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“Entrar a la vida de Eva es un camino sin retorno, un viaje de ida”

Entrevista con el sociólogo Santiago Régoli, coordinador del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón y del Museo Evita en Buenos Aires

Hace 67 años el país se paralizó cuando la voz del locutor Jorge Furnot irrumpía en la radio para anunciarla noticia tan temida para muchos y tan esperada para tantos otros: la muerte de Eva Perón, “o, acaso, su paso a la inmortalidad”.

Mucho se ha escrito, analizado y puesto en escena en torno a la figura de la Abanderada de los humildes y todo lo que se ha dicho o hecho parece seguir siendo poco. Santiago Régolo, coordinador del área de Investigación del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón (INIHEP) dialogó con El Ciudadano sobre sólo algunas de las aristas que funcionan como disparadores de lo que fue y es Evita en la construcción del peronismo, un discurso que interpela a los grandes aparatos burocráticos de finales de la década del 40, su militancia social y su dedicación a los más necesitados.

Régoli, sociólogo y docente universitario, comenzó trabajando en estudios sobre el peronismo que devinieron en un derrotero casi mágico: la vida personal y política de Eva Duarte de Perón. “Un camino sin retorno, un viaje de ida”, aseguró

—¿Cómo se involucra de lleno en el estudio sobre Eva Perón?. ¿Es un viaje sin retorno, como dijo una vez Tomás Eloy Martínez?

— Es un viaje sin retorno. Si bien soy docente en la facultad y trabajo en el museo, todo vuelve a Eva. Como que ya está signado el camino para volver siempre a ella. Es una forma en la que uno entra y de donde después es muy difícil salir.

—¿Qué aspectos personales de Eva le han llamado más la atención?

—La capacidad de liderazgo y de articulación política que ganó en tan poco tiempo, saliéndose de todos los papeles. Uno cuando piensa en liderazgos tan potentes, ve ciertas trayectorias, caminos más extensos. Ni hablar el del mismo perón. Pero el de Eva se da con una velocidad y una excepcionalidad que a mí, hasta el día de hoy me asombra.

—¿La militancia social de Eva empezó antes de estar en la escena política? De hecho conoció a Perón en un evento solidario por los daminificados por el terremoto de San Juan de 1944 

—Sí. Es que más allá de su juventud, de no venir del mundo político, ya siendo actriz uno puede ver algunos atisbos cuando ya se agremia en el año 39, cuando funda otro sindicato en el 43. Después, las maneras en que se relaciona, sobre todo con dos de las grandes ramas del peronismo como son el Partido Peronista Femenino y la CGT, y como a partir de ahí genera redes políticas desde la informalidad, porque ella nunca ocupó ningún cargo. Con un dinamismo único que no vi en ningún otro líder en la historia nacional.

—¿Cómo es descubrir a Eva desde el trabajo en el museo?

—Es algo que también me sigue sorprendiendo. Algo que solemos hacer en el museo es levantar testimonios. La historia oral para nosotros es importante porque a veces es muy difícil acceder a documentos. Esto habla de que Eva es una construcción colectiva, de cómo su figura ha impregnado a cada una de las personas que se cruzaron con ella. En el museo también trabajamos de esa manera, con aportes, a veces anónimos de gente que de alguna manera se cruzó con ella a lo largo de la historia y que fue guardando material donde después de 1955 fue prácticamente destruido y que tiene que ver con Eva.

—¿Cuánto hay de mito y de verdad en el trato de Evita con quienes iban a pedirle trabajo, comida o una máquina de coser?

—Hay cualquier cantidad de historias, reales. Todos tienen algo para decir. Pero hay algo que me llama poderosamente la atención, más allá del trabajo de la Fundación y de todos los que se acercaban para recibir respuestas en lo material. Surgen testimonios y de hecho ella misma lo dijo, y es que muchas veces las personas se acercaban con historias de dolor, de pérdida y que ahí, una casa o una máquina de coser, no alcanzaban. ‘Ahí hay que escuchar’, decía. Y se quedaban en la entrevista, más allá del pedido material o formal, a contar qué había pasado con su familia. En esas tardes de ayuda social, ella decía que a ese dolor había que escucharlo. En cada caso aparece eso: alguien que los visibiliza y los escucha.

—Usted ha hablado, en algunas entrevistas, sobre la necesidad, en los tiempos que corren, de volver al discurso de Eva…

—En este año tan especial, que es el año del centenario de su nacimiento, tenemos una fuerte apuesta a volver a Eva. Muchas cosas que ella dijo en su momento, salvando las distancias en lo que planteaba en los años 40 y 50, hay muchas cosas desde lo estructural en la Argentina que no están resueltas. Muchas de las cosas que ella emprendió en su momento, son necesidades urgentes. Una de las cuestiones en el país que debería ser materia de campaña y de discusión política actual que tiene que ver con la resignificación de la ciudadanía en tanto sujeto de derecho, acceso al servicio de salud o educación y principalmente, a generar canales de distribución mucho más equitativos. Tranversalmente su discursividad, pero también su acción, recae en generar la posibilidad de que todos puedan acceder a todas esas cosas que uno necesita para desarrollar su vida, no sólo en términos individuales sino también colectivos.

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