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Con biblioteca propia: el peluquero escritor que cuenta historias de clientas

Se llama Pablo Bigliardi. En su local de calle Riobamba al 1300 montó un espacio con textos propios, de García Márquez, Rulfo y Camus, entre otros. Las mujeres aprovechan a leer mientras esperan para ser atendidas. También se llevan ejemplares a sus casas

Pablo Bigliardi es peluquero y escritor. En su salón de Riobamba al 1300 están las típicas revistas de chismes. Pero también las obras de Gabriel García Márquez, Juan Rulfo y Albert Camus, entre otros.

¿Por qué hay libros en la peluquería? El hombre cuenta que fue recibiendo bibliotecas completas y que, como tenía varios ejemplares repetidos, los fue llevando de a poco a su negocio. Las clientas se los llevan de allí como una especie de “trueque”, relata.

Bigliardi presentó a fines de noviembre Al Pie Del Sillón, su cuarto libro. Se trata de una serie de relatos que tiene tintes autobiográficos y narra algunas historias de sus propias clientas. “Le da el final al primer libro que escribí, donde el personaje central dejaba inconcluso algunas cuestiones para que el lector las termine”, explica.

Al Pie Del Sillón fue publicado en Buenos Aires por la editorial Baldíos En La Lengua. En tanto, su primer libro había salido a la calle tiempo antes, en diciembre de 2013, y se llamó Determinación. En este caso Pablo cuenta su paso por la Armada a través de un personaje.

El segundo libro es un policial llamado El Santo Del Saco Viejo, que sucede en su pueblo, San Antonio Oeste. El tercero se llamó Rem y son cuentos basados en sueños que el escritor anotó alguna vez en un diario.

Bigliardi hace un pequeño repaso de su historia. Y relata a El Ciudadano cómo se fusionan sus profesiones: las tijeras y la escritura. Y también cómo fue que llegó a instalarse en Rosario.

—¿Dónde naciste?

—En Saavedra, provincia de Buenos Aires, el 12 de abril de 1968. También viví en San Antonio Oeste, Río Negro. Y en 1991 vine a vivir a Rosario y ya me considero uno más.

—¿Cómo empezaste a escribir?

—Cuando tenía tres años dibujé un buque y nunca había visto uno. A los cinco años le contaba a mi mamá que quería escribir sobre platos voladores. Se impresionaba, pero ese buque fue un anticipo de lo que iba a ser mi futuro.

—¿Por qué?

—Era el bicho raro de la familia. No me podían corregir. Mi mamá me mandó a la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) en 1983. Tenía 15 años. Entramos siete mil pibes y estuve un año. Al tiempo pasé a la base naval Puerto Belgrano. El buque estaba afectado a muchas navegaciones. La pasé muy mal. Tenía que rendir un examen y pensé que si no rendía bien, me echaban. Pero fue peor, me mandaron a trabajar a la cocina. A los 17 años decidí terminar el secundario en un bachillerato para adultos (Eempa) en Bahía Blanca. Y mientras estudiaba hice un curso de peluquería.

—¿Cómo llegaste a Rosario?

—Estaba trabajando en una peluquería en Las Grutas, Río Negro, y una de las clientas era una periodista de Rosario. Y me convenció que viaje. Alquilé un departamento y me anoté en la carrera de Comunicación Social. Al tiempo dejé.

—¿De qué vivías?

—Trabajé en varias peluquerías. No me trataban bien y me pagaban poco. Un vecino del edificio me ofreció vender servicios de sepelios, pero quería seguir siendo peluquero. También había empezado a escribir y había participado de varios concursos. En ese momento, entre ascensor va y ascensor viene, conocí a mi esposa. Y hoy tenemos dos hijas.

—¿Cómo volviste al rubro de la peluquería?

—Alquile una casa estilo dúplex y arranqué. Puse espejos con un tanque eléctrico y después desmontaba todo porque el dueño venía todos los días. Si se daba cuenta del negocio me iba a aumentar el alquiler y no tenía dónde caerme muerto. Atendía de 20 a 23 porque durante el día trabajaba en otra peluquería. Algunos días terminábamos de trabajar a las 4 de la madrugada. Lo hice durante seis meses y después alquilé otro local más grande.

—¿Cuándo presentaste tu último libro?

—El 23 de noviembre en mi peluquería, la que me inspiró. Acá se creó un fenómeno, que fue que los clientes empiecen a leer libros. Así nació Cuidamos Tu Cabello, Peluquería y Libros. Ese es el nombre del local.

—¿Algunas anécdotas del libro?

—En una de las peluquerías se venía cortando seguido la luz. Era diciembre y teníamos que hacer muchos peinados. Enfrente vivía un chico que tenía un garaje grande. Le pedí prestado la cochera e improvisamos la peluquería. Un día tenía que peinar a una novia en el hotel y la cuñada la tenía que vestir. No apareció. La peiné y le tuve que poner el vestido de novia. Estábamos con los minutos contados.

—¿Te siguen donando libros?

—Recibo cajas de libros dos veces al mes. Me donaron muchos libros de periodismo y literatura. Las clientas se engancharon. En esta peluquería pasa de todo. Lo que te imaginás y lo que no. Se fusionó la peluquería y la escritura.

 

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