Por Nicolás Eisler / Tiempo Argentino
El oficialismo agudiza la derechización de su discurso y apuesta a mantener su núcleo duro después de diciembre. Mauricio Macri homenajeó a militares muertos en una acción de Montoneros y se definió «pañuelo celeste» en el debate sobre el aborto legal en una semana que también impuso la militarización de los trenes y prometió endurecer el régimen penal juvenil.
Hacia afuera, en el oficialismo se muestran revitalizados por las marchas del “Sí se puede” y expresan la esperanza de llegar al balotaje de noviembre, pero en varios distritos eligieron desembarazarse de Macri y a pesar de estar pintados de amarillo, los intendentes locales llamaron a cortar boleta.
A tono con la idea de fin de ciclo, el presidente parece querer evitar la fuga de votos a otras opciones como la de Juan José Gómez Centurión para, al menos, intentar mantener una bancada sólida en la Cámara de Diputados. El homenaje a los militares muertos por la operación Primicia que encabezó Montoneros en 1975 -con el agregado del pago de indemnizaciones a las familias- y su posición contra el aborto legal, expresada en un acto de ayer en Mendoza, parecen apuntar directamente hacia el electorado del ex titular de la Aduana.
El éxito de Cambiemos en la elección para gobernador en Mendoza y el alentador debut de la gira del “Sí se puede” en la Ciudad le dieron una efímera alegría al oficialismo. Las sonrisas se transformaron en muecas de preocupación apenas se difundieron los índices de pobreza que ya alcanzaron los niveles de 2001.
En el macrismo decidieron retomar la iniciativa con anuncios de campaña que sacan al partido de su pretendido espacio en la centroderecha política y lo acercan al extremo. Una muestra es la promesa de impulsar penas efectivas contra los jóvenes de 16 años que cometan un delito, todo un símbolo de la apuesta a la profundización de la grieta que parte del macrismo quiere sembrar para después del 10 de diciembre.
¿La despedida?
La imagen parece una parábola perfecta del presente macrista. Uno de los encargados de la campaña nacional se retira de una reunión con la mirada fija en el piso y se cruza con un legislador porteño. Se saludan y a los pocos segundos, cuando el funcionario ya está en su auto, el diputado capitalino comenta: “Mirá lo que son las cosas, antes salían de estas reuniones enviagrados y ahora se van con la cabeza gacha”.
Aunque en su estrategia pública el PRO se muestra esperanzado de dar vuelta los resultados de las primarias, hacia adentro el oficialismo parece resignado a dejar el poder. Las negociaciones de Marcos Peña para ubicar a sus funcionarios más cercanos en la Ciudad que adelantó Tiempo son un síntoma de ello.
En la Legislatura porteña Francisco Quintana dejará la Vicepresidencia 1º y cederá su lugar a Agustín Forchieri, un hombre cercano a Diego Santilli. El joven peñista tenía mandato hasta el 10 de diciembre, pero su salida se adelantó para poder asumir en el Consejo de la Magistratura capitalino. A cambio, Peña resignará la presidencia del PRO.
De todas formas, la militancia oficialista parece haber recuperado algo de aire después de la abultada derrota en las PASO. “Las plazas están funcionando, hay un contagio. La utopía pasó a ser políticamente posible”, confió un colaborador porteño que hasta hace dos semanas miraba de reojo a las convocatorias. “Es seguir yendo hacia adelante. No se puede ir para atrás ni estancarse”, agregó otro funcionario macrista.
Como contó este diario, el oficialismo debió abrazar un formato que poco tiene que ver con las enseñanzas del gurú Jaime Durán Barba, detractor de los actos populares. La elección de las Barrancas de Belgrano para la presentación del “Sí se puede” no fue casual: allí está emplazada la moderna estación del Mitre que la Ciudad inauguró pocos meses atrás. Belgrano es también uno de los epicentros del macrismo junto al barrio de Recoleta, donde el presidente y el alcalde porteño superan con comodidad los 50 puntos. Pero además, el Ferrocarril conecta al distrito capitalino con los municipios más acomodados de la zona norte de la provincia de Buenos Aires, fieles votantes del PRO.
En la Ciudad, la gestión de Larreta está evaluada en forma positiva por más del 60% de los vecinos, según aseguran en Parque Patricios. En su distrito insignia, el presidente también está bien considerado, aunque mide un par de puntos menos que Larreta. En el macrismo imaginan que una victoria en primera vuelta o la posibilidad de un balotaje se decidirá tan sólo por 12 mil votos.
Hacia el corte de boleta porteño
En el larretismo sumaron aliados y se lanzaron a una intensa campaña cuerpo a cuerpo. Previsores, además de colocar las papeletas en el cuarto oscuro de manera tal que no pueda verse la imagen de Macri, en el gobierno tienen decidido que repartirán boletas cortadas que unan a Alberto y Cristina Fernández junto a Larreta y Santilli.
“Haremos todo lo posible para que voten a Mauricio, pero si los esfuerzos no alcanzan, tratamos de convencerlos de que es una elección local y no nacional”, explicó un funcionario porteño sin pelos en la lengua. La referencia fue para el sur capitalino, que definen como “conurbanizado”. Allí la crisis económica despliega su cara más cruel.
El mismo esquema preparan algunos intendentes oficialistas de la provincia de Buenos Aires, como Martiniano Molina, Diego Valenzuela o Nicolás Ducoté para asegurar su reelección.