Un Joven de 19 años fue asesinado este lunes por la noche en el llamado Cordón Ayacucho de barrio Tablada. Sobre el homicidio, recalcan los investigadores, las pistas no abundan: al momento del hecho la cuadra estaba a oscuras, los vecinos no aportaron testimonios y no existen cámaras de seguridad en la zona.
De acuerdo con la información preliminar, un patrullero de la Policía de Acción Táctica fue comisionado cerca de las 21.30 a Ameghino y Patricias Argentinas (prolongación de Colón), donde halló el cuerpo de un chico todavía con vida pero con signos vitales muy débiles. Poco a poco se acercaron algunos vecinos que no aportaron datos. La Policía recogió 13 casquillos de lo que aparentaban ser balas calibre 9 milímetros. Según fuentes policiales, la cuadra estaba a oscuras ya que la luz artificial no estaba encendida.
La zona del crimen, que está parte en obras, tiene la impronta de las casas construidas por medio del Plan Abre, que gestionan los gobiernos de la provincia y la ciudad. En los muros de ladrillo visto de una de las viviendas, que hace esquina, se podían ver en la mañana de este martes las marcas de tiza con las que los investigadores rodearon cuatro impactos de bala.
Unos minutos después del aviso a la Policía, una ambulancia del Sies llegó hasta el lugar del ataque. Los médicos constataron el fallecimiento del joven, identificado –por un familiar que se presentó en el lugar– como Luca Alejandro Radimak Mazur. Tenía 19 años y de acuerdo con los detectives, vivía por Patricias Argentinas a unas cuatro cuadras hacia el sur, más allá de Uriburu.
Los pocos vecinos que prestaron oído ante las consultas del cronista de El Ciudadano prefirieron guardar silencio. “Sólo escuché los disparos, no sé nada”, dijo un habitante de Tablada que hacía las compras matinales bajo la garúa. Sin embargo, distintos investigadores y fuentes barriales que conocen el territorio coincidieron en establecer una vinculación entre la víctima y la gavilla comandada por el detenido Alan Funes: “A este pibe se la tenían jurada, esto viene por broncas barriales”.
Lo cierto es que lo último que se supo de Luca fue que por la noche salió de su casa a «cenar de unos compañeros», tal como le dijo a su padre. Pero al llegar a la intersección con Ameghino, calle que en esa cuadra supo ser un conglomerado de pasillos antes de su apertura, los atacantes le descargaron una letal lluvia de balas.
Los primeros exámenes médicos realizados indican que la víctima presentaba al menos nueve impactos en la espalda, cuatro en el torso (algunos orificios de la espalda pueden ser los de salida de balazos en el pecho), y dos en el cráneo.
De las primeras averiguaciones, dijeron desde el Ministerio de Seguridad, surgió que Luca fue ejecutado por los ocupantes de una moto. El caso quedó en manos del fiscal en turno de homicidios, Miguel Moreno. Las actuaciones fueron delegadas en principio al personal de la comisaría 15ª, con jurisdicción en la zona sur.
Esa misma jornada el sonido de los disparos ya había quebrado la endeble paz del barrio. A las cinco de la tarde, cuatro personas resultaron detenidas tras tirotear una vivienda en Necochea y Doctor Riva, sector conocido como la U.
Sobra la violencia, escasea la intervención
La corta historia de Luca, que terminó este lunes con varios disparos, se repite en otros muchos jóvenes y es un entramado de idas y vueltas sin que el Estado, o quienes lo gestionan, comprendan su dramatismo o intervengan más allá del punitivismo o una asistencia esporádica. A veces, los operadores públicos que trabajan en los territorios se acercan más a lo complejo de la situación. Uno de los docentes del muchacho asesinado se adentró allí, y se hizo las preguntas que las políticas públicas muchas veces no se atreven: «¿Tal vez pude hacer algo? Yo soy docente. Su docente. No pudimos. Se nos escapó. Fallamos. Se que hicimos todo lo posible para contenerlo. Era un pibe valioso.
Pero no pudimos. Adiós Luca», escribió Pablo.