Hace 30 años, el 25 de diciembre de 1989, el dictador Nicolás Ceausescu y su esposa, Elena, quienes vivían como ricos en medio de la pobreza de los rumanos, fueron ejecutados por un pelotón de fusilamiento tras ser acusados de genocidio y corrupción, en un proceso que es recordado como un hito de la caída del bloque comunista.
Más de mil muertos
Ceausescu vivía en una construcción de 80 habitaciones y más de 14 mil metros cuadrados, llamada la Casa del Pueblo, y reprimía a la disidencia rumana a través de la policía secreta llamada Securiate. “El movimiento que lo derrocó, el 22 de diciembre de 1989, tuvo un carácter policlasista, aunque fue mayoritariamente de clase media y, en menor medida, de trabajadores que buscaban la llegada de la democracia y del capitalismo”, dijo el historiador Alejandro Simonoff. Para este especialista, que es miembro del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI), dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, “la violencia de esta rebelión contrasta con otras que ocurrieron en países del antiguo bloque oriental, ya que en ese país balcánico se registraron más de mil muertos en las principales ciudades del país (Timisoara, Bucarest, Sibiu y Arad)”.
Gobernar con puño de hierro
Nacido el 26 de enero de 1918 en la pequeña ciudad rural de Scornicesti, en las afueras de Bucarest, Ceausescu creció en la pobreza y recibió una educación elemental. En 1955, el futuro dictador ingresó como miembro del politburó del PC rumano, y muy pronto manejó las estructuras de toda la organización. Diez años después, cuando el líder comunista Gheorghe Gheorghiu-Dej murió de cáncer, Ceausescu se convirtió en su sucesor. Fue entonces cuando empezó a gobernar Rumania con puño de hierro, de acuerdo al comunismo ortodoxo, causando escasez de alimentos por forzar la exportación de la mayoría de los productos agrícolas del país. Como líder supremo buscó cerrar lazos con Occidente, y así le dio la bienvenida al presidente estadounidense Richar Nixon en 1969. También adoptó un mayor desarrollo industrial y agrícola, y trató de tener una mejor relación con China. El dictador estalinista, que gobernaba junto con su esposa, le dio la espalda a las reformas emprendidas por Mijail Gorbachov en la ex Unión Soviética, y en su lugar expresó su preferencia por la tradicional planificación central. Cuando sus políticas económicas empezaron a fracasar, en noviembre de 1987, en una escena que habría sido impensable años antes, miles de trabajadores irrumpieron en el cuartel central del Partido Comunista en Brasov, y destruyeron los registros de esa agrupación, así como un gran retrato de Ceausescu.
Sentenciados y ejecutados
Finalmente, entre el 17 y el 22 diciembre de 1989, una revuelta popular –apoyada por el ejército, llevó a Ceausescu y a su esposa a la sala de un tribunal, donde fueron acusados de crímenes de lesa humanidad y otros delitos. Poco antes de ser juzgados, en una escena curiosa, el dictador rumano había aparecido en el balcón del Palacio Presidencial de Bucarest para anunciar el aumento del salario mínimo durante el próximo año. El 25 de diciembre, los Ceausescu fueron sentenciados a muerte y ejecutados por un pelotón de fusilamiento. Y a continuación, la pareja presidencial rumana fue enterrada en el cementerio Ghencea en Bucarest. En su libro <Historia del Siglo XX<, el británico Eric Hobsbawm describe a Ceausescu como un “tiranuelo megalómano” que fue abruptamente abandonado por las masas comunistas a las que había prometido muchísimos derechos pero que finalmente nunca cumpliría.