Esteban Paulón (*)
Escuchamos hasta el cansancio que la “última gran pandemia” que sufrió la humanidad fue la Gripe Española de 1918 que afectó a 50 millones de personas. Esta afirmación invisibiliza al VIH, otra pandemia aún en desarrollo, de la que en tiempos de Covid-19 tenemos mucho que aprender.
En tiempos de coronavirus, todos y todas somos sospechosas. Si alguien estornuda, nos alejamos. Si un vecino o vecina sale a la vereda, ahí están prestos los celulares para retratar la escena. Será subida en breve a alguna de las redes sociales bajo algún título de denuncia pública. Pánico al estornudo. Culpa por caminar.
En el noticiero le dirán a alguna paciente en recuperación “que no tenga vergüenza”, que seguro no hizo nada malo para pegarse el virus “maldito”, como lo tituló un periódico correntino. Y algún ministro de Seguridad provincial (sí, Marcelo Saín, de Santa Fe) sentenciará que esta es “una enfermedad de chetos”.
El presidente del país más poderoso del mundo bravuconeará y dirá que su país no le tiene miedo al “virus chino”, que nada podrá detener a los United States of America! América first, siempre.
La función continuará con un sinfín de especialistas médicos que nos acercarán todo tipo de información, teorías e hipótesis (y hay que destacar que, salvo raras excepciones, el trabajo del staff médico aporta claridad, disipa nervios y educa en loop).
Pero también, de vez en cuando, se cuela alguna barbaridad, como aquella espetada por el doctor Eduardo López (una de esas raras excepciones) que sin ponerse colorado afirmó en televisión abierta que hay que cuidarse de la saliva, que no sólo transmite el coronavirus sino varias enfermedades “no benignas, como el VIH”. Pero ya sabemos, la excepción no hace a la regla.
Xenofobia, miedo, desinformación, prejuicios, estigma, discriminación, una vacuna que tardará en llegar, y una pandemia de la que aún no conocemos sus plenas consecuencias.
Más allá de las diferencias (basadas principalmente en el modo de transmisión y el período de incubación), la reacción social y de los gobiernos alrededor del mundo nos muestran numerosas coincidencias entre el Covid-19 y el VIH. Y con ellas algunas lecciones que podemos aprender.
Lección 1. Velocidad de respuesta
La respuesta inicial frente al VIH fue lenta, débil e ineficaz y aún hoy siguen vigentes las consecuencias de ese accionar negligente de los Estados. Frente al coronavirus la reacción de los gobiernos alrededor del mundo fue dispar. Es cierto que nadie estaba preparado para la rapidez con que se propagó el Covid-19 (y la eficacia que tiene para su transmisión) pero las demoras en decretar las medidas de aislamiento preventivo e incrementar los testeos dificultaron a muchos países bajar la velocidad de nuevas infecciones y llevaron al colapso de sus sistemas de Salud.
Lección 2. Testear y tratar
A falta de vacuna, una de las respuestas más eficaces ante la pandemia del VIH ha tenido eje en el incremento de los diagnósticos (en lo posible en el inicio de la infección) y la dotación de los tratamientos a cada paciente lo más rápido posible. Los estudios han demostrado que una buena adherencia a los mismos (sostenerlos y cumplir las indicaciones médicas) reduce el nivel de virus en los fluidos y, con ello, la posibilidad de transmisión. Por eso se dice que “Indetectable=Intransmisible”. Detectar y monitorear rápidamente a quienes adquieren el Covid-19 y sus vínculos estrechos, contribuye a evitar la propagación del virus.
Lección 3. Estigmatizar dificulta una respuesta eficaz
Una pandemia no es una enfermedad de “determinados grupos”. Es una enfermedad de todes y requiere respuestas integrales. En el inicio, el VIH fue identificado como la “peste rosa”, un “castigo divino” que afectaba a homosexuales, putas y drogadictos. Esto llevó a profundizar muchos de los estigmas y actitudes discriminatorias que la sociedad de entonces (y la actual también) utilizaron para segregar y denigrar al colectivo de la diversidad sexual, trabajadorxs sexuales y usuarios de drogas intravenosas. El Covid-19 no es una enfermedad de “chetos” que viaja en los aviones que regresan de Europa. Es una pandemia que se expande rápidamente y merece la dedicación de todas las herramientas con que cuenta el Estado para poder dimensionar su gravedad, y abordarla como corresponde.
Lección 4. Atender las desigualdades
Las pandemias no nos miran a todes de la misma manera. Y de esto las personas viviendo con VIH pueden hablar, y mucho. Como en todas las crisis a lo largo de la historia, el mayor peso y consecuencias los llevan quienes están más a los márgenes de la inclusión. El aislamiento obligatorio es una medida necesaria pero afecta directamente los ingresos de los sectores informales de la economía, así como también es cierto que en condiciones habitacionales precarias es más difícil sostener una cuarentena de varias semanas. Es por ello que las medidas que los Estados puedan tomar para mitigar estas consecuencias son centrales. La propagación del virus en sectores sociales con carencias ambientales y de infraestructura sanitaria pueden dificultar la atención y favorecer el crecimiento exponencial del Covid-19 justo allí donde menos recursos hay para enfrentarlo.
Lección 5. Las burbujas se pinchan
Abordar focalizadamente –y atendiendo a las particularidades poblacionales y de contexto– no quiere decir “encerrar en burbujas” a nadie. En pos de “salvar la economía” y “poner en marcha” un determinado país, se puede caer en la tentación de promover un “aislamiento preventivo sectorizado”, encapsulando determinados barrios, ciudades, provincias/estados o regiones. Esta estrategia puede ser aceptable en el marco de una política más amplia que no relaje el combate a la pandemia en ninguno de sus flancos. El aislamiento sectorizado no puede nunca implicar el concreto abandono de determinadas poblaciones, confinadas a convivir con las peores consecuencias del virus.
Lección 6. Salud Pública, siempre
Desde los inicios de la pandemia del VIH, las respuestas más certeras, más humanas y menos prejuiciosas vinieron de la Salud Pública. Toda emergencia sanitaria expone claramente el valor de la Salud Pública, y la necesidad de que todos los gobiernos sostengan el financiamiento del sistema sanitario. Argentina tiene una larga tradición al respecto, y es quizá, y a pesar de las claras limitaciones, una de las fortalezas con que contamos respecto a otros países, frente al coronavirus. A pesar de la desinversión que el sistema ha sufrido en gran parte del país en los últimos años, la memoria colectiva de nuestro sistema de Salud podría permitir ponernos a tono rápidamente y evitar el colapso.
Lección 7. Nada será como antes
¿Cómo será la vida cotidiana después del coronavirus? ¿Cómo nos vincularemos, expresaremos afecto y circularemos? ¿Cambiarán las formas de trabajar, estudiar y aprender? Cada pandemia deja sus marcas. Algunas de ellas imborrables. La demostración de las limitaciones que ha tenido y tiene el sistema de producción actual frente al Covid-19 –y las de nuestra forma de vida y consumo– auguran un cambio profundo en numerosos aspectos. De la pandemia, aún en desarrollo, del VIH, desde el colectivo LGBT+ hemos construido un movimiento político global por la igualdad de derechos y contra la discriminación. Quizá de ésta, sin distinciones de ninguna clase, podamos alumbrar un mundo más justo, más sostenible y una sociedad más humana.
(*) Director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas LGBT+, presidente del comité ejecutivo de la red GayLatino e integrante de la comisión directiva de la FALGBT