Por Ingrid Lucero Parada / Conicet
Muchos de los investigadores e investigadoras que nuclea el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) trabajan para llegar a resultados de investigación lo suficientemente novedosos y rigurosos para ser publicados en los principales journals o revistas científicas internacionales. Ese, se podría decir, es el circuito convencional en la comunidad científica mundial que más prestigio otorga. Sin embargo, hay otras vías de reconocimiento, no excluyentes de la anterior, que se dan en el campo de la intervención social.
En ese marco, que pone en el centro de la escena a los sujetos en tanto sujetos sociales consumidores de bienes culturales, se suma el proyecto Vera Cartonera, una editorial argentina nacida en el 2015 que sigue la impronta impulsada por Eloísa Cartonera y por La Sofía Cartonera (Universidad Nacional de Córdoba), con la particularidad de que su propuesta no sólo involucra literatura sino también divulgación científica. Y esto obedece a varias razones: una de las que más peso tiene es que su desarrollo se ha dado en el seno del Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral de doble dependencia entre Conicet y la Universidad Nacional del Litoral, impulsado por investigadores y becarios que creyeron en el proyecto y se comprometieron a llevarlo adelante.
Esa particularidad, entre otras, despertó el interés nada menos que de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (en francés, École des Hautes Études en Sciences Sociales), más conocida como EHESS, en París, y del Centro de Investigación de Oxford en Humanidades, Antorcha, según sus siglas en inglés.
Quien tendrá la oportunidad de contar y dar a conocer la experiencia de Vera Cartonera es su directora, Analía Gerbaudo, quien además es investigadora del Conicet en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (IHUCSO, Conicet-UNL).
Una editorial diversa e inclusiva
Las editoriales cartoneras nacieron en Argentina entre el 2001 y 2003 y son parte de un movimiento fuertemente promovido desde Latinoamérica, que luego impactó en el Hemisferio Norte, hasta llegar a ser, en la actualidad, 295 editoriales cartoneras en el mundo. “Nosotros –refiriéndose al colectivo de escritores, científicos, traductores, profesores, diseñadores, periodistas, comunicadores sociales, estudiantes y realizadores audiovisuales que forman parte del proyecto– intentamos producir libros de calidad, tanto desde lo estético como desde el contenido, e incentivar la lectura buscando ampliar el acceso a los libros. Esto lo hacemos a través de acciones concretas, como talleres de producción, que pretenden desacralizarlo simbólicamente mientras se facilita su acceso económico”, comenta Gerbaudo.
La editorial tiene un explícito anclaje teórico en el sociólogo francés Pierre Bourdieu para intentar promover una mirada crítica sobre las representaciones hegemónicas alrededor del objeto libro. “Luchamos contra el «eso no es para nosotros» arraigado a los sectores populares que identifican ciertos bienes de consumo cultural con la ‘alta cultura’ y con la universidad, ajenos a ellos mismos”, explica Gerbaudo.
Desde su nacimiento, Vera Cartonera siempre funcionó en el marco del Programa de Promoción de la Lectura de la editorial de la UNL. Su propuesta de incentivar la lectura transcurre a través de una serie de colecciones que integran tanto textos de literatura como de divulgación científica y cultural en campos que van desde las Ciencias Biológicas hasta las Ciencias Humanas y Sociales. Ese contenido se procesa de múltiples maneras: recetas de cocina, literatura para niños y jóvenes, poesía, teatro, narrativa, traducciones, crónicas, divulgación científica, notas de prensa. También hay colecciones que tratan problemáticas como cuestiones de género, trabajos de memoria, reflexiones sobre la lengua, críticas de cine, problemas de enseñanza.
Producción intelectual y artesanal de libros
El equipo que integra Vera Cartonera desarrolla su trabajo en dos fases diferenciadas: una de producción intelectual y otra de producción artesanal.
La intelectual hasta el momento se compone de 6 colecciones con 10 títulos publicados, cada una de ellas pensada sin la pertenencia exclusiva a un género en particular ya que –siguiendo a Jacques Derrida, un filósofo francés en el que se inspiran los creadores de la editorial– su principio es: “Todo texto puede pertenecer a más de un género sin pertenecer con exclusividad a ninguno”.
“Todos los autores ceden sus obras gratuitamente y los nombres de las colecciones son metafóricos, de manera que puedan integrar a más de un género”, señala su directora.
En ese sentido, el primer libro de ciencias biológicas que publicaron fue La cultura y el genoma de la colección Kuaa, con reconocidos investigadores en el tema, y con prólogo de Adrián Paenza.
La segunda fase está vinculada a la intervención social y es donde la producción y circulación de los libros se piensa y se planifica como una alternativa a los bienes culturales que plantea el mercado. “Nuestro trabajo busca generar espacios de recepción amorosa de los libros. ¿Cómo lo intentamos? En principio, producimos junto con los estudiantes los libros cartoneros que luego donamos a esas mismas escuelas a las que volvemos para armar talleres de lectura de esos mismos materiales”, afirma Gerbaudo al tiempo que aclara que las instituciones donde realizan los talleres son escuelas “donde el libro no está naturalizado como objeto cultural, donde no es un bien de familia como expresa Bourdieu, sino que es un objeto cultural poco frecuente”.
En el caso de los “puestos de venta” en ferias, la idea es que éstos funcionen como una “clase” informal: quien vende en esos espacios los libros de Vera Cartonera conoce su contenido, por lo tanto, puede sostener una conversación que va más allá del intento de que el comprador adquiera el producto. Se busca generar un interés tanto en el objeto “libro”, en general, como la curiosidad alrededor de su contenido, en particular.
Revalorizar el trabajo cartonero
El proyecto editorial cartonero se posiciona como una propuesta cultural alternativa que básicamente transforma un objeto considerado basura en tapa de libro.
La editorial le compra cartón a un precio diferencial al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). “Es una transferencia simbólica muy interesante ese pasaje que, además, valoriza su trabajo y le da un sentido insospechado para ellos. A los cartoneros les interesaba saber el destino que va a tener el cartón que nosotros juntamos y quieren que les demos talleres”, asegura la investigadora.
De esta manera, el viaje del libro que va del productor al lector es absolutamente virtuoso: el libro hecho de manera artesanal con cartón reciclado, unido a la cesión de derechos por parte de los escritores, abarata su precio final que, en el caso de las escuelas, se reduce a cero pesos dado que los ejemplares producidos se donan a la biblioteca de la institución. ¿Una utopía en estos tiempos? Absolutamente no: un ejemplo de compromiso y voluntad.
¿Por qué Vera?
El nombre Vera Cartonera surgió por votación y hay varias razones en las que se apoyaron:
Vera porque tiene que ver con el río, con sus orillas.
Por la planta Vicia-sepium, comúnmente llamada Vera, cuyas hojas forman parte del sello editorial.
Por Santa Fe de la Veracruz, en alusión al territorio de producción.
Por la continuidad con la práctica de las editoriales cartoneras de elegir un nombre de mujer.
Por su relación con lo verdadero, en una de las acepciones de la palabra.
Y porque además, “¡suena bonito!”, entre risas exclama Gerbaudo.