Ezra Brigada es hijo de la Ley de Identidad de Género. Cuando la norma fue sancionada en 2012 tenía apenas 11 años. Él empezó a transicionar a los 17 con el derecho ya implementado en todo el país. A comienzos de 2019 recibió el DNI que reconoce su identidad autopercibida de varón. Ezra milita en la Asamblea de Varones Trans de Santa Fe y sabe que su realidad no fue la misma para otras personas travestis y trans. Pero no fue hasta que participó de la primera Encuesta Provincial de Vulnerabilidad de la Población Trans que conoció de cerca esa diferencia. Las mujeres trans de más de 60 años le contaron cómo fue sobrevivir a la dictadura y le hablaron de las detenciones arbitrarias de la Policía en democracia. También escuchó los relatos de cuando las expulsaban de sus casas o la violencia a la que se acostumbraron desde la infancia. Según relevó la encuesta, el 47 por ciento de las personas trans de Santa Fe fue víctima de las fuerzas de seguridad. Pero la violencia no fue exclusiva de la Policía: a lo largo de su vida el 75 por ciento sufrió burlas, insultos, maltratos y las han llamado por el nombre o género que no es el autopercibido.
La encuesta de Santa Fe fue primer y único estudio de este tipo en Argentina y Latinoamérica. Lo hizo el Instituto Provincial de Estadísticas y Censos (IPEC) en coordinación con la ex Subsecretaría de Diversidad Sexual. Arrojó datos de salud, educación y vulnerabilidad de un tercio de la población travesti-trans de la provincia, estimada en 1.200 personas.
El estudio contó con la particularidad de que las y los encuestadores fueron un grupo de 20 mujeres y varones trans, quienes durante 3 meses hicieron 400 entrevistas presenciales en las cinco regiones de Santa Fe.
Ezra fue parte del grupo de encuestadores. Tiene 18 años, es rosarino y estudia actuación. Durante tres meses recorrió las casas de 20 personas del centro y el norte de Rosario con 90 preguntas con distintos indicadores sobre cómo es ser trans en la provincia. “Me impactaron las diferentes realidades porque más allá de que milito no siempre podés tener contacto. Entrevisté a una de las mujeres trans más grandes de Rosario, de 80 años. Una sobreviviente. Me contó lo que había pasado en dictadura y que en su barrio la protegían los vecinos. Para ella fue muy importante contarme lo que le había pasado, tenía necesidad de ser escuchada. Otra experiencia fue que conocí a dos hermanas trans. Viven cerca de mi casa y llegamos a formar una amistad”, recordó.
Para él fue importante que la encuesta haya sido hecha por personas trans. “Una persona cis no tendría el mismo tacto que nosotres porque es una realidad que nos toca. Además, fue la posibilidad de un trabajo, con lo difícil que es conseguir empleo para las personas trans. Demostramos que lo podíamos hacer y que podemos trabajar como cualquier otra persona”, dijo y recordó el pedido de una ley nacional de cupo laboral trans.
Sobrevivientes
En los tres meses que duró la encuesta, 11 personas trans murieron en Santa Fe. El dato habla de la vulnerabilidad del colectivo que tiene una expectativa de vida de entre 35 y 40 años. Por eso, cada vez que Ezra encuestó a una mujer trans o travesti mayor de esa edad sabía que estaba ante una sobreviviente.
“Fue muy difícil no entrar en llanto con las cosas que contaban. La violencia que sufrieron por parte de personal de fuerzas de seguridad y lo que vivieron en la adolescencia durante la dictadura fue lo que más me shockeo. Me sorprendió que casi ninguna tenía aportes jubilatorios ni habían trabajado en blanco por los prejuicios de la gente. La mayoría de las encuestadas se había peleado con su familia y no tenía contacto desde hacía años. Es algo que sigue pasando, las chicas quedan en la calle porque la familia las echa”, contó.
Los números de la violencia
La encuesta incluyó un módulo que midió las distintas formas de violencia que pasaron las personas trans en Santa Fe, tanto por parte de fuerzas de seguridad como de la población en general. Es que hasta 2010 podían ser detenidas por contravenciones al Código de Faltas, que incluía trasvestirse, el merodeo y el trabajo sexual.
Del total de personas encuestadas, el 47 por ciento dijo que fue víctima de abusos de la Policía. El 33 por ciento recibió insultos, el 30,4 amenazas verbales, el 14 por ciento amenazas con armas, el 27,6 por ciento extorsión, el 19,3 maltrato físico, el 8,2 fue víctima de un allanamiento ilegal, y el 28 por ciento tuvo revisión arbitraria o violenta del cuerpo o de sus cosas. Los tipos de violencia sumados superan el 100 por ciento debido a que muchas personas trans han pasado por más de una situación.
En relación a la violencia por parte de otras personas, el 75 por ciento fue víctima de burlas, insultos y maltratos verbales. El 76,3 por ciento fue llamado por el nombre o género que no es el autopercibido. Al 38,8 por ciento le impidieron estar o entrar a un lugar por ser trans, mientras que el 34 por ciento recibió amenazas. Un 38% sufrió abuso físico, un 41,8 % acoso y el 23,6% abuso sexual. Un dato relevante es que sólo el 8,7 % de la población trans de Santa Fe no sufrió ningún tipo de violencia.
La discriminación, el rechazo o la violencia que reciben las personas trans por su identidad de género tiene consecuencias. Según la encuesta, el 65% dijo que se había autolesionado, el 75% tuvo problemas de consumo de alcohol, el 77% de otras sustancias y el 78,6% sufrió patologías alimentarias. En relación a los intentos de quitarse la vida, el 42 por ciento contestó que tuvo al menos un episodio.
Según el informe, la pregunta sobre el suicidio fue una de las más complejas de incluir. “Estos intentos forman parte del devenir del colectivo trans y constituyen un indicador más del travestisidio social del cual son producto. Por eso la importancia de su registro; como así también las preguntas por los consumos problemáticos de sustancias, autoagresiones, y otras formas sintomáticas de sobrevivir a su realidad”, dice el estudio.
Identidad
En 2012 la ley de Identidad de Género 26.743 dio el derecho a todas las personas a acceder al reconocimiento de sus identidades autopercibidas. Esto significó no sólo el cambio en el DNI sino el acceso en la salud a todos los tratamientos y cuidados necesarios para refirmar la identidad autopercibida. “Las personas encuestadas se sorprendieron de lo rápido que tuve mis cambios. La mayoría estaba contenta de que el cambio hoy sea tan grande con la ley en mano”, dijo Ezra.
En la práctica la ley ha clasificado a las identidades trans en el binomio varón-mujer. Pero la autopercepción del colectivo es mucho más amplia. Según la encuesta, el 12,2% de las personas encuestadas se identifica como travesti, el 46,5% como mujeres trans, el 21,5% como varones trans y el 8,9 como travesti/transexual. Dentro del 10,7% categorizado como “otro” se incluye a las personas que se identifican como no binarias.
De acuerdo con la encuesta, el 70% de las personas encuestadas recordó haber percibido su identidad de género trans antes de los 13 años. El 39,2% comprendió el proceso que estaba transitando. Pero sólo el 12,3 % logró expresarlo abiertamente. “Estos resultados evidencian las dificultades existentes en los diversos entornos para poder compartir y expresar abiertamente una identidad de género trans o de género variable”, dice el informe.
Al extender el cálculo hasta los 18 años, el 93% de las personas trans percibió su identidad de género, el 85,7% lo comprendió y el 65,4% lo pudo expresar.
Estudiar, un lujo
En relación al acceso a la educación, la encuesta muestra que la mayoría de las personas trans es víctima de la exclusión y discriminación en la escuela. El 48,5% alcanzó un nivel bajo o medio bajo de estudios, lo que implica no haber podido terminar la educación obligatoria (nivel inicial, primario y medio). El 46% terminó el secundario. Y sólo el 5% completó una carrera universitaria o terciaria.
En relación a la salud, la encuesta reveló que en Santa Fe el 92,4 % de la población trans recibe atención sanitaria, mientras que el 6,7% no lo hace. El 76% se atiende en el sector público.
Derecho a imaginar
Si bien la encuesta apuntó a tener datos duros sobre distintos indicadores como salud, educación, identidad, familia, violencia y vulnerabilidad, también incluyó preguntas que invitaban a imaginar. “La categoría ‘esperanza de vida’ refiere a la edad promedio de supervivencia de cierto sector social. Sin embargo, en la construcción del cuestionario nos animamos a pensar qué es lo que sostiene sus vidas. ¿Se trata sólo de dar cuenta de los ingresos materiales, del acceso a servicios? ¿Qué costos tiene no soñar, no proyectar, no imaginar algo distinto a lo que la sociedad les tiene adjudicado? Las preguntas del tipo ¿qué harías si ganaras la lotería? fueron tomadas por los encuestadxs con mucha alegría, disfrute y en algún punto nos pareció que ese era el fin, devolver aunque sea en ese sencillo acto, la convicción de que esos sueños sí importan y que tienen un lugar”, agrega el informe que resume los resultados.