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La tarea de restituir la palabra escrita, uno de los derechos más básicos

Desde el Centro Cultural “Qué te pasa”, un grupo de alrededor de 90 voluntarios lleva adelante un proyecto educativo para alfabetizar internos de la cárcel Unidad 6 que ya tiene 7 años

Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano

 

“Alfabetizamos a 38 internos de la Unidad 6 que está en avenida Francia al 5200. En esta unidad, hace siete años que venimos trabajando y ya van más de 200 internos a los cuales les enseñamos a leer y a escribir”, expresó orgulloso Guillermo Cabruja, quien forma parte del Centro Cultural “Qué te pasa” y es director del proyecto de alfabetización en la cárcel. El pasado martes 17 de diciembre se entregaron los certificados a los nuevos alfabetizados con el programa cubano Yo sí puedo con el cual personas no instruidas hacen un primer e importantísimo acercamiento al mundo de la palabra escrita.

 

En la cárcel y en los barrios

“Trabajamos con el programa de alfabetización cubano Yo sí puedo, porque en la cárcel, muchos no saben leer y escribir, algunos sí pero no logran poder escribir o leer con facilidad, les cuesta mucho comprender lo que están leyendo. Por eso les enseñamos también a redactar frases, poemas, prosa. Eso es lo que hacemos”, relató el director del proyecto que brinda alfabetización a 81 internos, además de ofrecer 15 talleres que van desde teatro, biblioteca, derechos humanos, y literarios, entre otros.

“El grupo de Alfabetización Rosario está compuesto por un conjunto de entre 80 y 90 personas que por lo menos una vez por semana vamos a la Unidad 6 o a cuatro barrios de la ciudad”, explicó Cabruja al señalar que también desarrollan actividades educativas en la Biblioteca Popular “Juanito Laguna” del barrio Santa Lucía; en el Centro Cultural Las Delicias; en el Centro de Niñez del barrio Tío Rolo y en la biblioteca del barrio Itatí Cuatro Villas.

Salida laboral

“El trabajo es voluntario, nadie cobra ni pagamos nada. Simplemente pedimos que acepten nuestro trabajo adentro de la cárcel, en los pabellones y en un aula. En los barrios, a los talleres los damos en los domicilios, en las casas de los vecinos o en los locales de las organizaciones sociales que nos ayudan”, contó Cabruja sobre la actividad que no es otra que brindar educación básica a personas que no lograron acceder por distintos motivos al sistema educativo.

“Los internos siempre expresan mucho agradecimiento, siempre dicen «Gracias por venir» sin pedir nada a cambio. Son como esponjas porque todo lo que se enseña lo absorben”, explicó Cabruja sobre lo que dan y lo que reciben. En muchos casos, se intenta brindar talleres que les permita a los internos tener una salida laboral. En ese sentido, el grupo de alfabetizadores dictó talleres de todo tipo, de matemática, de inglés, de electricidad, porque cualquier propuesta que los convoque a aprender algo nuevo, que desconocen, para los internos “siempre es bienvenida”, marca Cabruja.

 

Cargas y responsabilidades

“Lo que ellos quieren es poder salir y buscar trabajo, además de educarse. Trabajo es lo que les falta, porque cuando ellos salen se encuentran con grandes demandas de su entorno, de familiares. Y se encuentran con que no tienen posibilidades de responder a esas demandas”, expresó el alfabetizador.

“No saber leer y escribir es una injusticia para un adulto. Nosotros intentamos hacer un acto de justicia, un acto reparador porque ellos no tienen el derecho básico que es el de la educación. Ése es el derecho base para otros derechos. A una persona que no sabe leer y escribir no le dan el carnet de conducir, por ejemplo. Nosotros decimos que ayudamos a restituir el derecho a la educación. A los cinco o seis años, ninguno de esos pibes decidió no ir a la escuela. Alguien no los llevó, algo les pasó, estaban haciendo otras actividades que no tenían que ver con su infancia. Después se le carga todas las culpas y responsabilidades a una persona que no pudo obtener las mismas capacidades, las mismas herramientas que tiene una persona que fue a la primaria y a la secundaria. Sabemos que es el Estado el que debe cumplir esa función, por eso nuestra idea es ayudar a que esta gente pueda ser incorporada a los sistemas educativos formales de nuestro país”, expresó el educador.

El 89 por ciento de los internos de la Unidad 6 tienen como máximo un paso por la educación primaria. Sin embargo, de una población carcelaria de 514 internos, cerca de 200 no terminaron la escuela primaria. En ese penal funciona una escuela primaria pero logra educar solamente a unas 20 personas, por lo que existe una gran cantidad de personas, más de un centenar, a las cuales el Estado no les brinda las posibilidades de acceder a la educación básica, del primario, según señalaron los integrantes del Centro Cultural “Qué te pasa”. “Y ni hablar de la etapa de la educación secundaria, que no está ni siquiera pensada en ese lugar”, concluyen.

 

Llamado a voluntarios

El Centro Cultural “Qué te pasa”, está ubicado en Riccheri 340 y convoca a voluntarios alfabetizadores a integrar este proyecto educativo que permite a personas que no pudieron educarse tener la oportunidad de alfabetizarse. Los voluntarios que ya trabajan y los que llegan se reúnen todos los miércoles a las 20 en ese espacio. También el grupo se encuadra dentro de proyectos de desarrollo de países latinoamericanos ligado a la Multisectorial de Solidaridad con Cuba y la Patria Grande.

 

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