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El verdadero adiós a Víctor Jara

Miles de personas acompañaron ayer el cortejo fúnebre de Víctor Jara, tras 36 años de su muerte en manos de la dictadura de Augusto Pinochet.
Claveles y rosas rojas acarician la carroza que transporta los restos de Víctor Jara (Foto: elpais.com)
Claveles y rosas rojas acarician la carroza que transporta los restos de Víctor Jara (Foto: elpais.com)

Casi 12 mil chilenos se dieron cita en el Cementerio General de Santiago de Chile para darle la justa despedida al cantaautor y dramaturgo Víctor Jara, quién fue torturado y asesinado en 1973 por la dictadura que derrocó a Salvador Allende del gobierno trasandino.

Jara fue sepultado en septiembre de 1973 por su esposa de manera semiclandestina en un escueto nicho del Cementerio General. Ayer lo devolvieron al mismo lugar envuelto en una fiesta popular que convocó artístas, políticos y seguidores que entonaron durante la marcha los temas más destacados de su cancionero (Te recuerdo, Amanda, El cigarrito y Manifiesto).

Sin incidentes ni vigilancia policial, el cortejo fue una fiesta que recorrió 40 cuadras desde la Fundación Jara hasta el camposanto de la capital chilena. El ataúd fue cargado a hombros por varios de los mejores amigos del cantautor, entre ellos algunos miembros del conjunto folklórico Inti Illimani.

El juez que investiga el crimen de Jara resolvió en junio exhumar los restos del cantautor para someterlo a exámenes forenses en los que se determinó que murió por múltiples disparos después de ser torturado. Al finalizar las pericias y devolver los restos a su viuda, Joan Turner, y a sus hijas Manuela y Amanda, ellas y la Fundación Víctor Jara, que cuida de la memoria del artista, resolvieron brindarle el funeral y un velatorio de dos días.

Al ingresar al cementerio, sólo un grupo de familiares y amigos más cercanos ingresaron para presenciar el momento en que el ataúd volvió al nicho donde estuvo desde 1973. Afuera, los asistentes unidos de las manos entonaron el himno nacional y luego se escuchó «La partida», de Jara.

Con el grito de «¡Justicia, verdad, no a la impunidad!», las banderas rojas se agitaban en la calurosa jornada primaveral de Santiago.

«Víctor es más grande que su propia muerte. Sus obras han resistido el paso del tiempo. Como cantante tenía un timbre muy bonito y una tesitura excepcional, que le permitía algo muy difícil, dar bien las notas bajas y altas», definió Héctor Torres, del conjunto folclórico Umbral que desde la dictadura han interpretado a Jara en decenas de recitales gratuitos en barriadas obreras.

Fuente: latercera.com

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