Final. Víctimas de robos y abusos sexuales cometidos por la misma persona cuando estaban solas en sus comercios pudieron reconocer a la persona que las violentó. La rueda se hizo ayer en el Centro de Justicia Penal, donde, a través de un blíndex, en forma individual y en distintos horarios, nueve víctimas fueron pasando y con sus retinas terminaron de convalidar indicios y pruebas concretas que se habían recolectado, uno de ellos la propia confesión, que según fuentes policiales, hizo un sospechoso, quien así intentó dejar afuera de todo a su hermano, detenido junto a él.
El cerco sobre el llamado violador serial se había estrechado en las últimas e intensas dos jornadas. Uno de los avances clave fue el mejoramiento de imágenes captadas por un domo municipal que se corresponden con uno de los ataques denunciados, lo que permitió visualizar una patente de moto, que tenía la misma secuencia descripta por una de las víctimas, quien había llegado a anotarla.
A partir de la confirmación del vehículo se pudo trazar el mapa: la moto estaba a nombre de una mujer, y era usada por sus dos hermanos, Pablo Nicolás B. y Sergio Ignacio B. para reparto en un emprendimiento familiar, una pizzería ubicada en Zeballos al 2000. Con datos confirmados, la fiscal de la Unidad de Delitos contra la Integridad Sexual Alejandra Raigal ordenó la aprehensión de ambos hermanos, que fueron detenidos en el comercio este jueves por la noche, y el allanamiento de dos propiedades, en Ocampo al 400 y en Moreno al 3700, donde se encontraron, además de la moto señalada, ropa que coincide con la descripción aportada por las distintas víctimas, e incluso objetos sustraídos en al menos uno de los ataques.
Pista certera
“Nos hicimos presentes en el domicilio laboral de los requeridos, de acuerdo a datos obtenidos por investigaciones en inmediaciones del domicilio de los sospechosos y redes sociales”, confirmaron fuentes policiales. Las detenciones se concretaron cerca de las 21.30 de este jueves, tras lo cual Pablo B. y Sergio B., con parecido físico entre ellos y ambos con el identikit y el fotofit elaborados en base a testimonios de las víctimas, fueron trasladados a sede policial, a la espera de la ronda de reconocimiento.
La rueda se concretó este viernes, y según trascendió que al menos cinco mujeres reconocieron a Pablo Nicolás B. como su atacante, por lo cual será llevado a audiencia imputativa, que se concretará este domingo en horario todavía no confirmado. Allí lo acusarán formalmente de al menos nueve hechos denunciados –la sospecha de las víctimas es que hay más– desde el primero, el pasado 20 de mayo, cuando un hombre asaltó una librería de Sarmiento al 4300, a metros de la seccional 15ª, y abusó de la empleada que la atendía, de 19 años. Ese caso, que conmocionó a la zona sur, resultó unas de las claves para dar con el culpable. Es que otra de las víctimas, que fue asaltada y padeció un intento de abuso sexual el pasado 4 de julio en la veterinaria de San Nicolás al 300, en barrio Luis Agote, relacionó su caso con el de la librería. Con singular empuje, en poco tiempo pudo confirmar no sólo que ella y la vendedora habían sido víctimas del mismo atacante, sino que había “seis chicas más”, por lo menos.
En su caso, el agresor había repetido la mecánica: tras asaltarla la condujo bajo amenazas hacia otras dependencias del local, donde la maniató a una silla e intentó violarla. Pero ella logró zafar de las ataduras y tomar una tijera, con la que puso en fuga a su atacante. “Tiene unos 25 o 30 años, es morocho y tiene una cicatriz abierta en la mejilla izquierda. Circula bien vestido en una moto negra”, aportó las características que había registrado que, con las que fueron sumando otras víctimas a las que contactaba, permitieron llegar a la primera aproximación gráfica sobre el asaltante-abusador, un identikit.
Pero esa aproximación también develó fallas: el pasado jueves 11 una persona fue demorada por la Policía en Arijón al 3300, pero la rueda de reconocimiento, así como un allanamiento al lugar donde vivía, dieron negativo, por lo que recuperó la libertad y fue desvinculado del caso.
Segunda chance
El episodio y las frustradas expectativas redoblaron la presión para que se profundizara el seguimiento de las pistas obtenidas, mientras se pedía a todas las mujeres, en especial a la que atienden comercios –patrón seguido por el agresor en la mayor parte de los casos– estar alerta. También se tabuló que de las víctimas, que tienen entre 17 y 45 años, la mayoría tenía menos de 20 años.
Así se fue cerrando el círculo sobre los hermanos B. Y en la noche del jueves, la Policía de Investigaciones (PDI) incautó dos motos, una de las cuales tenía la patente buscada, y además se ajustaba a la descripción de las víctimas; cascos de color negro (con características similares a lo que mostraban imágenes analizadas de cámaras de videovigilancia), y hasta ropa, como un camperón azul descrito por al menos una víctima.
Otra pieza surgió de los allanamientos: en una de las requisas la Policía no encontró ningún elemento vinculado a la investigación, lo cual seguía exculpando a Sergio B. En cambio, en el procedimiento en el domicilio de su hermano Pablo, se encontraron juguetes en una caja, que fueron reconocidos como parte del botín de un asalto a una librería-juguetería de España al 3900, el pasado 12 de julio, en un hecho que no tuvo características de agresión sexual, pero que coincidía en la descripción física de su autor.
Para hacer todo más certero todavía, la pareja de Pablo B., con quien convivía, según fuentes policiales manifestó “expresamente” y “en forma voluntaria” la autorización a que se requisara el domicilio de ambos. Allí se encontraron, entre otros elementos, una caja blanca de reparto de alimentos en moto que también se correspondía con descripciones de víctimas; precintos como los que habían inmovilizado a mujeres asaltadas, y más prendas que se asimilaban a descripciones y teléfonos celulares en desuso, que ahora serán peritados.
Todos los elementos apuntaron a uno de los sospechosos, el que precisamente había reconocido ante uniformados la autoría de ataques, asaltos y abusos, aunque su declaración no tenga valor judicial.
El peldaño que faltaba era el reconocimiento directo por parte de las víctimas. Y el paso, que implica un singular esfuerzo de quienes padecieron las agresiones, permitió una identificación sin dudas pese a que el sospechoso se había dejado de afeitar, lo que se presumió como un intento de ocultar una de las facciones más salientes, una cicatriz que le cruza una mejilla casi desde la boca hasta la altura de una oreja. Para la mayoría de las víctimas, sin confirmarse si habían podido participar las nueve de la ronda de reconocimiento, no hubo dudas de que quien estaba ahí, detrás de un vidrio blindado y alineado con otras personas con fisonomía semejante, era quien las había atacado.
Cambio de comportamiento
Entrevistada por Canal 3, Jorgelina, una de las víctimas que ayer reconocieron a su agresor, confirmó que lo pudo identificar pese a que había intentado disfrazar su aspecto. Ella fue quien contactó a otras víctimas y ayer se dijo “esperanzada” en que se haga justicia y reconoció el “compromiso” de la PDI. Pero también dijo esperar “un cambio en la manera de comportarse” de otras áreas de la Policía: “Mi denuncia no llegó en el momento adecuado a la fiscal que correspondía y tuve que presentarme dos veces”, recordó. Y marcó que otras mujeres le contaron que en la comisaría no les tomaron la denuncia, y que hubo intentos de presentar “cosas vinculadas con esta misma persona desde enero” (cuando se estima que empezaron los ataques) que nos prosperaron.
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