Tras la salida de las fuerzas estadounidenses del norte de Siria y tal como lo había prometido, Turquía invadió este miércoles por tierra y por aire el país vecino y comenzó una guerra contra la minoría sirio-kurda, que había ganado control territorial de parte de esa zona fronteriza al hacer retroceder al Estado Islámico (EI) con el apoyo de Washington.
«Las Fuerzas Armadas turcas comenzaron, junto con el Ejército Nacional Sirio (la milicia rebelde también conocida como Ejército Libre Sirio), la operación ‘Primavera de la Paz’ en el norte de Siria. Nuestro objetivo es eliminar el corredor terrorista que se formará en nuestra frontera sur para traer paz y seguridad a la región», anunció el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en su Twitter al comienzo del día.
El corredor terrorista, para el mandatario, es la zona del norte sirio que quedó en manos de la milicias kurdosirias YPG y sus aliados FSD cuando lograron expulsar y derrotar al EI con apoyo aéreo, logístico y económico de Estados Unidos.
El gobierno turco mantiene un enfrentamiento histórico con la minoría kurda en su país y actualmente vive uno de los momentos de mayor represión política y policial. En el marco de esa confrontación, Erdogan considera como terrorista a las milicias kurdas, dentro y fuera del país, y a todos sus aliados civiles y políticos.
En un comunicado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que la guerra iniciada por Ankara «es una mala idea» y dijo a la prensa que acuerda «con la imposición de sanciones a Turquía».
El mandatario estadounidense había amenazado con «aniquilar la economía turca» si Ankara viola los derechos humanos de civiles y minorías religiosas; sin embargo, hoy solo se limitó a aclarar que no hay tropas estadounidenses en la zona de combate y que los ataques no fueron coordinados con su gobierno.
Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización pro opositora con sede en Londres, al menos ocho civiles murieron en el primer día de esta guerra, entre ellos dos cristianos asirios en la ciudad de Qamishli, una familia de tres personas en un pueblo cercano y otro niño al este de allí. Además, siete milicianos de la coalición de milicias árabes y kurdas FSD fallecieron en combate.
Las FSD también se movilizaron a la frontera con Turquía para enfrentar el avance turco y, en un comunicado, advirtieron que este traslado de tropas debilitará su capacidad para hacer frente a posibles ataques del EI -que quedó debilitado, pero no desapareció de la región- y para vigilar a los 12.000 combatientes de ese grupo islamista que tienen detenidos y los 70.000 familiares de miembros del EI que están en campamentos.
«Llamamos a la comunidad internacional y todos los países de la coalición internacional contra el Estado Islámico que lucharon juntos y triunfaron juntos sobre el Estado Islámico a que asuman sus responsabilidades impidiendo una posible catástrofe humanitaria», reclamaron las FSD.
Asimismo, el gobierno autónomo kurdo en el norte iraquí, también fronterizo, advirtió que teme una llegada masiva de refugiados y que no tiene «la capacidad para recibirlos».
Este primer saldo de muertos y las advertencias de las milicias siriokurdas se conocieron luego de la primera etapa de la invasión, la de los bombardeos aéreos contra ciudades y pueblos, entre ellos Kobani, una localidad que en septiembre de 2014 se convirtió en un símbolo mundial de la lucha de los kurdos contra el EI.
En aquel momento, tanto los gobiernos de las potencias occidentales como la prensa internacional alabaron a las milicias siriokurdas como la heroica primera línea de combate contra los islamistas del EI. Al caer la noche de este miércoles, el Ministerio de Defensa de Turquía anunció la segunda etapa: la invasión terrestre.
No es la primera vez que el Ejército turco invade el territorio sirio junto con milicianos sirios rebeldes para forzar la retirada de los milicianos del FSD, pero esta vez el temor tanto de los sirioskurdos como de muchos de los países de la región es que inicie una guerra sin final claro.
El gobierno de Egipto fue uno de los primeros que reaccionó en la región. Denunció «una agresión» contra la soberanía de Siria y llamó a una reunión urgente de la Liga Árabe.
En tanto, tanto la OTAN como potencias occidentales, como Alemania, advirtieron sobre las posibles consecuencias de la nueva guerra desatada en un país que está en conflicto desde hace más de ocho años y medio y que sufre una de las peores crisis humanitaria y migratoria del mundo.
En este contexto de rechazos y advertencias, los cinco miembros permanentes -Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido- acordaron convocar para este jueves una reunión del Consejo de Seguridad.