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Pedagogía del capitán: lo fantástico, lo real y lo posible

Capitán Fantástico, que puede verse en Netflix, cuenta la historia de un hombre que cría a su familia, los Cash, en un bosque y lejos de las escuelas. El proyecto libertario que, al entrar en cuestión, obtiene mejores resultados

Natalia García*

Capitán Fantástico, la película que puede verse por la plataforma Netflix, tiene todo lo necesario para atraer a quien trabaje o le interese la pedagogía. La lista bien puede incluir a estudiantes universitarios que quisieran pasarse un “finde” en la motorhome de la familia Cash, hasta noveles maestros que pretenden mover los cimientos del sistema escolar, o docentes que le han visto sus huesos hechos de grietas, puentes y atajos. También se sumarían especuladores del “coaching pedagógico”, becarios del Conicet en busca de un nuevo paper, terraplanistas en contra de la escolarización o ministros adoradores de la incertidumbre neoliberal. Imagino el entusiasmo de ensayistas de agenda que se apuntan en Tedx y a “bioneurodecodificadores” de la didáctica. Sin dudas, cautivaría a padres que denuncian al Estado por “meterse con sus hijos”, y a madres que no los vacunan.

Pienso en los deconstructores del patriarcado en las aulas y en los emprendedores a favor de un “maestro gendarme” y Cris Morena a la vez. Intuyo el interés de sarmientinos, steinerianos, montessorianos y freireanos. Me permito el tono excesivamente socarrón porque esas personas y discursos existen y actúan en la enseñanza con notable influencia. No es una novedad. El propio Estado educador se construyó en nuestro país desde un escenario igualmente heterogéneo de concepciones, prácticas y agentes de la educación, igualmente satirizados en aquella disertación de Paul Groussac durante el Congreso Pedagógico de 1882 titulada La educación como playa de náufragos.

Grupo de WhatsApp de “papis y mamis”

Más de dos siglos después, necesitamos convencer (again) a padres modelo siglo XXI de las potencialidades y justicias del sistema de instrucción estatal, aún con todas sus deudas y violencia simbólica. Si durante las primeras décadas del siglo anterior la pedagogía coqueteó con posiciones donde la infancia – y no ya el maestro– era el centro del aprendizaje, hoy asistimos a exigencias de un nuevo centro: lo parental. Según la demanda, madres, padres, tutores o encargados, levantan sus voces contra los contenidos, la docencia, la escuela o el sistema. Pero suele ser un juicio o prejuicio que se marchita apenas surge o una queja inmóvil en el grupo de WhatsApp de “mamis y papis” que no desencadena mayores compromisos. No se convierte en comunidad educativa. Suelen ser reacciones espasmódicas producidas por hondos desacuerdos doctrinales o banalidades. Claramente, no es el caso de Ben Cash. Lo fantástico de este capitán es que su crítica radical aflora en acción: construye una vida por fuera de la sociedad y le arrebata al sistema escolar un puñado de futuros oprimidos y opresores.

Enciclopedismo 4.0

De las muchas temáticas por explorar en Capitán Fantástico, resulta bien “interesante” –palabra prohibida en la semántica de la familia Cash– el programa de crianza; una suerte de “enciclopedismo 4.0”. Es decir, un plan de enseñanza integral, interdisciplinario e intergénero, que prescinde de computadoras, tablets y teléfonos celulares. Cash repone el objeto-libro y regresa a saberes ancestrales olvidados en alguna curva de la transmisión histórica. Retornan oficios y prácticas manuales desplazadas por el confort del “american way of life”. También se incluyen técnicas, destrezas y habilidades ya colonizadas por el consumo y disciplinas milenarias para el cuidado del cuerpo-espíritu. Si al decir de J. J. Rousseau “la mejor escuela es la sombra de un árbol”, la escuela-bosque de la familia Cash es un territorio material y simbólico donde, sencillamente, la vida cotidiana y los aprendizajes son experiencias inseparables.

En lo particular de la formación intelectual, el director del film, Matt Ross (egresado de la prestigiosa y elitista The Juilliard School de Nueva York), acerca la lente para que alcancemos a leer la tapa de los libros que los “hijos-alumnos” sostienen en sus manos durante las apacibles, pero tensas, lecturas nocturnas. Reunidos alrededor del fuego, la escena deja ver la mejor literatura universal en un ejemplar de Los Hermanos Karamazov o en la novela pedagógica Middlemarch, de la escritora británica Mary Anne Evans (más conocida bajo el seudónimo de George Eliot).

Pero son otros los textos que decididamente nos asombran y que, lamentablemente, no llegan a las escuelas por una supuesta complejidad teórica. En el hogar de los Cash circulan la Física Cuántica, de Max Planck; las tesis de B. Greene en El Tejido del Cosmos y la investigación ganadora del Pulitzer de 1998 de J. Diamond publicada con el título Armas, gérmenes y acero. Curiosamente, estos conocimientos “extrasistema” llegan desde los centros académicos dominantes.

¿Qué hay de nuevo, Ben?

Si bien el film enfrenta un modelo educativo “tradicional” y otro “alternativo” claramente rupturista, lo cierto es que comparten puntos de contacto que ni la sacrosanta figura de Noam Chomsky logra salvar. También en esta “república platónica” que es la comunidad Cash sobreviven elementos tradicionales: una autoridad que legitima, habilita, censura y evalúa. Asoman fuertes demandas y presiones, doctrinas sagradas, creencias incuestionables, rutinas castrenses, normas y sanciones, alta productividad, referentes encumbrados, rituales y pasajes antropológicos, jerarquías internas, relaciones de poder, lazos amorosos y despóticos. La naturaleza también hace lugar a una educación disciplinaria en busca de la excelencia académica, una alta performance atlética y el control bioemocional del cuerpo.

Perder para ganar

Capitán Fantástico nos quiere mostrar una salida existencial siguiendo viejas antinomias estériles. La escuela o el bosque son sólo geografías si no acontece lo único importante: el pensamiento crítico y el lazo afectivo. “El éxito de la educación reside en su fracaso”, se dijo alguna vez. Quizás por eso –y disculpen el spoiler, pero la película ya tiene tres años de estrenada–, Ben Cash consigue su misión de emancipar a sus hijos e hijas cuando fracasa en su proyecto de formación libertaria. Cuando renuncia, recupera. Cuando abandona, lo siguen. Cuando calla, otros se animan a hablar. Cuando duda, el resto se afirma. Cuando se derrumba, lo sostienen. Cuando todo termina, todo comienza. Quienes con pasión trabajamos por una educación pública inclusiva y de calidad, quisiéramos decirle al protagonista: “Power to the people. Stick it to the public education”.

 

*García es profesora en Ciencias de la Educación por la UNR  y doctora en Educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Autora de El caso Vigil (2015) y La educación clandestina (2017).

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