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Hacedoras: una propuesta cooperativa para una labor imprescindible

Majo Gerez

Pensar en las compras de la semana mientras viajamos en el colectivo hacia el trabajo. Tender la ropa antes de que les chiques vuelvan del colegio. Hacer colas larguísimas para autorizar los remedios del abuelo. Cambiar pañales, coser guardapolvos, sacar piojos, doblar ropa, tender la cama, ir a la verdulería, barrer la vereda. Seguramente se podrán reconocer muchas de estas tareas como parte de la cotidianidad si se es mujer. El quehacer cotidiano de mujeres e identidades feminizadas incluye tareas domésticas y de cuidado. En su mayoría, estas tareas siguen sin ser remuneradas. Excepto cuando se realizan fuera del hogar, pero aun así se desarrollan bajo condiciones muy precarias. La división sexual del trabajo sostiene desigualdades como techo de cristal, brecha salarial, mayor precarización y desocupación como común denominador para mujeres cuando de trabajo remunerado se trata. La feminización de la pobreza se profundiza en las crisis neoliberales como las que estamos atravesando. Y ya es sabido: cuanta menos autonomía económica se posee, mayor es la exposición frente a las violencias machistas. En los últimos años, fue el movimiento feminista con los paros de los 8 de marzo quién volvió a visibilizar esta histórica demanda social de las mujeres por el reconocimiento de sus tareas. Según los últimos datos brindados por el Indec (2013) se estima que en nuestro país las mujeres dedican el doble de tiempo a esas tareas (6,4 horas) con respecto a los varones (3,4 horas). Esta diferencia se produndiza aún más cuando se tienen hijes a cargo. Este trabajo invisibilizado tampoco es tenido en cuenta en las arcas del Estado, aunque cifras proyectivas estiman que el trabajo doméstico y de cuidado abarcaría un 20 por ciento del PBI mundial. De cara a la etapa política que se viene en Argentina 2020, desde el movimiento de mujeres y el feminismo popular surgen con fuerza propuestas de gobierno. Se trata de la puesta en marcha de un Sistema Integral de Cuidados. Un sistema que involucre tanto al Estado como al sistema privado, pero también a la comunidad y sus organizaciones. El nuevo pacto social debe invocar la corresponsabilidad entre todos los actores en pos de reconocer el valor económico de las tareas de reproducción social. Cuidar a quienes cuidan y revalorizar esta tarea tan importante para el sostenimiento de nuestras sociedades es parte de la estrategia feminista del futuro.

Hacedoras de una economía social, cooperativa, popular y feminista

Hace unos meses atrás, diversas compañeras del colectivo feminista Mala Junta realizamos el lanzamiento del primer Laboratorio Feminista de la ciudad. Este proyecto nos permite experimentar propuestas concretas como antídoto frente a tanta desigualdad. Desde una escuela de empoderamiento con compañeras de la rama cartonera de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep) hasta la capacitación en bares por una “Noche libre” de violencias machistas. Uno de los principales desafíos es dar pasos certeros hacia ciudades feministas. Ciudades que pongan en el centro los cuidados y reconozcan a quienes cuidan. Es decir, combatir la precariedad sobre la que se sostiene la tarea de esas personas. De esta combinación de necesidades es que nace nuestra cooperativa de cuidadoras: que llamamos Hacedoras. Nos encontramos con la realidad acuciante de muchas de nuestras compañeras, tanto de los barrios como estudiantes, que cuidan de niñes y de adultes mayores en condiciones muy precarias. Por la necesidad de producir desde otras lógicas de la economía, fue que nos hicimos de herramientas como el cooperativismo. “La posibilidad de ofrecer nuestro cuidado desde una cooperativa, como un servicio y desde una lente feminista, nos permite contar con otro respaldo”, remarcó Caro González. Ella, junto a una decena de compañeres, empezó a socializar sus experiencias laborales en la grupalidad. “Con economía feminista para ser productivamente más libres” es una de las ideas fuerza del proyecto. Acompañadas por el asesoramiento de Gisela Wild, secretaria de Género en la Cooperativa de las Américas, comenzaron los trámites en el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes) hace unos meses. “Lo colectivo y cooperativo”, según González, aparece como un resguardo para “poder instalar el valor de nuestro trabajo, de delimitar la tarea de cuidado estrictamente”. Además, se entusiasma González, “queremos brindar nuestro cuidado en clave feminista, es decir, pensar a les adultes y les niñes como sujetes de derecho. Construir un programa pedagógico pensando en les niñes que tengan que ver con la libertad y la salud integral”, remarca. Así, la marea feminista va encontrando su lugar en el mundo cooperativo. Ivana Azar es otra de las integrantes de Hacedoras. Hace años ella cuida niños y niñas. También entiende al proyecto cooperativo como “un respaldo, porque me garantiza cuidados para mí como cuidadora y mucha más confianza a quienes vayan a contratar nuestros servicios”, afirma. En la simpleza de su respuesta radica una potencia: la posibilidad de prefigurar una ciudad que ponga sus medios a disposición de todas las personas que viven en ella, tanto a las que necesitan de cuidados como también a quienes cuidan.

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