Las regiones montañosas están entre “las más afectadas por el cambio climático”, ya que el aumento de la temperatura global “pone en peligro los servicios ecosistémicos vitales” de estos cordones elevados e “intensifica los riesgos de desastres naturales”, advirtieron especialistas en el Día Internacional de las Montañas, que se cumplió este miércoles, en su 19 conmemoración desde que las Naciones Unidas instituyeron la fecha del 11 de diciembre, en 2003.
“Como proveedoras de bienes y servicios ecosistémicos vitales, las montañas son esenciales para un desarrollo global sostenible, pero el cambio climático las está afectando y pone en peligro estos servicios”, advirtió el presidente de la Asociación de Amigos de los Parques Nacionales (AAPN) y experto de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas (WCPA), Norberto Ovando.
Los servicios ecosistémicos son los recursos o procesos propios de los ecosistemas naturales que permiten el desarrollo de los seres humanos y la continuidad de la vida en la Tierra.
En el caso de las montañas, el más importante es la provisión agua dulce “a más de la mitad de la humanidad”, según la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Por ello es que se las denomina “torres de agua del mundo”.
“Esa agua es indispensable para el uso doméstico, la irrigación de las tierras bajas, la producción de energía hidroeléctrica y como medio de navegabilidad”, explicó Adalberto Álvarez, guardaparque y vicepresidente de la AAPN.
“Las montañas son además centros de diversidad biológica, proveedoras claves de alimentos y materias primas, importantes destinos turísticos y fuentes de espiritualidad”, agregó.
Pero, al mismo tiempo, las montañas son ecosistemas muy frágiles: “Las fuertes pendientes y las capas de suelo mínimas que las recubren las hace muy vulnerables al cambio climático”, advirtió Ovando. Y marcó también que los efectos no son espacialmente uniformes: “Los continentes se han calentado más rápidamente que los océanos, y las altitudes más altas, más rápidamente que las bajas”, explicó, para reparar en lo devastador que puede significar ese comportamiento. “Al calentarse el planeta, la nieve (de las cumbres) se derrite, los glaciares retroceden, sube el nivel del mar y se precipita una cascada de cambios en el delicado equilibrio ambiental”, repasó.
En esa misma línea de calamidades, la suba de la temperatura global está provocando la desaparición del permafrost, la capa de suelo permanentemente congelada –pero no cubierta de hielo o nieve– de las regiones frías o periglaciares, “lo que puede agravar el cambio climático al liberar dióxido de carbono congelado a la atmósfera”, continuó.
Así, el calentamiento global, que ya elevó en 1,1 grado la temperatura respecto a la era preindustrial, puede “intensificar fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor, sequías y fuertes precipitaciones”.
A su vez, éstos pueden desencadenar desastres naturales como “grandes sequías, incendios, crecidas de los ríos, inundaciones y deslizamientos de tierra” (aludes) capaces de ocasionar la pérdida de sembrados y ganado, de la biodiversidad, así como de bienes o viviendas.
Así lo advirtió a fines de octubre pasado la Cumbre sobre Regiones de Alta Montaña, que tuvo lugar en Suiza, bajo el ala de la Organización Meteorológica Mundial.
El foro internacional concluyó con un llamado a la “acción urgente” ante “el rápido derretimiento de las cumbres heladas” en todo el planeta. “El cambio climático y el desarrollo están creando una crisis sin precedentes de los ecosistemas de nuestras regiones de alta montaña, la cual pone en peligro la sostenibilidad del planeta. Es absolutamente imperioso poner en marcha una acción de alcance mundial para conseguir que las comunidades de las zonas montañosas y de aguas abajo sean más seguras y sostenibles”, dice el documento final.
A nivel mundial, las montañas cubren cerca del 27% de la superficie terrestre y sostienen directamente al 22 por ciento de la población mundial, unos 1.100 millones de personas, según la FAO.
Sudamérica posee la cadena montañosa más larga del mundo –la cordillera de los Andes de 8.500 kilómetros– y Argentina tiene el pico más alto de esta columna vertebral sudamericana, el Aconcagua, de 6960,8 metros en su pico, la montaña más alta fuera de Asia.
Las montañas, además tienen enorme significación en extensión en la Argentina: ocupan el 30% del territorio del país, donde viven aproximadamente 1.500.000 habitantes, según el Comité para el desarrollo sustentable de las regiones montañosas del Ministerio de Ambiente de la Nación.
Veneración y profanación
Para las culturas y los pueblos andinos sudamericanos, desde tiempos anteriores a los incas hasta ahora mismo, las montañas son seres muy antiguos y espíritus vivientes, los Apus. Ellos rigen cada ciclo vital de la región que dominan: cada primavera, cuando se comienzan a derretir las nieves que guardaron desde el invierno anterior nutren de agua los ríos que recorren los valles y riegan las siembras. Por ello eran reverenciados en ceremonias desde tiempos muy remotos, hasta que se extendió por América del Sur la conquista española.