Estados Unidos y los talibanes firmarán este sábado un histórico acuerdo de paz que prevé la retirada de la mitad del contingente estadounidense de Afganistán y que allana el camino para el fin de una guerra que duró casi dos décadas.
La comunidad internacional recibió la noticia con gran entusiasmo y muchas expectativas, si bien algunos se han mostrado cautos puesto que aún falta un acuerdo entre los insurgentes y el gobierno afgano, excluido del diálogo con Washington, en un complejo país que aún funciona en base a las sinuosas relaciones entre sus muchos grupos tribales.
Observadores y representantes de diferentes países, además de organizaciones internacionales, están invitados a asistir este sábado a Doha, la capital de Qatar.
En la medianoche de este viernes se cumple el plazo establecido para un descenso de la violencia como condición previa a la firma del pacto. Varios dirigentes afganos calificaron de «significativo» este paso, que pretende ser una prueba del compromiso de los rebeldes con la paz, así como de su autoridad sobre los diferentes comandantes que operan sobre el terreno.
Los últimos siete días fueron la gran prueba de fuego para el grupo fundado por el mullah Omar, cuyo régimen (1996-2001) cayó con la invasión de un Estados Unidos que entonces accionaba ante la insistencia talibana de no entregar al fundador de la red integrista Al Qaeda, Osama Ben Laden, tras los atentados del 11 de septiembre.
El acuerdo es corolario de negociaciones que comenzaron el 12 de octubre de 2018 y que fueron guardadas celosamente de los flashes y los micrófonos, sólo anunciándose a última hora el inicio y la finalización de cada ronda de diálogo en el Golfo Pérsico.
Hay poca información sobre el texto que se rubricará en la capital qatarí, pero el representante especial de Estados Unidos para la paz, Zalmay Khalilzad, reveló el pasado septiembre un detalle relevante: el pacto prevé la retirada en 135 días de 5.000 de los alrededor de 12.000 efectivos que Washington tiene desplegados en Afganistán.
A cambio, los talibanes deberán garantizar que el territorio afgano no sea utilizado para lanzar ataques contra otros países.
Según los insurgentes, el acuerdo supondrá también la liberación de 5.000 prisioneros de los talibanes y la de un millar de miembros de las fuerzas de seguridad afganas.
La negociación fue complicada. El pasado septiembre, el presidente norteamericano, Donald Trump, canceló abruptamente los encuentros en respuesta a un atentado en Kabul en el que murió un soldado estadounidense. El proceso se retomó a fines de noviembre tras una visita del mandatario a Afganistán.
La firma del acuerdo no es el fin del conflicto. Resta un largo proceso de negociaciones entre los talibanes y el gobierno de Kabul para poder declarar la paz en Afganistán, un país en el que se suceden los conflictos armados.
El Ejecutivo de Ashraf Ghani, que recientemente fue declarado ganador de las elecciones afganas para un segundo mandato consecutivo, llegará a la mesa de diálogo al borde de una crisis política: el segundo candidato más votado, Abdullah Abdullah, se negó a reconocer los resultados.
El equipo negociador del pacto entre el gobierno y los insurgentes también es complejo. El Ejecutivo afgano no ofreció precisiones sobre sus posibles miembros, pero partidos y políticos del país asiático ya expresaron su temor a que se trate de una delegación escogida de forma unilateral y que no incluya una representación amplia del espectro político.