A Emilio Manuel Tonelli, un joven de 24 años que vivía en el barrio Nueva Pompeya de la ciudad de Santa Fe, lo buscaban desde hacía una semana. La última vez que lo vieron fue en la madrugada del sábado pasado, pero como solía viajar para vender flores a la ciudad de Paraná, donde se quedaba dos o tres días, sus familiares no se alarmaron de entrada. Sí lo hicieron al escuchar rumores sobre su asesinato y más todavía cuando, el miércoles, su pareja encontró la gorra del muchacho con manchas de sangre y un agujero. Hicieron la denuncia por búsqueda de paradero y este viernes la Policía encontró el cuerpo de Emilio. Estaba enterrado a unos 20 centímetros de la superficie y a pocos metros de donde vivía, en un descampado. Tenía un disparo en la cabeza.
Emilio tenía cuatro hijos. El mayor de cinco años y la menor, una beba de apenas tres meses. Nada se sabía de él desde la madrugada del sábado último. Testigos lo vieron alrededor de las 3 en el barrio, una zona postergada que sufrió varias inundaciones y en las que los vecinos hicieron sentir, reiteradamente, sus reclamos por mejoras y por el avance del narcomenudeo entre sus calles.
Algunos allegados de Tonelli dijeron que el muchacho había salido para cobrar una deuda. Otros, que iba a encontrarse con amigos. Vecinos agregaron que, poco después del momento de su desaparición, escucharon tiros.
Los familiares salieron a buscarlo por el barrio. Las versiones los inquietaron, pero a la vez tenían la esperanza de que hubiera ido a trabajar. Explicaron que vendía flores en la capital entrerriana, Paraná, hacia donde viajaba todas las semanas y donde se quedaba, por lo general, tres días.
La preocupación escaló en dramatismo el miércoles último: cerca de su casa, sobre unos arbustos, la pareja de Emilio encontró su gorro de lana negro con rastros de sangre y un agujero que parecía provocado por un disparo. A partir de ese momento, la Policía, previa denuncia, se incorporó a los rastrillajes.
Este viernes, el paisaje del baldío ubicado cerca de las calles Zavalla y Pavón orientó la búsqueda, de nuevo, hacia ese terreno, que ya había sido recorrido: había tierra que parecía removida poco antes, y una pala abandonada a poca distancia. El lugar queda a metros de donde vivía el joven buscado.
La Policía volvió al terreno y alrededor de las 16 encontró el cadáver. El cuerpo de Emilio estaba enterrado a unos escasos 20 centímetros de profundidad. Su cráneo mostraba una herida que claramente remitía a un balazo y coincidía con el agujero de su gorra, hallada dos días antes.
Los investigadores del caso adelantaron que los primeros indicios apuntan a que el cadáver del muchacho había sido enterrado poco antes de que lo encontraran, posiblemente en la noche del jueves, y que fue asesinado en otro lugar. En el momento del hallazgo, hubo una aglomeración de vecinos en el baldío. Algunos reclamaron airadamente por la desprotección del Estado en un barrio que, dijeron, fue atravesado como otros por los circuitos de narcomenudeo. Unos, incluso, apuntaron las sospechas por el crimen hacia la mujer de Emilio y «su entorno».
El portal Aire de Santa Fe publicó, en ese sentido, el testimonio de un joven al que identificó como primo de Tonelli. El entrevistado aseguró que el asesino es tío de la esposa de Tonelli. “Lo maté, no lo quise matar», relató el muchacho sobre la confesión que –dijo– le hizo el hombre a la pareja de su víctima. También, según nel mismo testimonio, le pidió que no contara nada.
El primo de Tonelli agregó que eran “normales” las peleas entre los familiares de la esposa del muchacho asesinado durante los fines de semana, en la casa en la que vivía con su pareja y los cuatro hijos.
La búsqueda del joven tuvo un episodio singular el miércoles, luego de que su esposa hallara la gorra. Con la ayuda de un perro adiestrado, la Policía siguió el rastro de Tonelli hasta una vivienda de calle Zavalla al 7700. Nada encontraron entonces en el lugar.
El caso lo lleva la fiscal de la Unidad Especial de Homicidios del Ministerio Público de la Acusación Cristina Ferraro.