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“La realidad está tomada, no hay ficción que valga”

Francisco Fissolo adelanta detalles de “El Biribiri”, obra teatral que se conocerá este jueves, donde dirige a María Celia Ferrero, Federico Fernández Salafia, Nicolás Marinsalta, Soledad Murguía, Cecilia Mastria, Micael Genre Bert y Santiago Pereiro

Hay una serie de mundos que conviven en la producción artística del actor, dramaturgo y director teatral local Francisco Fissolo, donde se mezclan las poéticas de Hijos de Roche, grupo del que forma parte como actor, con su trabajo bajo la dirección del talentoso maestro local Juan Hessel, como también su paso por el cine y su ecléctica formación con otros maestros porteños como Ricardo Bartís, Alejandro Catalán o Pompeyo Audivert.

Inquieto y siempre con ganas de juntarse para actuar, producir y experimentar desde la escena, hace unos años generó su primera experiencia en dramaturgia y dirección que se llamó Pavón abajo, a la que desde este jueves sumará El Biribiri, que se conocerá este jueves en Espacio Bravo, donde vuelve a poner en tensión una trama gestada desde el trabajo con los actores y donde el presente se filtra de manera inevitable.

“Cuando el hambre muerde los talones de la alta alcurnia, los velorios son una estancia más. Cualquier cuna de oro deviene en ataúd y ese negocio no se puede dejar pasar. Pacífico murmura; los muertos también”, escribe el director a modo de presentación de esta nueva experiencia teatral local en la que actúan María Celia Ferrero, Federico Fernández Salafia, Nicolás Marinsalta, Soledad Murguía, Cecilia Mastria, Micael Genre Bert y Santiago Pereiro, quien además se ocupó de la música original, a partir del trabajo en dramaturgia que Fissolo compartió con Juan Rodríguez.

La génesis

“En 2017 estuve un tiempo tomando clases en Buenos Aires, en el Sportivo Teatral, con Ricardo Bartís. Fue un recorrido que me sirvió para abrir la cabeza y cuestionar ciertas metodologías de los procedimientos actorales y del teatro en general; fue romper un poco con eso, porque aunque parezca que no, el teatro también está lleno de mandatos y hay un tipo de actuación que está de algún modo «legalizada». En el Sportivo se investiga mucho acerca de un suceso teatral que parta de la idea de buscar lenguajes que rompan con metodologías preestablecidas, un poco a modo de búsqueda y quizás otro poco a modo de burla”, introdujo Fissolo como acercamiento al recorrido que tiempo después emprendió con un grupo de actores a los que dirige desde adentro de la escena. Y recordó: “A ese espacio de taller, un compañero trajo un monólogo a partir de un cuento de Cortázar que se llama «Conducta en los velorios»; más allá de lo que relata el cuento, que tiene que ver con una familia que va a los velorios para ver por qué la gente llora, me interesó la temática como disparador acerca de por qué la gente se comporta en los velorios de una determinada manera. Todo eso sirvió para juntarme con este equipo de actores y probar cosas hasta empezar a encontrar un sentido, un lenguaje y una manera de poder expresarnos”.

El proyecto

“El resultado de este trabajo es un disparate hermoso, una especie de estallido poético criollo donde hay una familia de la alta alcurnia que está muy venida a menos; ellos lo tuvieron todo, pertenecieron a los círculos más selectos, a la elite de un pueblo en el que viven que se llama Pacífico. Ese cambio de situación económica se da de un momento a otro y pierden todo. Se preguntan de qué manera sobrevivir, y no se les ocurre mejor idea que la de animar velorios y al mismo tiempo robarse algo, y para eso montan toda una maquinaria”, contó el director a modo de adelanto. Y completó: “En medio de una especie de simulacro de lo que se supone es su trabajo, cae una asistente estatal de estas que tienen unos cargos con títulos larguísimos que viene a constatar qué están haciendo porque el pueblo está revolucionado, donde la realidad del relato con esa ficción que producen para poner a punto su estrategia de trabajo en los velorios se confunde y se vuelve una misma cosa, un disparate”.

Un acto político

“Tenía en claro el disparador pero no el recorrido. Y obviamente que me encantaría hacer un Shakespeare pero como no nos va a salir (risas) apareció El Biribiri, que más allá de lo temático de la obra en sí es, en lunfardo, el chamuyo, la estafa, pensando en estafadores que saben hacer bien su trabajo. Y pienso en lo político: nos endeudaron en miles de millones de dólares y no vemos escuelas, salud, no vemos nada. Estos tipos claramente nos están haciendo el «biribiri» todo el día, constantemente; la realidad está tomada y frente a eso no hay ficción que valga”, expresó el director en relación con las resonancias políticas que aparecen en el material.

En un tiempo donde la posverdad reina y la ficción debe entrar por los costados, cuando siempre se pensó que el teatro tenía como matriz una especie de falsedad concertada, la mentira que circula en el campo de lo real hace que la verdad esté más presente adentro que afuera de la ficción. “La realidad está tomada y por lo tanto ficcionalizar desde la realidad sería algo imposible”, expresó el director. Y continuó: “Vivimos en una realidad que es más teatro que el teatro mismo, y la gran ficción está en la televisión: ponés TN y tenés teatro de principio a fin, si la gente se diera cuenta de eso no nos vendría a ver nadie (risas). En cambio, en el teatro de arte que producimos en Rosario hay una verdad, pero sobre todo porque los que hacemos teatro independiente partimos de otra gran verdad y es que el dinero no aparece, no vamos a ganar plata con lo que hacemos y hay que tener mucho amor para seguir haciendo teatro a lo que de lugar”.

Actuar y resistir

“El proceso arrancó probando algunas formas, algunos ritmos, todo desde la desobligación, porque desde un comienzo el planteo fue ése: actuar por el amor a actuar sin pretender otra cosa, que para nosotros es un espacio de resistencia desde el arte frente a las cosas que nos están pasando como país”, dijo Fissolo. Y cerró: “Quizás no teníamos demasiada conciencia del hecho político en sí cuando empezamos a ensayar, pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta que estábamos ahondando en un montón de cosas que tienen que ver con la coyuntura del país, sobre todo si entendemos que resistir desde la actuación es un acto muy noble. Pensemos que con todo lo que nos abarca la tecnología y con lo globalizado que está el mundo, que sigamos haciendo teatro, una disciplina que es tracción a sangre, con el actor ahí, transpirando, es algo milenario y maravilloso”.

Para agendar:

El Biribiri se conocerá este jueves, a partir de las 22, en Espacio Bravo, de Catamarca 3624, donde seguirá en cartel los jueves de agosto y septiembre con entradas populares

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