos altos, como la actuación de Bonsegundo, quien no sólo de marcó el segundo albiceleste con un zapatazo desde afuera del área y luego lo igualó desde los doce pasos, sino que durante los 90 minutos no hizo más que tirar el equipo para adelante. Flor fue la figura, aunque suene un poco injusto nombrarla a ella nada más cuando en realidad fueron 23 las que lograron que un país entero hablara de ellas. Y se les reconociera el trabajo y el esfuerzo que hacen para defender los colores albicelestes.
La selección vuelve al país diferente a como se fue. Vuelve impulsada y esperanzada. Con la cabeza en alto por saber que dio todo y más. Y ahí aparecen las imágenes del paro antes de la Copa América, o de la foto haciendo el Topo Gigio y las palabras de las protagonistas que piden por mejores condiciones y por un fútbol profesional. Y que repiten sin cansancio que la lucha es por las que vienen, porque todas las veces que les dijeron que no iban a poder porque eran mujeres, se transformaron en lucha y desafío. El balance en Francia es positivo.