Pau Turina / Especial para El Ciudadano
Federico Ferroggiaro escribe mucho y de corrido los fines de semana cuando su familia duerme. Pero también entre recreo y recreo, cuando da clases, anota en su libreta los núcleos narrativos o rasgos de los personajes que luego se terminan convirtiendo en cuentos. “Disfruto el momento de la escritura, de construir con palabras, detenerme en las frases, leer en voz alta y ver cómo suena. También disfruto escribiendo sobre temas, cuestiones o personajes que no me resultan agradables, con los que no tengo empatía”.
Decisiones inmorales
Los nueve cuentos que conforman <Punto de fuga< fueron escritos entre 2016 y 2018. En ellos habita un contexto histórico y una realidad social que muestra un clima de época. “Hay determinadas coyunturas históricas que generan situaciones, sensaciones, temores, que son comunes a una gran parte de la sociedad. No me refiero directamente al representante actual del neoliberalismo en Argentina sino en cómo eso se ha repetido a lo largo de mi vida. Hay un clima social que uno siente, percibe, respira, conversa; temores y sensaciones que nos interpelan en un contexto que hace emerger cuestiones negativas y que lleva a los sujetos a tener decisiones inmorales. Mi idea no es apuntar directamente a eso, pero creo que no nos podemos escapar de ese malestar que vemos a diario. Y que ya no pasa por ver un medio de comunicación u otro, sino que el clima ya está instalado en la calle”, cuenta.
Personas que existen hoy
Sus personajes son contradictorios, hedonistas e inmorales, y es por eso que estos cuentos tocan temas como el descreimiento, el hastío, la rutina y el individualismo. “Tiene que ver con una configuración cultural que atraviesa toda la historia de Occidente, al menos en el último tiempo, con una conformación de un individuo hedonista, individualista, que le cuesta pensarse en proyectos colectivos, que es competitivo, y de pronto eso aparece en los cuentos. El capitalismo necesita ese tipo de individuos, de personas, y obviamente los relatos van a poner en escena a ese tipo de personajes que viene a referirse a personas que existen hoy”, explica Ferroggiaro.
Una risa que cuestiona
En este libro las líneas convergen y se van difuminando; de algún modo van perdiendo ese realismo extremo y queda esa atmósfera en la gran mayoría de los cuentos en los que se narran situaciones extremas o reacciones no tan usuales, lo que sale de las estadísticas y lo que sale de la media. El fondo no es armónico. En alguna medida, los personajes de <Punto de fuga< se escapan, se fugan de sus propias realidades.
El humor también es un condimento importante en su escritura. En este sentido, Federico señala: “En el cuento «Desamor» hay un personaje que es un tipo que es vividor pero habla desde el lugar de la víctima, del despojado, del enamorado que lo cagaron, cuando en realidad es un vividor; entonces produce un efecto humorístico pero cuando te reís y leés al chanta te preguntás, ¿de qué me estoy riendo? Si es una basura. Y esa risa nos hace cuestionarnos y replantearnos cosas. Mi mirada del humor es justamente esa, buscar que el lector se ría de esa manera, no el efecto cómico o el juego de palabras, sino una risa que en el fondo te de culpa o un sinsentido”.
Incomodar al lector
De esta manera, el escritor intenta incomodar al lector o a la lectora, no le gusta que la persona que lo lea lo haga de manera relajada sino que haya un efecto de sorpresa, que haya ambigüedad para que permita que el texto siga generando preguntas incluso después de su lectura.
Autor prolífico
Federico Ferroggiaro nació en Rosario en 1976, es periodista y profesor en Letras. Es uno de los escritores más prolíficos de la ciudad ya que cuenta con seis volúmenes editados en diez años. Publicó los libros de cuentos El pintor de delirios (EMR, 2009), Cuentos que soñaron con tapas (El Ombú Bonsai, 2011), La niña de mis ojos (El Ombú Bonsai, 2013), Par de seis (Baltasara, 2017), la novela Tetris (UNR Editora, Rosario, 2016), y en el reciente octubre de este año, su nuevo libro de cuentos, Punto de fuga (Casagrande, 2019).