Más de 8 horas de discusiones, interminables llamadas, presiones de uno y otro lado, una tarde de martes movida en la sede de Conmebol que parecía no terminar nunca. Pero cerca de las 20, la entidad que rige el fútbol sudamericano oficializó que la final de la Libertadores se jugará en el estadio Universitario de Lima, el 23 de noviembre a las 17.30.
Descartado Santiago de Chile desde el inicio, por los conflictos sociales que incluso tuvieron este martes el apoyo de los futbolistas trasandinos que decidieron no jugar este fin de semana, Conmebol comenzó a barajar varias sedes alternativas. Asunción picó en punta, impulsada por Domínguez, pero River no quería jugar en Paraguay. Si bien la distancia era la mejor para el traslado de los hinchas millonarios, el calor y las pocas localidades disponibles eran un freno. En Montevideo no se podía jugar el 23 por las elecciones, y Miami quedó descartado por los costos para las hinchas de ambos clubes. Y si bien Medellín se metió en la charla, Lima siempre pareció la mejor opción.
El problema es que el 23 en el estadio Nacional de Lima había programado un evento de salsa con gran concurrencia y una maratón, lo que ponía en riesgo la posibilidad de control policial. Pero finalmente se resolvió y se jugará en el estadio Universitario, con capacidad para 88.000 espectadores.