Las medidas que el gobierno nacional se está viendo obligado a tomar ponen el foco en la prevención y en la contención del avance del virus, ya que el objetivo ante el inmenso grado de contagio es que los sistemas de salud no colapsen y se pueda tratar a toda la población afectada, sobre todo a aquellos que formar parte del sector de riesgo, ya sea por afecciones preexistentes o por ser mayor de 65 años.
Por eso la obligatoriedad de permanecer aislados para el total de la sociedad argentina apunta no sólo a cuidarse individualmente y no exponerse al contagio, sino también a la no expansión del virus.
Pero por diferentes razones y aunque parezca llamativo, mientras la ciudad y el país presentaba la imagen de esos feriados largos en los que “no queda nadie”, largas filas se vieron en los bancos para intentar cobrar en sucursales, la mayoría porque no cuentan con las tarjetas de débito o perciben sus haberes por ventanilla.
Más allá de que kioscos, panaderías y almacenes abrieron sus puertas además de los supermercados y farmacias, el movimiento fue muy reducidos y por eso las filas de jubilados en los bancos y en los cajeros llamaron la atención. También muchos mayores por las calles realizando compras. Algún que otro, aunque parezca increíble, buscando un bar abierto para tomar algo.
La necesidad de retirar dinero, la imposibilidad de contar con algún familiar que los ayude con las compras, o simplemente las ganas de salir, les dieron lugar a la necesidad de intervención de fuerzas policiales, que en este caso se mostraron pacientes para solicitarles que vayan a sus casas o que finalicen rápidamente con el trámite. Paciencia que no se le tuvo ni se le tendrá al resto.
Estas postales rosarinas se observaron en todo el país, por lo que el trabajo de concientización de la sociedad y en las propias familias será fundamental.